Siempre visitar el estadio Latinoamericano le reportó a mi vida
una motivación especial. Recuerdo aquella primera vez que mi abuelo
me llevó al Coloso del Cerro, en 1986. Con cinco años de edad y a
lleno total, comencé a entender por qué muchos consideran el béisbol
como la pasión de Cuba.
En aquel entonces en mi mente no asomaba vestigio alguno de que
hoy, además de aficionado, el deporte de las bolas y los strikes lo
llevaría impregnado como parte inseparable de mi vida, especialmente
por haberme convertido en cronista deportivo.
Mi abuelo, como todo amante de la pelota, y quien además tuvo el
privilegio de seguir desde sus inicios el béisbol revolucionario,
siempre me habló de peloteros legendarios como Alfredo Street, Pedro
Chávez, Urbano González, Jorge Trigoura, Miguel Cuevas, Edwin
Walters y Antonio "Chucho" Rubio, por solo mencionar algunos de los
que vistieron la camiseta de los cuatro equipos inmersos en aquella
I Serie Nacional (Occidentales, Habana, Azucareros y Orientales).
Ante su incesante arrullar con increíbles anécdotas, me pregunté
en más de una ocasión qué debía hacer para viajar en una máquina del
tiempo. Sencillamente nada. En febrero del 2008, en una de las
mejores ideas que a mi juicio ha tenido la Dirección Nacional de
Béisbol, varias generaciones de la familia beisbolera destellaron
sobre la grama del parque Guillermón Moncada, de Santiago de Cuba,
como parte del fin de semana de las estrellas.
Muchos recuerdan los cuadrangulares decisivos de Antonio Pacheco
y Yosvani Peraza, pero más allá de vencedores y vencidos se respiró
el aire limpio de quienes sintieron, y todavía sienten suya la
pasión de Cuba. Consejos, bromas, anécdotas, jugadas picantes,
intercambio de experiencias, además del amor a la camiseta, sin
importar edades, me hicieron apasionarme aún más por el béisbol.
Aquello nadie me lo contó, lo viví como uno de los momentos más
gratos de mi vida profesional.
Hoy la historia me premió con otro momento histórico. No solo a
mí, también a los cerca de 40 000 espectadores congregados en el
Latino, y a los millones de cubanos que siguieron las incidencias
del partido inaugural de la 50 Serie. Nuevamente pude estrechar la
mano de Pedro Chávez, jugador más valioso de las III y VI Series,
Edwin Walters, campeón de bateo del primer clásico y Antonio
"Chucho" Rubio, todos integrantes en alguna ocasión del equipo Cuba.
Precisamente Rubio lanzó la primera bola y Walters le conectó
roletazo por el campo corto. Ellos y muchas otras glorias del
béisbol recibieron la ovación del público como el mejor homenaje de
los que sienten, ríen y lloran con la pelota.
No podía ser otro el colofón de la jornada que un buen partido
entre Industriales y Villa Clara, y victoria de los villaclareños
6-5. Los veteranos, de seguro en más de una ocasión, quisieron
intercambiar roles con los protagonistas sobre la grama. Lo
importante es que desde ya, late entre millones la pasión de Cuba.