Roberto
Méndez (Camagûey, 1958), ganador de la primera convocatoria del
Premio Guillén de poesía por Viendo acabado tanto reino fuerte
(2000) y del Carpentier de ensayo con Lluvia, patria, laurel.
Asedios a la Lírica de Gertrudis Gómez de Avellaneda (2007),
acaba de obtener el Premio Carpentier de novela por Ritual del
necio, y de hecho se convierte en el primer escritor en
"llevarse" tres de los cuatro géneros en competencia. Cuando le hago
la observación, responde con un escopetazo defensivo: "Y ahí me
quedo, no escribo cuentos".
Escritor de una disciplina monacal, Roberto dedicó más de una
década a finalizar Ritual del necio. "La última versión
––revela–– es del verano de este año, justo para entregar al
concurso".
El jurado, integrado por Arturo Arango, Alberto Guerra y Lorenzo
Lunar, destacó la riqueza del argumento de la novela "en el que se
entrelazan la realidad cubana contemporánea con personajes del
universo wagneriano, en un agónico juego de espejos que tiene como
centro la angustia existencial y creativa de sus protagonistas, todo
ello alcanzado mediante una escritura poética que no lastra su
condición narrativa".
¿Una novela sobre un mito de la cultura europea contextualizado
en la Cuba del período especial?
"Se trata de la leyenda de Perceval o Parzival, tratada por
varios poetas medioevales y convertida por el compositor Richard
Wagner en el drama lírico Parsifal. Me he apropiado del
motivo del joven casto, ‘de corazón inocente’, que vaga por el mundo
sin motivo aparente, hasta que halla una misión salvadora y lo he
colocado como hilo conductor en el centro de la novela, que está
llena de otros mitos y motivos, cubanos o del resto del mundo".
Es esta una obra que emplea el recurso de la novela dentro de la
novela, enmarcada dentro de lo que se considera vertiente de la
intertextualidad: citas, pastiches y homenajes. También parodias
el contexto intelectual inmediato de manera "no malvada", según tus
palabras...
"En este libro hay una mezcla de elementos: los comentarios al
Parsifal wagneriano, homenajes al Espejo de paciencia, a
Cecilia Valdés, a Casal y a Lezama, unidos a citas de Cioran
o de Ela O’Farrill. Junto a ello, hay guiños al mundo intelectual
cubano de todos los tiempos, no para ponerlos en la picota, sino
para descubrir un sabor peculiar que contribuye a eso, tan
evanescente e inestable, que se ha llamado nuestro ‘ser nacional’".
Todo parece indicar que has escrito una obra compleja, incluso,
apelas al humor y a la tradición de la novela romántica. ¿Asumes que
están en Ritual del necio muchos de los mitos y obsesiones de
Roberto Méndez?
"La novela puede leerse como ciertos folletines románticos, desde
Rocambole hasta Fantomas, de hecho creo que le debe
tanto a El fantasma de la Ópera, la novela de Leroux que leí
en mi adolescencia, como al Doktor Faustus de Thomas Mann que
no ceso de leer. En ella se resumen muchas de las interrogantes que
a lo largo de años he tratado en mis ensayos de tema histórico y
literario y hasta en mi poesía".
¿Cómo explicas esa definición tuya del "antirrealismo sucio" para
referirte a Ritual del necio?
"En los últimos años se ha vuelto obligado asociar la literatura
cuyo tema deriva del "período especial" cubano con el realismo
sucio. Mi novela, aunque ambientada en general en esa etapa –porque
se desplaza continuamente a otros lugares y épocas—, apuesta por una
estética contraria: estructura calculada de manera arquitectónica,
lenguaje cuidado y un incurable optimismo, que revela, más allá de
ciertos lados oscuros, lo mejor de las personas. Sigo creyendo más
en Hesse, Carpentier y Lezama que en Bukowski".