Cine dominicano y Nuremberg

ROLANDO PÉREZ BETANCOURT, enviado especial
rolando.pb@granma.cip.cu

SANTO DOMINGO.— La hija natural, ópera prima de Leticia del Toro, fue la primera exhibición de las cuatro películas dominicanas que toman parte en el Cuarto Festival de Cine Global y demostró que, sin grandes presupuestos, pueden realizarse obras de calidad, siempre y cuando haya un talento que las sustente.

El juicio de Nuremberg en la pantalla después de una larga censura.

Aclamada por el público que colmó el teatro Nacional, el filme es una comedia con pespuntes de melodrama y cierto aire naif que busca captar esencias de los pobladores de las zonas rurales del país. Cuenta la historia de una muchacha de 18 años, muy pobre, que pierde a su madre en un accidente y se ve obligada a buscar a su padre desconocido, en una zona bastante intrincada y dominada por creencias espirituales.

Enredos, comicidades y muertos que van y vienen, no como una recreación de ese realismo mágico que llegó a tornarse demasiado recurrente en el cine latinoamericano, sino atendiendo a viejas supersticiones campesinas, son las sustancias predominantes en una película requerida de pulimento en algunos diálogos, pero que fluye con una plausible naturalidad.

Un buen comienzo dominicano en su Festival, que exhibirá, en la jornada de clausura, la primersa cinta animada realizada en tercera dimensión en el país, titulada Tres al rescate.

Y como este es un Festival que busca traer lo más significativo y reciente, puede verse en las salas El juicio de Nuremberg, la reconstrucción, una película que ya va adquiendo categoría de leyenda, no solo por el trabajo técnico que se realizó en su restauración, sino también por la historia, detrás de la historia, que trae implícita.

El juicio de Nuremberg fue filmado por Stuart Schulberg tras finalizar la Segunda Guerra Mundial. Se exhibió en Alemania y en otro países europeos durante los años 1947 y 1948, pero el gobierno norteamericano impidió que se presentara en los Estados Unidos por estimar que ya no interesaba difundir aquel proceso con los asesinos del nazismo, puesto que el enemigo contra el cual había que enfilar los cañones "era el comunismo internacional", tal como ha precisado la hija de Stuart Schulberg.

Una prohibición que duró sesenta años porque "la respuesta de nuestro gobierno ––escribió un periodista del Daily Mirror por aquella época–– es que el pueblo americano es muy sencillo y solo puede retener un enemigo en su cabeza".

Tras las primeras proyecciones europeas de los años 40, los negativos originales fueron destruidos y solo quedaron unos pocos minutos de esas escenas que siempre se repiten en pantalla al hacerse referencia al tema. Se comenzó entonces un trabajo de búsqueda y restauración en los que intervinieron, fundamentalmente, el cineasta Steven Spielberg y el Archivo Nacional de Holanda.

El documental dado a conocer este año, de 78 minutos, ya ha sido presentado en los Festivales de Berlín, Nueva York y Jerusalem. Gracias a las técnicas aplicadas se mejoró la calidad de las imágenes y del audio. Se escuchan lo mismo los argumentos de los acusados que las voces condenatorias de los fiscales.

De los 22 encartados llamados al banquillo, uno de ellos ya estaba muerto por suicidio, tres fueron liberados, 10 ejecutados y siete recibieron condenas de prisión.

Es cierto que no estuvieron en aquel juicio todos los asesinos que debieron estar, pero el documental tiene dos líneas de lectura incuestionables: una relacionada con el pasado y los nazis asesinos, otra que hace pensar en los crímenes de guerra del presente, por suerte con imágenes, pero todavía sin un banquillo para sentar a los acusados.

 

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