De la prensa extranjera

Las lluvias podrían extinguirse en el granero del mundo

MARIO OSAVA

Cada hectárea deforestada en la Amazonía — un bioma selvático que ocupa el noroeste, norte y centro de América del Sur— debilita un sistema que viene salvando a la región del destino desértico del Sahara, de un tercio de Australia y de otras áreas ubicadas en torno a los 30 grados de latitud norte y sur, advierte el científico Antonio Nobre, del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales de Brasil (INPE).

Acabar con la deforestación amazónica es una obligación "para ayer", y la meta oficial de reducirla en un 80% en el 2020 es como "dejar de fumar con un cáncer de pulmón avanzado, cuando uno ya se está muriendo", dijo Nobre a IPS. Ya deberíamos estar reconstituyendo los bosques destruidos para restaurar el equilibrio, y para eso no sirven los monocultivos de eucalipto o de palma africana, acotó.

La deforestación reduce las precipitaciones locales y hace más vulnerables a los bosques amazónicos.

"No sabemos cuál es el punto de no retorno", cuando se vuelva irreversible la degradación forestal, y la consecuente desertificación de tierras beneficiadas por las lluvias exportadas desde la Amazonía, arguyó el agrónomo que vivió 22 años en esa región como investigador, antes de incorporarse al INPE, en São José dos Campos, a 100 kilómetros de la sureña ciudad de São Paulo.

La floresta amazónica y la barrera de la cordillera de los Andes, que recorren, de norte a sur el territorio sudamericano, reorienta los vientos húmedos, ahora también llamados "ríos voladores", que aseguran lluvias a la región que más exporta carnes y varios granos y frutas en el continente, o incluso en el mundo, si se considera el azúcar, la soja y el jugo de naranja.

Ese mecanismo, ya descrito por varios investigadores climáticos, obtuvo con Nobre y con otros científicos dispersos por el mundo una nueva teoría, la de la "bomba biótica", que explica fenómenos climáticos, equilibrios y desequilibrios en un sistema planetario en el que los biomas forestales juegan un papel clave.

La llamada circulación de Hadley es otro componente del proceso. El aire se eleva en la zona ecuatorial, calentado por el sol, formando las nubes que aseguran fuertes lluvias que alimentan los bosques tropicales. A cierta altura ese aire se desplaza al norte y al sur, descendiendo cerca de los 30 grados de latitud en los dos hemisferios.

En la superficie terrestre los vientos se dirigen al ecuador para ocupar el lugar que deja el aire que sube, en un movimiento circular que le quita humedad a una faja terrestre donde se ubican los desiertos de Atacama, en Chile, de Namibia y del centro de Australia, en el Sur, y el Sahara, parte de Oriente Medio y el sur de Estados Unidos, en el hemisferio Norte.

De ese destino escapó, hasta ahora, gran parte del Cono Sur, gracias a las lluvias procedentes de la Amazonía. Pero la deforestación está afectando esa irrigación natural a larga distancia. La desertificación que sufre parte del estado de Río Grande do Sul, en el extremo meridional de Brasil, es un síntoma de ello, advierte Nobre.

Otra excepción es el sur de China, de bosques subtropicales. La cordillera del Himalaya, en el noroeste, cumple una función similar a la de los Andes, redirigiendo los vientos húmedos o monzones.

Brasil es "el país del agua antes que del carnaval o del fútbol", pues registra una caída de 13 400 kilómetros cúbicos de agua por año, destacó. En ciudades centrales, como Brasilia, cerca de 30% de las lluvias provienen del "reciclaje amazónico", si bien este es un dato que aún debe probarse, dijo Moss.

Los bosques son "bombas de agua" que humedecen los vientos, superando proporcionalmente a los océanos, según Nobre. Las muchas hojas que tiene una sola planta multiplican las superficies de evaporación, mientras que la del mar es única, explicó.

Así, un gran árbol amazónico puede evaporar hasta 300 litros de agua al día. Una medición indica que la Amazonía aporta cada día 20 000 millones de toneladas de vapor de agua. El río Amazonas, por ejemplo, echa al mar 17 000 millones de toneladas de agua.

La deforestación y las "quemadas" reducen las lluvias locales y hacen más vulnerables e inflamables los bosques amazónicos que tienen baja resistencia al fuego y a la sequía, por sus raíces superficiales, al contrario de las especies típicas del Cerrado, la sabana brasileña, adaptadas a largos periodos de escasez hídrica.

Para Nobre, el planeta está en una "unidad de terapia intensiva, con falencia múltiple de órganos".

Su esperanza se asienta en la creciente conciencia de los problemas y en el conocimiento científico, que permite incluso "revertir la desertificación", por ejemplo con experiencias como la de Egipto, que está reforestando algunas áreas del Sahara. (Fragmentos tomados de IPS)

 

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