Si el fútbol es, esencialmente, un tumulto de emociones, la
selección cubana experimentó anteayer una explosión inolvidable. El
paroxismo del gol, la zozobra de dos expulsiones, el temple de la
defensa¼ Y, por encima de todo, el
éxtasis de la victoria.
Pues sí, casi dos años después Cuba volvió a clasificarse a la
Copa de Oro, tras haber declinado participar en su edición última.
Lo hizo en un partido bien loco que terminó jugando con nueve, luego
de que Jeniet Márquez derribara a la escuadra anfitriona (1-0), en
la Copa Digicel del Caribe que acoge Martinica.
En el estadio Pierre Aliker, de Dillon, en efecto, el zaguero
villaclareño le ganó el pulso a sus marcadores para fulminar al
minuto 28 las redes del portero Eddy Heurlie con un cabezazo a la
salida de un córner. Renta que seguramente habría sido más amplia
para el once del técnico Raúl González Triana, de no haberlo
diezmado el árbitro barbadense Trevor Taylor mostrándole sendas
tarjetas rojas a Marcel Hernández (al minuto 38) y a Hanier Dranguet
(54). Justo lo necesario para sacar a cualquier equipo de un
partido.
Pero ocurrió que esta vez, sin embargo, el tiempo terminó de
correr sin que la defensa cubana mostrara fisuras, lo que a las
claras habla muy bien de las posibilidades que posee la selección en
este torneo. Sobre todo si, a la postre, termina encabezando el
Grupo H, después que se enfrente hoy a las 6:00 p.m. a su similar de
Granada, pues antes venció 2-0 en su debut a Trinidad y Tobago; en
tanto los granadinos no pasaron de una igualada (1-1) con los
locales.
Cabe añadir, además, que un empate le bastaría a los nuestros
para asegurar la cima de su llave, lo que en teoría los aproximaría
más aún a una eventual final del certamen, pues evitaría hasta
entonces a Jamaica, campeón defensor y favorito para dominar el otro
apartado. Está claro entonces que lo peor ha pasado. (Ariel B.
Coya)