La campaña de la SIP contra Bolivia es característica de las
operaciones de propaganda desarrolladas por este grupo radicado en
la Florida contra los gobiernos latinoamericanos que se niegan a
someterse a las orientaciones de Estados Unidos.
Según la agencia española EFE, la "misión" estará encabezada por
el presidente del llamado Instituto de Prensa de la SIP y director
del diario derechista La República de Lima, Perú, Gustavo Mohme.
La delegación pidió una audiencia con el presidente Evo Morales
"y también prevé reunirse con las asociaciones bolivianas de medios
y periodistas, con parlamentarios y con representantes de la
Iglesia".
Desde que fue recuperada, hace décadas, por el coronel Jules
Dubois, la SIP se convirtió en una agencia de inteligencia más del
gobierno norteamericano, que permite al Departamento de Estado
influir de manera directa en la prensa de todo el continente.
Con el curso de los años, la asociación de magnates intervino en
la UNESCO, para defender el control de la información por la empresa
privada; participó en la propaganda sucia contra el gobierno
democrático de Salvador Allende; se mantuvo bien callada durante el
golpe contra el presidente Hugo Chávez a quien, desde entonces,
ataca de manera obsesiva.
La organización evita recordar que dos de los principales
conspiradores del cuartelazo que llevó a la expulsión del presidente
hondureño Manuel Zelaya son también sus principales (y casi únicos)
miembros hondureños.
Carlos Roberto Flores Facussé, ex presidente de Honduras
(1998-2002) y dueño del periódico La Tribuna y Jorge Canahuati
Larach, el multimillonario dueño de los diarios La Prensa y El
Heraldo, aparecen entre los conspiradores que iniciaron el proceso
golpista en el país centroamericano.
Para muchos observadores, la SIP es un órgano de injerencia
comparable a la USAID, que viola de manera continua la soberanía de
las naciones, ubicando el mensaje y los intereses de Estados Unidos
por encima de la independencia y de las leyes de los pueblos.