Rafael Alegría, líder de La Vía Campesina, recordó que en el
Aguán, el conflicto comenzó en la década del noventa, cuando cuatro
empresarios "a través de artimañas, corrupción y represión" se
apoderaron de tierras que habían sido entregadas a los campesinos.
"La ley de reforma agraria aprobada hace décadas prohíbe la venta
de los terrenos adjudicados a través de esa norma, por lo que los
terratenientes las poseen de forma ilegal y los campesinos luchan
por recuperarlas", dijo.
La colonización del Bajo Aguán fue posible por la falta de
voluntad política para frenar el latifundio. Durante años, se
promovió la concentración de la propiedad en terrenos cada vez más
grandes, política neoliberal que potenció el desempleo. Los
terratenientes aplicaron medidas propias de la racionalidad
empresarial salvaje, utilizando menos mano de obra con bajísimos
salarios, e impidieron la utilización de tierras para determinados
usos productivos.
El golpe de Estado del 2009 agudizó el conflicto y alejó toda
posibilidad de negociación. Honduras es hoy uno de los países de la
región con mayor desigualdad social, donde solo el 1% de los
productores concentra la tercera parte de los terrenos más fértiles.
Los campesinos organizados en el Movimiento Unificado de
Campesinos del Aguán (MUCA), decidieron tomar tierras en ambas
márgenes del río homónimo, en diciembre de ese mismo año. A partir
de ese momento se producen desalojos y ocupaciones constantes,
siempre signados por la violencia.
Dirigentes del MUCA reclamaron, además, una reforma agraria
integral y acceso a los servicios de salud y educación.
Los resultados de tal conflicto son trágicos. Las comunidades
campesinas viven bajo amenaza de los cuerpos represivos.
A mediados de diciembre, los lugareños bloquearon una carretera
para exigir el cese de la militarización y el cumplimiento de los
acuerdos pactados con el gobierno en abril del 2010, y la respuesta
de los miembros del ejército y la policía fue otro desalojo
violento.
Las autoridades se habían comprometido a entregar 11 000
hectáreas a las familias asentadas en el valle, sin embargo, el
pacto no se ha cumplido y siguen las expulsiones.
"Hasta el momento no se ha concretado absolutamente nada en
materia legal", denunciaron las organizaciones campesinas en un
comunicado publicado por el diario El Libertador.
El Frente Nacional de Resistencia Popular (FNRP) pidió a las
autoridades y organizaciones de derechos humanos internacionales que
"presten atención a lo que sucede en Honduras, donde la vida y la
integridad humana son irrespetados sistemáticamente".
De acuerdo con el FNRP, cientos de militares y policías golpearon
a varios vecinos y detuvieron a decenas de personas con el objetivo
de ocupar la comunidad Guadalupe Carney, en el Bajo Aguán.
Las noticias dan cuenta de que la suma de desplazados ya llega a
5 000.
Profesionales de la salud de la región alertaron sobre el riesgo
de enfermedades en la comunidad debido a la falta de condiciones
para socorrer y hospedar a tantas personas.
Entretanto, llueven las acusaciones al gobierno por entablar una
"guerra convencional", contra los campesinos. Tales aseveraciones
quedaron contenidas en un documento divulgado por la Convergencia de
los Movimientos de los Pueblos de las Américas, (COMPA).
Las familias campesinas luchan por recuperar las tierras que les
fueron usurpadas por los terratenientes y aunque han manifestado la
voluntad de dialogar, solo han recibido la negativa de los
golpistas. En el Valle de Bajo Aguán los asesinatos, desapariciones
y detenciones ilegales contra los trabajadores del campo, continúan
siendo la norma.