Danza invernal

TONI PIÑERA

Con un agradable y bien balanceado programa, que incluyó algunos estrenos del pasado Festival, la sala García Lorca del GTH despidió la temporada danzaria del 2010.

No hay dudas de que el punto alto, la cima de la noche, fue La muñeca encantada, coreografía de Nikolai y Serguei Legat que encontró en la primera bailarina Bárbara García, una protagonista ideal. El simpático pas de trois de la versión de 1903 de la pieza, que fuera creada en San Petersburgo e inspirada en los personajes de la Comedia del Arte Italiana, aúna mucho virtuosismo en sus variaciones. Inspirada al máximo —como sucede en todas sus salidas a escena—, con una técnica de altos quilates (impresionantes giros, extensiones, saltos) y ese estilo que marca su desenfadada interpretación, Bárbara García demostró que es baluarte en las filas del BNC, ejemplo y modelo a imitar por las juveniles huestes que colman la tropa de nuestra Alicia Alonso. A su lado, en un excelente fraseo armónico estuvieron los jóvenes Camilo Ramos y Yanier Gómez, bailarines preparados, frescos y entusiastas que aportaron brillo a la coreografía. Aunque debemos subrayar, particularmente, la labor de Yanier Gómez, quien se va consolidando en el firmamento del BNC con una actuación muy balanceada y segura y con instantes de bravura técnica, especialmente en los saltos.

Foto: Nancy ReyesNuevamente volvió a motivar al auditorio, una sencilla pero hermosa y agradable coreografía del joven Eduardo Blanco, Idilio. Es un soplo mágico —tan corta y leve como la juventud que ella enmarca—, y que nos deja con deseos de ver y dialogar más con ese instante en el que la música de Luis Enrique Bakalov suma puntos a una exhibición técnica y lírica, enmarcada, fundamentalmente, por la búsqueda de la belleza del movimiento por el movimiento. Yanela Piñera se entrega en cuerpo y alma a esta pequeña joya, y regala un tono preciso, un baile seguro y brioso, que alcanzó a su compañero en esta ocasión: Camilo Ramos.

Durante el recién finalizado 22 Festival Internacional de Ballet de La Habana, se desempolvó un éxito del 12 Festival realizado en 1990: Pretextos. La coreografía firmada por Alicia Alonso, dividida en cuatro movimientos y la Coda, demuestra la capacidad de la directora del BNC para atrapar también al espectador en el terreno de la creación coreográfica. Este ballet abstracto, muy moderno e imaginativo, juega con el pensamiento y la explotación de las posibilidades geométricas de la danza, a partir de un limpio diseño espacial. Alicia sabe abstraer y llevar al plano de los movimientos determinado desarrollo formal que expresa posibilidades válidas en esto de traducir conceptos e ideas al lenguaje de la danza. El blanco y negro de los diseños de Salvador Fernández regala, visualmente, una belleza particular a la obra que fue muy bien bailada por los solistas y el cuerpo de baile. Umbral, otra pieza creada por Alicia Alonso, apareció en la jornada, con un toque de lirismo, en primer lugar por la apoyatura musical: la Sinfonía op. 18, n.2, en si bemol mayor (Allegro, Rondo gracioso, Allegro), compuesta por el menor de los hijos de Johann Sebastian Bach —Christian—, y, en segundo lugar, por los intérpretes: la hermosa bailarina Sadaise Arencibia, que entrega el matiz exacto al decir escénico, y que estuvo muy bien secundada por Dani Hernández y los solistas Ivis Díaz, Aymara Vasallo, Alfredo Ibáñez y Roberto Vega. No así por el cuerpo de baile que tuvo no pocas imprecisiones y falta de homogeneidad.

Como colofón se bailó uno de los éxitos del 22 Festival: Le Papillon, coreografía del canadiense Peter Quanz, con música de Jacques Offenbach y diseños de Salvador Fernández. Recordando las palabras utilizadas durante su estreno hace pocas semanas, la obra resulta breve y nostálgica, y "son de esas obras que pasan por el escenario con el atractivo sabor que tienen las cosas realizadas con lo justo, en tiempo y forma".

Le Papillon añade, como nota de interés, que fue la única pieza coreografiada por Marie Taglioni, que ella creó expresamente para su alumna Emma Livry. La actual versión, según explica el coreógrafo en el programa, no tiene conexión con el libreto original, pero se centra en la relación entre la Taglioni y Emma Livry. Anette Delgado, como Emma Livry demostró su clase, ese saber decir desde la danza con una manera particular y segura, así como el joven Dani Hernández (muchacho), quien en cada nueva salida se afianza más, identificándose, técnica e interpretativamente con el papel. Mención aparte merece la bailarina Carolina García, perfecta como Marie Taglioni, siempre en personaje, y con un quehacer donde sobresalen el buen gusto y una interpretación digna de todo elogio, que marca con creces el buen aliento de la pieza en la escena. Nos gustaría verla en más papeles.

 

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