Lozanía de la Tumba Francesa

Yaimara Villaverde Marcé

GUANTÁNAMO.— La Tumba Francesa Santa Catalina de Ricci revive su esplendor por estos días como parte de la celebración en esta ciudad de la Jornada por el Día de la Cultura Cubana.

Días atrás tuvo lugar un encuentro entre las agrupaciones de igual carácter que perviven en el oriente del país: La Caridad de Oriente, de Santiago de Cuba; Bejuco, de Sagua de Tánamo, Holguín; y la Santa Catalina, denominada así en honor a la patrona de la Villa del Guaso.

Los anfitriones mostraron la manera en que conservan los rasgos fundamentales del ritual escénico-musical, a través de la transmisión de una a otra generación.

Estas reliquias del folclor insular figuran entre los máximos exponentes del proceso de transculturación, derivado del flujo migratorio de colonos franceses y sus dotaciones de esclavos, tras estallar la Revolución de Haití a finales del siglo XVIII.

Tumba, es una voz conga que significa fiesta ruidosa de tambores, y en sus orígenes era celebrada por negros y mulatos haitianos, quienes imitaban los bailes de corte de sus amos galos, pero al toque de instrumentos africanos.

Por tal razón esas sociedades, declaradas por la UNESCO como Obras Maestras Cubanas del Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad, incluyen en su repertorio danzario géneros como la polka y el minué, de esencia europea; y el yubá, front o frenté, expresiones africanas.

Numerosos investigadores sostienen que en esta manifestación se encuentran las raíces del Changüí, una de las células primarias del son, nacida en la región más oriental de la Isla. (AIN)

 

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