Aclamada por el público que colmó el teatro Nacional, el filme es
una comedia con pespuntes de melodrama y cierto aire naif que
busca captar esencias de los pobladores de las zonas rurales del
país. Cuenta la historia de una muchacha de 18 años, muy pobre, que
pierde a su madre en un accidente y se ve obligada a buscar a su
padre desconocido, en una zona bastante intrincada y dominada por
creencias espirituales.
Enredos, comicidades y muertos que van y vienen, no como una
recreación de ese realismo mágico que llegó a tornarse demasiado
recurrente en el cine latinoamericano, sino atendiendo a viejas
supersticiones campesinas, son las sustancias predominantes en una
película requerida de pulimento en algunos diálogos, pero que fluye
con una plausible naturalidad.
Un buen comienzo dominicano en su Festival, que exhibirá, en la
jornada de clausura, la primersa cinta animada realizada en tercera
dimensión en el país, titulada Tres al rescate.
Y como este es un Festival que busca traer lo más significativo y
reciente, puede verse en las salas El juicio de Nuremberg, la
reconstrucción, una película que ya va adquiendo categoría de
leyenda, no solo por el trabajo técnico que se realizó en su
restauración, sino también por la historia, detrás de la historia,
que trae implícita.
El juicio de Nuremberg fue filmado por Stuart Schulberg tras
finalizar la Segunda Guerra Mundial. Se exhibió en Alemania y en
otro países europeos durante los años 1947 y 1948, pero el gobierno
norteamericano impidió que se presentara en los Estados Unidos por
estimar que ya no interesaba difundir aquel proceso con los asesinos
del nazismo, puesto que el enemigo contra el cual había que enfilar
los cañones "era el comunismo internacional", tal como ha precisado
la hija de Stuart Schulberg.
Una prohibición que duró sesenta años porque "la respuesta de
nuestro gobierno ––escribió un periodista del Daily Mirror por
aquella época–– es que el pueblo americano es muy sencillo y solo
puede retener un enemigo en su cabeza".
Tras las primeras proyecciones europeas de los años 40, los
negativos originales fueron destruidos y solo quedaron unos pocos
minutos de esas escenas que siempre se repiten en pantalla al
hacerse referencia al tema. Se comenzó entonces un trabajo de
búsqueda y restauración en los que intervinieron, fundamentalmente,
el cineasta Steven Spielberg y el Archivo Nacional de Holanda.
El documental dado a conocer este año, de 78 minutos, ya ha sido
presentado en los Festivales de Berlín, Nueva York y Jerusalem.
Gracias a las técnicas aplicadas se mejoró la calidad de las
imágenes y del audio. Se escuchan lo mismo los argumentos de los
acusados que las voces condenatorias de los fiscales.
De los 22 encartados llamados al banquillo, uno de ellos ya
estaba muerto por suicidio, tres fueron liberados, 10 ejecutados y
siete recibieron condenas de prisión.
Es cierto que no estuvieron en aquel juicio todos los asesinos
que debieron estar, pero el documental tiene dos líneas de lectura
incuestionables: una relacionada con el pasado y los nazis asesinos,
otra que hace pensar en los crímenes de guerra del presente, por
suerte con imágenes, pero todavía sin un banquillo para sentar a los
acusados.