Nicolás Sarkozy tiene todavía algunas cartas en su manga para
intentar salir airoso de la crisis desatada en Francia, pero se le
acaba el tiempo y el movimiento social parece fortalecido.
A priori el escenario francés plantea un final catársico que
dejará en posición de fragilidad al presidente de la República (Sarkozy)
o a los sindicatos y partidos de izquierda. Sin embargo, las
alternativas futuras no están claras, informó Prensa Latina.
Gasolineras sin servicio (más de tres mil), depósitos bloqueados
y huelgas en las refinerías no parecen problemas de fácil solución,
ni tampoco el uso de la fuerza insinuado por las autoridades tendría
perspectivas de un final feliz.
Analistas consultados señalan un camino escabroso para Francia en
las próximas semanas, la incidencia del invierno y las vacaciones
escolares como probables frenos a las protestas.
El mandatario apuesta a que las impopulares reformas a la ley de
retiros pasen el tamiz del Senado y le permitan anunciar entonces
los cambios en el Gabinete ministerial, con la designación de
rostros mejor vistos en la sociedad para puestos claves.
Son los casos del hasta ahora superministro de Ecología, Energía
y Desarrollo Sostenible, Jean Louis Borloo, como futuro jefe del
Gobierno, y la actual titular de Economía, Christine Lagarde, en
calidad de Canciller.
Si recuperara de esta forma la calma en las alborotadas calles
francesas, Sarkozy tendría renovadas sus esperanzas de reelegirse en
el Elíseo en 2012, mejor posicionado.
Estaría además en el umbral de un ambiente de protagonista
internacional que le da un soplo adicional de oxígeno, con la
presidencia rotativa del G20 (desde noviembre) y del G8 (a partir de
enero).
Lo interesante ante el singular concierto del lado del jefe de
Estado, es la unidad que se ha ido conformando al calor de la
resistencia de los sindicatos, encabezados por los más poderosos, a
la sazón la CGT, CFDT y Fuerza Obrera.
Sumados a las marchas aparecen los estudiantes en las principales
ciudades de la nación y varios de los más prominentes políticos de
los partidos Socialista, Comunista, Anticapitalista y de Izquierda,
con las simpatías de Los Verdes.
Igualmente, las declaraciones de los responsables de los gremios
plantean de una parte un enfrentamiento vertical, aunque con
argumentos suficientes que invitarían a retomar la mesa de
negociaciones.
Por último y no menos relevante, el espaldarazo de la mayoría de
los franceses a que se varíen sustancialmente las reformas (60 por
ciento), retornen las conversaciones Gobierno-Sindicatos (61) y de
insatisfacción por la labor de Sarkozy (65 por ciento).
Se recuerdan con insistencia en estos días a la propia Revolución
Francesa, la rebelión de Mayo del 68 y la parálisis del país en
1995. Ahora Francia parece abocada a transformar su destino.
La interrogante es, hacia qué dirección.