Cuatro cosas

ROLANDO PÉREZ BETANCOURT

I

Lo importante es el camino y no la parada del reposo, lo saben quienes poco se han detenido.

El país se dispone a transitar por nuevos rumbos de la economía sin poner en riesgo las esencias que nos han sustentado a lo largo de medio siglo.

Convicciones de soberanía y justicia sin valor de cambio alguno, porque los cubanos comprometidos con su proyecto social no lo aceptarían.

Precisamente en nombre de esas convicciones debemos impulsar las transformaciones necesarias.

En lo económico hemos demorado y las razones son tan diversas como el millón de ventanas de una casa que recibiera por igual elogios y críticas.

Queda la satisfacción, no obstante, de que lo prevaleciente ha sido una lucha por el bienestar del país, y sobran pruebas de lo alcanzado, como pruebas hay de las trampas e inexperiencias que hicieron incurrir en errores de estructuras y de idealismo, este último bajo el concepto de que en la nueva balanza social todos éramos iguales, se aportara o no se aportara.

Cualquier viejo periodista puede dar fe de que en Cuba se ha hablado y escrito durante mucho tiempo acerca de planificación, rentabilidad, productividad, inversiones, y ahorro. Lo que sí no se puede exaltar es la efectividad de los mecanismos aplicados en aras de obtener la eficacia necesaria y cuánto influyó, de manera negativa, la falta de controles y ese paternalismo inimaginable en cualquier otro sistema económico regido por la ley de la mandarria.

Un mal del que, sin vacilaciones, nadie duda hay que sacudirse para siempre junto con la burocracia en constante asecho.

Ahora el Proyecto de Lineamientos de la Política Económica y Social para el VI Congreso del Partido vuelve a referirse a la planificación, la rentabilidad, la productividad, las inversiones y el ahorro y se llama a discutir acerca de ellos desde unas dimensiones decisivas para la Revolución.

Determinante convocatoria porque nada mejor para poner a prueba la solidez de las nuevas ideas y medidas económicas que analizar colectivamente cuánto tienen de bueno, de flaqueza, o de posible perfeccionamiento.

Discusión de muchos en la que sería ingenuo esperar una unanimidad aplastante, pero sí un rumbo sólido para volcarse sobre él.

Siempre he pensado que es altamente humano no estar nunca satisfecho con nosotros mismos y que una sociedad siempre en debate y en busca del mejoramiento constante es algo socialmente revolucionario.

Ya antes de Marx y de su antecesor, Hegel, los griegos antiguos hablaban de la dialéctica como una forma de llegar a la verdad mediante el análisis crítico de conceptos e hipótesis.

Dialéctica no como referencia libresca, sino ejercitándola en teoría y práctica diaria como una necesidad imprescindible para enmendar lo que haya que enmendar sin esperar demasiado, porque ––aunque sin precipitaciones ni bandazos— el tiempo cuenta en el florecer de cualquier economía.

II

El que trabaja honradamente tiene que ver el resultado económico de su esfuerzo sin que nadie se espante.

Hay una coronación moral indiscutible en el hecho de que uno se eche en el bolsillo lo que ha sudado.

Siempre habrá, por supuesto, el que sueñe con ser millonario con bañera de plata y grifos de oro.

A ese se le puede dejar con su añoranza ridícula, siempre y cuando contribuya con sus impuestos (incluyendo el agua para la bañadera) a seguir mejorando la base social y económica del país.

No debemos tergiversar el concepto de que "el cubano" se acostumbró a vivir sin trabajar.

Sería negar a los buenos trabajadores, maestros, científicos, artistas e intelectuales que aun ante la subversión de valores predominantes en los últimos años se han mantenido batallando y aportando a la causa de nuestro socialismo.

En todo caso habría que convenir que por ineficacias propias, ciertos cubanos se dieron el lujo de vivir sin trabajar.

Por suerte, llega ahora el momento de corregir el tiro, y, ojalá, que para siempre.

III

Y por supuesto, está el enemigo, que como una sombra perenne no ha dejado de asomarse en todos los frentes y de mover mecanismos para hundirnos.

En los nuevos tiempos económicos que se avecinan, ese enemigo jurado pretende seguir siendo un obstáculo y para ello, además del bloqueo y otras argucias que cuestan millones al país, se abre los bolsillos y paga doble por opiniones y campañas entreguistas que desde hace tiempo claman por un mundo perfecto ––que ni en el cine existe––, y llaman al desencanto, o abogan por la exaltación de un escepticismo suave para "hacerle frente a la frustración" que, aseguran, nos consume.

En realidad no nos conocen y nos pintan como quisieran vernos.

Como en cualquier sociedad, tenemos pesimistas y optimistas, pero juraría que muchísimos más de estos últimos.

Ello, sin negar que las dificultades son muchas.

Los días por venir, no obstante, dirán la última palabra acerca de una vieja verdad que asegura que el pesimista ve dificultades en todas las oportunidades, mientras el optimista (y más si tiene una base social como la nuestra) ve oportunidades en todas las dificultades.

IV

Y nuestro periodismo no debe dejarse tentar por el bullicio noticioso, esos tremendismos de la prensa amarilla, pero a tono con nuestros intereses económicos por venir y por defender, debe desempeñar un papel preponderante en sus análisis, críticas y esclarecimientos para ser consecuentes con la ideología de la Revolución en esta hora en que todos necesitamos del aporte de todos.

 

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