Muchos se cuestionan el actual proceso de disponibilidad y
reducción de plantillas, a dos años de haberse discutido la
necesidad de incrementar la edad de jubilación en nuestro país. Sin
embargo, no se trata en lo absoluto de pasos contradictorios: se
trata, en el caso de las plantillas infladas, de afrontar un asunto
de inmediato, mientras que la Ley 105 de Seguridad Social se propone
hacerle frente, de manera paulatina, a un fenómeno para dentro de
quince o veinte años.
Poner al día el modelo económico cubano, limarle obsolescencias y
frenos, pasa por mover, hacia donde mejor pueda desempeñarse, a
quien en su actual plaza desaprovecha el potencial creador, y
cumplir el principio de la retribución según la calidad y cantidad
del trabajo.
Al lado mismo de donde las nóminas apuntan hacia un desborde,
puede andar defendiendo la jornada un colectivo necesitado de nuevas
caras, con una plantilla que precisa de quien quedó disponible en la
entidad vecina, pero que tenga la idoneidad necesaria o no tiene
sentido que ingrese.
También, quizás, servicios deficitarios estén exigiendo ser
llevados por cuenta del esfuerzo, la atención y el ingenio propios,
pues no funcionan bien bajo fórmulas estatales.
Lo seguro es que nada ha sido pensado con el fin de descontar,
suprimir o marginar, principios antagónicos al espíritu de nuestro
Estado socialista. Bajo la guarda de la Revolución —aseguró el
compañero Raúl en la clausura del IX Congreso de la Unión de Jóvenes
Comunistas, el pasado abril— ningún cubano quedará desamparado, ni
carecerá de la oportunidad de ejercer un empleo digno.
Comprender la esencia de los ajustes que en el ámbito laboral
comienzan a darse, debe partir de un convencimiento pleno: nadie
sobra en Cuba.
Razones como la anterior invalidan una posible contradicción
entre el actual proceso de disponibilidad y reducción de plantillas
y la decisión de elevar la edad de jubilación en cinco años (de 55 a
60 en el caso de las mujeres y de 60 a 65 en el de los hombres).
Los principales argumentos que condujeron a la aprobación de la
Ley 105 y su entrada en vigor, en enero del 2009, respondían a la
necesidad de actualizar una normativa que ya no se parecía a sus
ciudadanos.
Cuando se promulgó la primera (la 1 100, de 1963), la Revolución
apenas emprendía la escalada de la justicia y el decoro social, por
lo que el pueblo, en su inmensa mayoría, guardaba aún las cicatrices
del avasallamiento descrito por Fidel en La Historia me Absolverá.
Arrastrando el peso de los lastres sociales como ceñidos grilletes,
los cubanos de finales de la década del cincuenta solo podían
aspirar a cumplir 60 años.
En medio siglo de Revolución, la esperanza de vida aumentó
aproximadamente 20 años, siendo hoy de 76 para los hombres y de
80,02 para las mujeres, lo cual arroja un promedio general de 77,97
— según datos calculados por la Oficina Nacional de Estadísticas
(ONE).
Paralelamente, hemos experimentado un decrecimiento sostenido de
la natalidad, lo cual ha conducido a nuestro país por el camino
acelerado del envejecimiento poblacional. Desde 1977, la media de
las mujeres cubanas no garantiza su reemplazo; es decir, dejan menos
de una hija al concluir su etapa reproductiva.
Los indicadores apuntan a que en dos o tres décadas seremos el
país más envejecido de América Latina, y que no tardaríamos
demasiado para que, bajo la fórmula de la antigua legislación,
salieran muchos más trabajadores del mercado laboral que los que se
incorporaran.
Siendo así, no habría capacidad de generar los fondos para
cumplir con las pensiones de los más de 1 600 000 beneficiarios de
la seguridad social y de los 426 000 atendidos por la asistencia
social, quienes reciben diferentes prestaciones.
Tal como aclaró en entrevista con Granma Juan Carlos
Alfonso Fraga, director del Centro de Estudios de Población y
Desarrollo de la ONE, la seguridad social es, según lo indica su
nombre, un sistema que debe guardar equilibrio. Debemos asegurar que
tributen a él, con productividad, suficientes trabajadores para
crear las riquezas que necesitan los favorecidos por este régimen,
así como quienes todavía no arriban a la edad laboral.
Esto es independiente de la cantidad que seamos, es un asunto de
proporción —detalla—, donde siempre debe ser mayor el número de
personas trabajando que el de jubilados; de lo contrario es
imposible garantizar una sostenibilidad.
Ya en la actualidad, aproximadamente el 65% de la población
cubana está en edad de trabajar (aunque no todos lo hacen) y el otro
35%, al no estar enmarcado en este grupo etario, depende de ella. El
corrimiento de la edad laboral —sentenció Alfonso Fraga—, garantiza
la vitalidad del sistema.
El especialista previno que esta decisión no brinda soluciones
definitivas, aunque, se ha logrado diferir el punto crítico.
El desnivel entre los que están en edad de incorporarse al
trabajo y los que se jubilan, estaba calculado para empezar entre
los años 2014-2015, a la vuelta de la esquina, apuntó.
"Con la nueva Ley, hemos logrado un aplazamiento de esta
situación hasta el 2020, cuando los cubanos con 60 años o más
representarán un 22%. A este punto llegaremos con una brecha menor
entre entrantes y salientes, gracias a la medida adoptada".
Más años de vida y menos nacimientos, dan como resultado una
sociedad envejecida, característica de países desarrollados, que si
bien denota la excelencia de nuestras políticas sociales, nos impone
el reto de apelar a estas fuerzas para conquistar una economía libre
de quebrantos e ineficiencias, donde no tiene cabida una lid de
falsos contrarios entre el proceso de disponibilidad y la Ley 105 de
Seguridad Social.
Antes de hospedar temores, necesitamos voltear la mirada hacia
las reservas aún por explotar en diversos sectores como el
constructivo, el cual demanda aproximadamente 30 000 personas, o en
el agropecuario, todavía con el 50% de las tierras esperando por
quien las saque del ocio.
Empleándonos como custodios en las mismas esferas de la
construcción y la agricultura —tendencia que iba en ascenso—, no
levantamos el proyecto que contribuye a la industrialización del
país, ni sembramos el alimento cuya falta habremos de reclamar luego
en el mercado.
De otro lado, cada vez más naciones del mundo solicitan el saber
de los profesionales cubanos, por lo que la prestación de servicios
irá en aumento, dignificando la solidez de nuestro mayor capital: el
humano.
Extender la edad laboral no se opone al imperativo de estar donde
seamos más idóneos; es sobre todo, como ya explicamos, una necesidad
derivada del creciente fenómeno del envejecimiento poblacional;
veámosla también como una oportunidad de ser útil, en esta hora
cardinal para el futuro de Cuba.