I
Lo
importante es el camino y no la parada del reposo, lo saben quienes
poco se han detenido.
El país se dispone a transitar por nuevos rumbos de la economía
sin poner en riesgo las esencias que nos han sustentado a lo largo
de medio siglo.
Convicciones de soberanía y justicia sin valor de cambio alguno,
porque los cubanos comprometidos con su proyecto social no lo
aceptarían.
Precisamente en nombre de esas convicciones debemos impulsar las
transformaciones necesarias.
En lo económico hemos demorado y las razones son tan diversas
como el millón de ventanas de una casa que recibiera por igual
elogios y críticas.
Queda la satisfacción, no obstante, de que lo prevaleciente ha
sido una lucha por el bienestar del país, y sobran pruebas de lo
alcanzado, como pruebas hay de las trampas e inexperiencias que
hicieron incurrir en errores de estructuras y de idealismo, este
último bajo el concepto de que en la nueva balanza social todos
éramos iguales, se aportara o no se aportara.
Cualquier viejo periodista puede dar fe de que en Cuba se ha
hablado y escrito durante mucho tiempo acerca de planificación,
rentabilidad, productividad, inversiones, y ahorro. Lo que sí no se
puede exaltar es la efectividad de los mecanismos aplicados en aras
de obtener la eficacia necesaria y cuánto influyó, de manera
negativa, la falta de controles y ese paternalismo inimaginable en
cualquier otro sistema económico regido por la ley de la mandarria.
Un mal del que, sin vacilaciones, nadie duda hay que sacudirse
para siempre junto con la burocracia en constante asecho.
Ahora el Proyecto de Lineamientos de la Política Económica y
Social para el VI Congreso del Partido vuelve a referirse a la
planificación, la rentabilidad, la productividad, las inversiones y
el ahorro y se llama a discutir acerca de ellos desde unas
dimensiones decisivas para la Revolución.
Determinante convocatoria porque nada mejor para poner a prueba
la solidez de las nuevas ideas y medidas económicas que analizar
colectivamente cuánto tienen de bueno, de flaqueza, o de posible
perfeccionamiento.
Discusión de muchos en la que sería ingenuo esperar una
unanimidad aplastante, pero sí un rumbo sólido para volcarse sobre
él.
Siempre he pensado que es altamente humano no estar nunca
satisfecho con nosotros mismos y que una sociedad siempre en debate
y en busca del mejoramiento constante es algo socialmente
revolucionario.
Ya antes de Marx y de su antecesor, Hegel, los griegos antiguos
hablaban de la dialéctica como una forma de llegar a la verdad
mediante el análisis crítico de conceptos e hipótesis.
Dialéctica no como referencia libresca, sino ejercitándola en
teoría y práctica diaria como una necesidad imprescindible para
enmendar lo que haya que enmendar sin esperar demasiado, porque
––aunque sin precipitaciones ni bandazos— el tiempo cuenta en el
florecer de cualquier economía.
II
El que trabaja honradamente tiene que ver el resultado económico
de su esfuerzo sin que nadie se espante.
Hay una coronación moral indiscutible en el hecho de que uno se
eche en el bolsillo lo que ha sudado.
Siempre habrá, por supuesto, el que sueñe con ser millonario con
bañera de plata y grifos de oro.
A ese se le puede dejar con su añoranza ridícula, siempre y
cuando contribuya con sus impuestos (incluyendo el agua para la
bañadera) a seguir mejorando la base social y económica del país.
No debemos tergiversar el concepto de que "el cubano" se
acostumbró a vivir sin trabajar.
Sería negar a los buenos trabajadores, maestros, científicos,
artistas e intelectuales que aun ante la subversión de valores
predominantes en los últimos años se han mantenido batallando y
aportando a la causa de nuestro socialismo.
En todo caso habría que convenir que por ineficacias propias,
ciertos cubanos se dieron el lujo de vivir sin trabajar.
Por suerte, llega ahora el momento de corregir el tiro, y, ojalá,
que para siempre.
III
Y por supuesto, está el enemigo, que como una sombra perenne no
ha dejado de asomarse en todos los frentes y de mover mecanismos
para hundirnos.
En los nuevos tiempos económicos que se avecinan, ese enemigo
jurado pretende seguir siendo un obstáculo y para ello, además del
bloqueo y otras argucias que cuestan millones al país, se abre los
bolsillos y paga doble por opiniones y campañas entreguistas que
desde hace tiempo claman por un mundo perfecto ––que ni en el cine
existe––, y llaman al desencanto, o abogan por la exaltación de un
escepticismo suave para "hacerle frente a la frustración" que,
aseguran, nos consume.
En realidad no nos conocen y nos pintan como quisieran vernos.
Como en cualquier sociedad, tenemos pesimistas y optimistas, pero
juraría que muchísimos más de estos últimos.
Ello, sin negar que las dificultades son muchas.
Los días por venir, no obstante, dirán la última palabra acerca
de una vieja verdad que asegura que el pesimista ve dificultades en
todas las oportunidades, mientras el optimista (y más si tiene una
base social como la nuestra) ve oportunidades en todas las
dificultades.
IV
Y nuestro periodismo no debe dejarse tentar por el bullicio
noticioso, esos tremendismos de la prensa amarilla, pero a tono con
nuestros intereses económicos por venir y por defender, debe
desempeñar un papel preponderante en sus análisis, críticas y
esclarecimientos para ser consecuentes con la ideología de la
Revolución en esta hora en que todos necesitamos del aporte de
todos.