Uno de los cadáveres era de un joven que tenía 19 años de edad
cuando murió en Iraq sin haber conocido siquiera por qué estaba
envuelto en aquella guerra y en qué punto de la geografía se
encontraba Bagdad.
Quizás alguna vez, durante sus estudios, escuchó o leyó algo
sobre la ciudad de las Mil y una Noches, sin saber entonces que en
plena juventud estaría allí; y mucho menos que en esa árida tierra
encontraría el final de su vida.
El otro cuerpo, también de un militar, un sargento del Ejército
de Estados Unidos. Los despachos noticiosos no dicen su nombre,
edad, ni tampoco dónde murió.
Pero lo real es que se trata de dos cadáveres de soldados
estadounidenses que sepultaron en el lugar equivocado en el
cementerio del condado de Arlington, Virginia.
Los dos féretros fueron abiertos recientemente y quedó probado
que los restos fueron intercambiados, uno enterrado en el lugar del
otro, a pocos metros de distancia de la tumba que les correspondía.
Resulta que los respectivos cuerpos fueron inhumados con
identidades equivocadas.
El error —al parecer bastante común en ese camposanto militar—
obligó a la exhumación y la realización de nuevas ceremonias
fúnebres con las familias, lo que, como es lógico, agregó tristeza e
indignación en los presentes.
Ya en junio pasado se había conocido un informe del Inspector
General en el cual denunció irregularidades en documentos sobre
sepulturas en el transcurso de los años en la necrópolis de
Arlington.
Las investigaciones descubrieron más de 100 tumbas sin
identificación, urnas desenterradas y tirados los restos o lápidas
con nombres nunca registrados, señala el reporte de ANSA.