De la prensa extranjera

La fea Europa del bostezo

RAFAEL POCH

Dormido y malhumorado, el continente vuelve a ser terreno idóneo para las viejas ideas racistas y el darwinismo social, cuyo avance es patente.

En Viena, los ultras del Partido Liberal Austriaco (FPÖ) acaban de doblar su resultado electoral al obtener el domingo el 27% de los votos en las elecciones para la alcaldía de la ciudad. La clave ha sido una campaña centrada en la xenofobia y la hostilidad hacia los emigrantes. En Hungría un partido de extrema derecha, el Fidesz, que gobierna la nación con más de dos tercios en el parlamento, acaba de hacerse con la mayoría en todos los parlamentos locales y en todas las grandes ciudades del país, excepto una, Szeged, confirmando su conquista total del Estado.

El panorama europeo sugiere una enfermedad continental en la que las ideas de la extrema derecha se están instalando en el centro del espacio y del discurso político, con marcado carácter anti Islam y antiinmigrante.

Por primera vez en 65 años, Budapest tendrá un alcalde de extrema derecha, cuyo partido se ha hecho con casi 600 de los 649 puestos de alcalde y jefe de administración del país. En tres distritos del oeste los neofascistas del Jobbik se han convertido en la segunda fuerza política de Hungría, por delante de los socialdemócratas.

En Alemania, más de una tercera parte de los ciudadanos cree que una Alemania sin Islam sería mejor, un 55% declara que los árabes le son "de-sagradables", y un 58% considera que "habría que prohibir la práctica de su religión".

La crisis está derechizando el espacio de centro en toda Europa, colando concepciones "ultras" en el centro del discurso político, sugiere un estudio que acaba de publicar en Berlín la Fundación Friedrich-Ebert, situada en la órbita del Partido Socialdemócrata, SPD. La conclusión del estudio es que las posiciones ultras, "decididamente antidemocráticas y racistas", así como la aceptación del darwinismo social (sobreviven los más fuertes) y de la de-sigualdad, han conocido un incremento en el 2010. Aumenta el "potencial antidemocrático" de la sociedad, y el antiislamismo podría ser su termómetro esencial.

El 3 de octubre, con motivo de la fiesta nacional alemana, el Presidente alemán, Christian Wulff, un católico conservador, pronunció un discurso institucional en el que entre otras cosas dijo que, "el Islam también pertenece a Alemania". Fue un discurso para contentar a todos, en el que Wulff también se refirió a las "ilusiones multiculturales" y denunció las supuestas resistencias de los emigrantes a adaptarse, así como a los pobres que viven del Estado social de forma indolente.

Hace cuatro años, en el 2006, el actual Ministro de Finanzas, Wolfgang Schäuble, dijo en el Bundestag algo muy parecido a lo de Wulff ("el Islam es parte de Alemania y parte de Europa, parte de nuestro presente y de nuestro futuro"), pero entonces la declaración no provocó reacciones. Ahora la derecha, e incluso sectores de la socialdemocracia, han expresado su desagrado por esa banal afirmación, que no hace sino reconocer la realidad de cuatro millones de musulmanes viviendo en Alemania, la mitad de ellos con pasaporte alemán.

"Los intentos de construir una sociedad multi cultural en Alemania han fracasado, por completo", dijo después la canciller Merkel. "La imagen cristiana de humanidad es lo que nos define, quienes no lo acepten están de más aquí", ha dicho. El Presidente del Land de Hesse (CDU), Volker Bouffier dice que "el Islam no pertenece a la república". Toda una legión de políticos conservadores han rivalizado en consideraciones sobre la incompatibilidad del Islam con la constitución alemana, cuyo artículo cuarto consagra la libertad de culto y pensamiento, y se han llenado la boca con referencias a la "tradición judeocristiana" del país.

El panorama europeo sugiere una enfermedad continental en la que las ideas de la extrema derecha se están instalando en el centro del espacio y del discurso político. El filósofo esloveno Slavoj Zizek constata un "reajuste del espacio político europeo" en el que la tradicional bipolaridad de una fuerza política de centro-derecha (democristiana, liberal o popular), alternando con otra de centro izquierda (socialdemócrata o socialista), está siendo sustituida por otra en la que una fuerza centrista liberal en asuntos de minorías, compite con una fuerza antiinmigrante, flanqueada por grupos neofascistas. Esa nueva constelación ya es una realidad en países como Polonia, Holanda, Noruega, Suecia y Hungría, dice.

El contexto, explica Zizek en el semanario alemán Der Freitag, es una crisis que ha instalado a Europa en una especie de "estado económico de excepción permanente" dominado por políticas de austeridad y recortes sociales que escapan a toda soberanía y opción electoral.

Esta Europa del bostezo, socialmente malhumorada por los recortes, hostil a todos los políticos y, al mismo tiempo, manifiestamente pasiva, presenta un óptimo terreno para la extrema derecha.

Esta "nueva barbarie contra los trabajadores emigrantes y, en especial los musulmanes, es regresiva respecto al amor al prójimo cristiano", dice Zizek. "Aunque se presente como una defensa de valores cristianos, contiene la mayor amenaza al legado cristiano", señala el filósofo de Liubliana. (Fragmentos tomados de Rebelión: Fuente: http://www.lavanguardia.es)

 

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