El popular Senador relató que el 21 de abril de 1961 el
Presidente "asumió en una conferencia de prensa la responsabilidad
exclusiva por el desastre de Bahía de Cochinos: Según un viejo
refrán la victoria tiene cien padres y la derrota es huérfana". (1)
Sin embargo, comentó en privado que había confiado excesivamente en
los hombres de la CIA, el Departamento de Estado y el Pentágono,
agregó.
El 23 de julio de 1960, ya como candidato a la presidencia, Allen
Dulles le informó por primera vez de la operación que ya pensaban
justificar en agosto, durante una reunión de la OEA. De hecho, John
Kennedy dudó de la pertinencia del plan que le presentó Dulles poco
después de su elección como Jefe del Estado. Sin embargo, lo aprobó
porque pensó que no le quedaba otro remedio ante una operación
ordenada por su antecesor. Le preocupaba qué hacer con los cientos
de cubanos exiliados reclutados por la CIA. Según Seymour Hersh,
prestigioso periodista y biógrafo de JFK, la negativa primeramente a
anular la operación cuando la conoció bien y a involucrar a la
fuerza aérea regular el 19 de abril de 1961, a pesar de las
presiones de los jefes militares y los miembros de su gabinete, "no
fue producto de la indecisión, sino un verdadero cálculo político y
cínico para desembarazarse del problema sin pasar como un débil a
los ojos de la opinión pública". (2)
Ante el desencanto que invadió al hermano mayor, Robert propuso
ir los tres a consultar al creador del clan, Joseph Kennedy.
El padre les dijo: a la gente le gusta que los dirigentes asuman
su responsabilidad y sentenció: "El asunto es una de las mejores
cosas que te ocurrieron".
"Cuando un año y medio después nuestra nación afrontó la crisis
de los misiles en Cuba y la posibilidad de aniquilación nuclear, la
experiencia de mi hermano gracias al desastre de Bahía de Cochinos,
se convirtió en una de las mejores cosas que le ocurrieron... tanto
a él como al país: generó un saludable escepticismo en relación con
los consejos militares que recibió, cuyo resultado fue la solución
pacífica de la crisis de los misiles... Papá tenía razón cuando,
después de Bahía de Cochinos, consoló a Jack (como lo llamaban en
familia) diciendo que sería una de las mejores cosas que podían
ocurrirle", (3) opinó Edward 49 años después.
La Crisis del Caribe en octubre de 1962 fue también, como la de
Bahía de Cochinos, una experiencia decisiva para el comandante Fidel
Castro. Al inicio de la primavera de 1963, siete meses transcurridos
solamente tras lo que se ha dado en llamar Crisis de Octubre, bajo
el altísimo puntal de un lujoso salón del Kremlin, una larga mesa
acogió a la delegación cubana para el primer almuerzo con la
dirigencia soviética en Moscú, cuya población recibió con
desbordante entusiasmo a Fidel Castro, al mediodía del 30 de abril
de 1963.
El líder cubano había llegado la noche del 29 a Murmansk, ciudad
portuaria en el extremo occidental del país, aún cubierta de nieve
esa primavera. Allí visitó un submarino nuclear. Era su primer viaje
a la URSS y fue recibido por el viceprimer ministro Anastas Mikoyan,
quien lo acompañó en el vuelo a Moscú. La recepción oficial y
popular con Jruschov y Brehznev sería la mañana siguiente en la
capital.
Inmediatamente después de la impresionante demostración del
pueblo en las calles, Nikita Jruschov se levantó de su puesto en la
mesa del Kremlin y pronunció un elogioso brindis por sus huéspedes.
Fidel Castro no se hizo esperar. Con su copa en la mano, miró
atentamente a su alrededor y sobresaltó a los presentes diciendo:
"No puedo dejar de expresar mi desacuerdo con la forma en que fueron
sacados los cohetes soviéticos de Cuba. No se nos consultó y se
tomaron acuerdos a espaldas nuestras, después de haber sido nuestra
tierra el potencial escenario de una guerra nuclear".
Nikita le interrumpió agitado: "¡Lo hicimos para evitar un ataque
contra Cuba y se logró mantener la paz!".
Fidel retomó la palabra con tono airado: "Lo que se logró fue una
paz precaria, pues no existe un verdadero compromiso. Si nos
hubieran consultado se habría logrado mucho más. Habríamos obtenido
una paz verdadera y otros objetivos".
Parecía que la primera visita del líder cubano a la URSS,
terminaría en fracaso. Nadie osaba decir una palabra...
El entonces primer ministro cubano no había ocultado en ningún
momento su enojo desde que Jruschov anunció inconsultamente el 28 de
octubre que retiraría los misiles instalados en Cuba y ofreció la
posibilidad de enviar inspectores de la ONU para comprobarlo.
Declaró Fidel que para inspeccionar el país tendrían que venir en
zafarrancho de combate y lanzó una plataforma de cinco puntos para
lograr una paz verdadera: 1) Cese del bloqueo económico y la presión
comercial y económica. 2) Cese de las actividades subversivas,
invasiones de mercenarios, infiltración de espías y saboteadores. 3)
Cese de ataques piratas desde Estados Unidos. 4) Cese de violaciones
del espacio aéreo y naval y 5) Retirada de la Base Naval de
Guantánamo.
De fuentes soviéticas y norteamericanas se sabe que en 1962
Estados Unidos contaba con 377 cohetes estratégicos y construía
otros 1 000. Los emplazados en Turquía e Italia, daban superioridad
a EE.UU., pues de allí podían alcanzar en 15 minutos a la URSS,
mientras los 44 cohetes intercontinentales soviéticos demorarían 25
en llegar a EE.UU. La URSS solo contaba, además, con 373 de alcance
medio y 17 de alcance intermedio. La instalación de 42 cohetes de
alcance medio e intermedio en Cuba, nivelaría considerablemente la
diferencia y brindaría medios defensivos contra una inminente
invasión de Cuba, lo que conocían soviéticos y cubanos que se
preparaba apresuradamente.
El Congreso de Estados Unidos había aprobado en septiembre 26 una
resolución conjunta que concedía al Presidente la facultad de hacer
uso de las armas contra Cuba.
Fidel había declarado que percibió en la propuesta hecha por
Jruschov de instalar cohetes nucleares en Cuba, una acción que
consolidaría la capacidad defensiva de todo el campo socialista,
incluida Cuba, y que fue el principal motivo para aceptarla, aunque
no se ignoraban los riesgos. Cuba planteaba publicar el acuerdo,
basándose en el derecho a la defensa con cualquier medio militar,
como expresó abiertamente una declaración. Pero Jruschov insistió
con Raúl Castro, Ministro de las Fuerzas Armadas —quien viajó a
Moscú para firmar el acuerdo—, en postergar hacerlo público y
negarlo mientras tanto.
El presidente de Estados Unidos había revelado el 22 de octubre
que sus aviones espías tipo U2 detectaron los cohetes instalados en
Cuba por la URSS. Kennedy demandó que fueran retirados bajo
inspección internacional. Pero Fidel rechazó esa inspección del país
y ordenó una alarma de combate para rechazar la agresión. El
mariscal Rodion Malinowsky, ministro de Defensa ruso, instruía por
su parte al general Issa Piev, a poner las tropas ubicadas en Cuba
en disposición combativa, listas para rechazar al enemigo junto al
gobierno cubano.
En la noche del 23 el presidente norteamericano rechazó los
consejos militares de tomar la iniciativa del primer golpe, decretó
un bloqueo naval y puso a todas las fuerzas armadas en máxima alerta
por primera vez en la historia del país.
Al día siguiente autorizó Kennedy los vuelos a baja altura,
además de los que efectuaban los U2 fotografiando el territorio
nacional. El 25 ya se habían efectuado 15 vuelos. Fidel avisó a
Jruschov que Cuba resistiría firme y decididamente. U Thant,
secretario general de la ONU, anunciaba una mediación tripartita a
comenzar el día 26.
Mientras tanto, en esa misma fecha, Jruschov propuso en privado
retirar los cohetes contra una promesa norteamericana de no invadir
a Cuba. Kennedy aceptaba levantar el bloqueo naval y dar seguridad
contra una agresión a la Isla, insistiendo en la inspección.
En una sorpresiva acción, la artillería anticoheteril soviética
derribó entonces un avión U2 que volaba sobre Banes, en el oriente
de la isla. El ambiente se tensó más y provocó una carta del
presidente Kennedy, susceptible de varias lecturas: era amenazadora
y a la vez tolerante, tratando de dejar ver que el acto podría no
haber sido ordenado por Jruschov, quien ya negociaba con él. Que
podría haber escapado al control del Premier soviético. El día 28
Jruschov aceptó los términos de Kennedy y después informó a Fidel,
quien no conocía de las conversaciones secretas.
El comandante en Jefe declaró que la noticia había producido en
Cuba "una gran indignación porque nos veíamos convertidos en una
especie de objeto de cambio... nos enteramos por radio que el día 28
se ha producido un acuerdo". Comprensible solo para los cubanos, la
reacción del pueblo no fue de alivio, fue de profundo malestar. Con
un punzante humor, la gente decía: "Nikita, Nikita, lo que se da no
se quita".
U Thant viajó a Cuba y como Fidel se negó a aceptar la
inspección, el Secretario General de la ONU declaró que el dirigente
cubano estaba en su derecho al negarse y Naciones Unidas no podía
obligarlo.
Ante la situación, Jruschov envió el 2 de noviembre a Mikoyan a
la Isla, quien durante varios días trató de convencer al Premier
cubano. Pero fue imposible.
Finalmente, tras dos semanas en la Isla, Mikoyan propuso que la
inspección se realizase en los barcos. Fidel le respondió que ese
sería un problema de la URSS. Y hubo inspección en los barcos, no en
Cuba. Desde entonces la doctrina militar cubana pasó a ser la de
resistencia nacional si el territorio era ocupado.
El analista francés Raymond Aron lo expresó así en su obra Le
Gran Debat: "la República Cubana es capaz de defenderse... ella
puede hacer pagar al agresor eventual un costo desproporcionado al
rendimiento de la conquista; ella es también capaz de dejar al
agresor solo ruinas que ocupar. Si los dirigentes de esta república
tienen el coraje —y según toda probabilidad lo tienen—, incluso
privados del apoyo soviético, ellos pueden negarse a capitular". El
tiempo ha demostrado, aun hoy, su real vigencia.
Muchos jefes de Estado aprendieron lecciones de la confrontación.
El presidente Charles De Gaulle las resumió diciendo: Dado que
Estados Unidos puede poner en peligro de una guerra termonuclear a
Europa sin consultarla, Francia tiene que poseer su propia fuerza
nuclear. Y se retiró técnicamente de la OTAN.
La tensión de aquel primer día del viaje en Moscú, bajó después
del incidente. Evidentemente los días luminosos y tristes
solidificaron una relación del estadista indómito y el estadista
poderoso, basada en el respeto y el cariño.
En su carta de despedida a Fidel en octubre de 1965, tres años
después de la confrontación que estuvo a punto de desencadenar una
guerra nuclear, Che Guevara recordaba esos hechos expresando: "sentí
a tu lado el orgullo de pertenecer a nuestro pueblo en los días
luminosos y tristes de la Crisis del Caribe. Pocas veces brilló más
alto un estadista...".
También para Kennedy fueron días luminosos y tristes.
(1). Edward M. Kennedy. Los Kennedy. Mi familia. Memorias,
septiembre 2010, Ediciones Planeta Madrid S.A. Pág. 209
(2). Seymour Hersh. La face cache du clan Kennedy. Citado en
Ivonnick Denoel. Le Livre noir de la CIA. Nouveau Monde Edition. Pág
154
(3) Los Kennedy. Mi familia. Ibid. Pág. 222