Artur Mas, del partido nacionalista de centroderecha Convergencia
y Unión (CyU), asumió la presidencia de Cataluña, tras ganar las
elecciones autonómicas de noviembre último en esa importante región
española, reporta Prensa Latina.
El nuevo mandatario de la Generalitat (Gobierno catalán) tomó
posesión este lunes, tras ser proclamado para el cargo la semana
pasada, gracias a los votos en el parlamento de los 62 diputados de
CyU y a la abstención de los 28 representantes socialistas.
Tras el discurso del gobernante saliente, el socialista José
Montilla, Mas juró como presidente número 129 del Ejecutivo catalán.
En su alocución, el líder de CyU pidió paciencia en el camino
hacia la plenitud nacional de Cataluña.
Según su criterio, la vida institucional de un presidente es
cuestión de años, la de las personas acostumbra a ser cuestión de
décadas y la vida de los Estados, en el mejor de los casos, es
cuestión de unos cuantos siglos, porque no dejan de ser
construcciones artificiales.
Pero la vida de los pueblos, de las naciones, de las culturas, se
pueden medir en milenios. Y yo me siento como una válvula más del
engranaje que empezó más de mil años atrás , advirtió.
En los comicios del 28 de noviembre pasado, los convergentes
pasaron de 48 a 62 diputados y quedaron a seis escaños de la mayoría
absoluta.
Los socialistas, que dirigieron los destinos de esa comunidad
autónoma en los últimos siete años con un gobierno tripartito,
obtuvieron los peores resultados de su historia, al pasar de 37 a 28
asientos en el órgano legislativo regional.
Las catalanas fueron el punto de partida de un largo ciclo
electoral que continuará el 22 de mayo de 2011 con los comicios
municipales y autonómicos en el resto de las regiones de España y
los generales de 2012.
Tuvieron lugar, además, poco después de que el Tribunal
Constitucional (TC) rechazara una parte del Estatuto de Autonomía de
2006.
El TC, intérprete supremo de la Carta Magna española, estimó
entonces que el término nación que define a Cataluña en el preámbulo
del Estatuto no tenía valor jurídico e impugnó el carácter
preferencial de la lengua catalana sobre el castellano.