Artistas cubanos alteraron la rutina de este balneario del
noreste de Túnez con una explosiva combinación de música popular y
tradicional, bailes cadenciosos, colores exuberantes y aromas de
tabaco que revalidaron su diverso acervo cultural, informó Prensa
Latina.
La madrugada de este lunes todavía mantenía reverberante al hotel
El Bousten, de esta localidad costera del Mar Mediterráneo, tras el
debut aquí del versátil trío Dinoh (Meylin Martínez, Víctor
Óhallorans y Rolando García) y seis bailarines del Conjunto
Folclórico Nacional de Cuba.
El arte del pintor Juan Arel Ruíz, con obras abstractas,
simbolismos de lo cotidiano y una cubanía sobresaltada a través de
gallos, paisajes y naturaleza muerta, fue el entrante de un menú
cultural que se repetirá en este país árabe hasta el 24 de
diciembre.
La velada coordinada por la embajada cubana y los ministerios de
Cultura de ambas naciones tuvo una concurrida presencia de amigos de
la isla, diplomáticos, personalidades y el director de América y
Asia de la Cancillería, Elyes Kasri, a nombre del ministro de
Relaciones Exteriores.
Pero si las pinturas de Arel robaron flashes de cámaras
fotográficas y de la televisión tunecina, igual atractivo suscitó en
el público local la muestra de cerámica decorativa moldeada por el
veterano Daniel Santander.
El artesano cautivó lo mismo con estilizados jarrones de barro
cocido y pintado que con réplicas de autos clásicos, coloridos
gallos o las ya internacionalmente conocidas negritas de pechos y
nalgas voluptuosas con tocados en la cabeza fumando un cigarro o
trajinando.
Precisamente, los afamados Puros Habanos, uno de los sellos de
identidad de Cuba, provocaron fascinación entre los asistentes a la
velada, muchos seducidos por el aroma inconfundible de la apreciada
hoja o por la destreza de la torcedora de tabacos Reina Mercedes
Vadillo.
En torno a la mesa en la que faenaba Vadillo se aglomeraron
mujeres y hombres, muchos de éstos envueltos luego en una humareda
de misticismo, pero un poco frustrados por ver deshecho el mito muy
arraigado en países árabes- de que las hojas las tuercen mulatas
sobre sus muslos sudados.
La carga de explosión caribeña a una noche memorable la completó,
sin dudas, el espectáculo del trío Dinoh, que repasó con
indiscutible virtuosismo el pentagrama musical cubano, y de seis
talentosos jóvenes que mediante la danza ilustraron la vitalidad de
las sonoridades tropicales.
Unos con bajo, piano, percusión y voz, y otros con bailes y
trajes apropiados para cada pieza siempre haciendo énfasis en los
tonos patrios- señorearon al interpretar mambo, danzón, merengue,
salsa, bolero, conga, rumba, guaguancó, rueda de casino y otros
ritmos.
La química inconfundible con Cuba y su Revolución quedó
ratificada cuando los cerca de 300 asistentes tributaron una
prolongada ovación a la cantante Meylín Martínez para pedirle que
cantara, por segunda ocasión, la antológica Ché, Comandante que
inmortalizó Carlos Puebla.
Según los asistentes, la oferta cubana marcó un antes y un
después en Hammamet y en todo Túnez, aún cuando esta localidad y el
país distinguen por ser escenarios durante casi todo el año de
festivales internacionales de música, teatro y otras expresiones
artísticas.