Sin esperar a que llueva café

El país no puede seguir invirtiendo cerca de 40 millones de dólares, como en este año, para importaciones de ese grano

Juan Varela Pérez

Los precios que tiene hoy el café en el mercado internacional y la situación financiera del país no toleran, como en este 2010, una inversión anual cercana a 40 millones de dólares para importar el que se destina al consumo de la población.

No obstante sus limitados recursos, el Estado estimula a los productores con precios muy por encima de los que existían y, aunque todavía no satisfacen todas las necesidades, incrementa la entrega de aperos de labranza y otros insumos para enfrentar la etapa inicial del programa de recuperación y desarrollo del café.

Si la estrategia en vigor se cumple, las compras en el exterior podrán eliminarse gradualmente hasta erradicar una pesada carga que el país no puede soportar por más tiempo, pues de acuerdo con estimados ya para el año próximo habría que gastar nada más y nada menos que 47 millones de dólares en el consumo del aromático grano.

El deterioro de la producción en años anteriores tuvo la más dramática caída en la cosecha del 2009, la peor en nuestra historia cafetalera, al acopiarse apenas 5 500 toneladas. Este negativo balance ratificó la urgencia de explotar mejor el potencial existente, y eliminar la negligencia y la falta de control al aplicarse la agrotecnia en las plantas, una de las atenciones más débiles del sistema.

Este país fue en pasados años un gran exportador que se distinguió por la calidad de su grano, muy cotizado en exigentes mercados. Aunque son épocas diferentes hay un dato de interés: Cuba fue en la década del 40, según fuentes del Ministerio de la Agricultura, la principal exportadora de café del mundo.

Experimentados cafetaleros opinan que la actual crisis, lejos de ser irreversible, puede quedar atrás si hay sistematicidad en los especialistas y directivos, junto a los protagonistas, para trabajar como debe ser en la recuperación, tal y como se evaluó en el curso de las decisiones y acuerdos del X Congreso campesino.

Para elaborar la estrategia nacional fueron examinadas las inquietudes, preocupaciones y demandas de los colectivos. Ninguno, por tanto, es ajeno a su contenido.

Los compromisos en la base

El plan tomó en cuenta los compromisos de la base y el empeño por impulsar las transformaciones que incluyen la disciplina tecnológica, la regulación de la sombra en los cafetos, la integralidad del trabajo, el rescate de las tradiciones de la otrora potente "familia cafetalera" y la conservación de los suelos.

El Ministerio de la Agricultura, la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños y el Ejército Juvenil del Trabajo, asumen la máxima responsabilidad en la ofensiva en la cual tienen igualmente un rol decisivo el Sindicato Nacional de Trabajadores Agropecuarios y otros organismos e instituciones.

Orlando Guevara, especialista de café del Ministerio de la Agricultura, explicó a Granma que lo primero era contener el descenso y aspirar en la actual cosecha a no menos de 6 700 toneladas.

Tanto en Santiago de Cuba —la mayor aportadora—, como Guantánamo, Granma, Holguín, Cienfuegos, Villa Clara, Sancti Spírítus y Pinar del Río, las cooperativas de producción agropecuaria y de crédito y servicios; unidades básicas de producción cooperativa y las granjas, saben desde ahora lo que les corresponde.

El objetivo consiste en garantizar el modesto plan del 2010 que abre el camino para llegar en el 2015 a las 22 000 toneladas.

Todas las provincias cafetaleras iniciaron la cosecha aunque no es pareja la intensidad atendiendo al grado de maduración del grano. Aumentar el rendimiento por hectárea es capital para cosechar mucho más café con menos áreas. En la actualidad las tierras dedicadas a ese cultivo totalizan 80 700 hectáreas y de ellas solo el 85% está en producción y mal aprovechado.

El sector cooperativo y campesino es responsable del 63% del café que se comercializa, las Unidades Básicas asumen el 30% y el resto corresponde al Ejército Juvenil del Trabajo y a las granjas estatales.

Uno de los elementos neurálgicos en este retroceso lo constituye la carencia de fuerza de trabajo en la montaña, déficit que ha obligado durante años a una costosa movilización anual de miles de estudiantes y trabajadores de otros sectores.

Ellos benefician plantaciones y recolectan el grano pero, con la ineficiencia que generan, esa delicada operación ha sido perjudicial, sin contar la baja productividad y el desestímulo a la incorporación de los pobladores de la zona rural.

Y esto último es una de las paradojas de la vida en la montaña, porque el desarrollo social impulsado por la Revolución en esas zonas ha sido alto, pero no ha tenido por parte de los moradores la correspondencia debida en las respuestas que ha demandado la economía.

El Plan Turquino desempeña un rol significativo en el desarrollo económico y social de la montaña, mas se hace necesario incrementar la base económica que lo sustenta, especialmente la producción cafetalera.

Hoy se aprecia, al mejorar las condiciones de trabajo y los ingresos personales con el aumento del precio a la producción del café, una tendencia positiva de retornar a la montaña, y más del 78% de las CPA y CSS están comprometidas a realizar la cosecha con fuerzas propias y de la comunidad.

No obstante, en el oriente, por ejemplo, donde la parte alta de la cosecha comienza en octubre, ya se organizó una plantilla en la cual todavía serán imprescindibles estudiantes y trabajadores de otros sectores para la recogida y demás labores, pero la disminución debe ser sensible con respecto al 2009.

Fomentar el café en zonas urbanas

Existe hoy una proyección halagüeña. En primer lugar, la decisión estatal de financiar los gastos para el fomento de plantaciones y la creación de viveros, capaces de garantizar las posturas que demanda la siembra de 5 000 hectáreas en el 2011. Disponer de las dosis de fertilizantes, que hace años no se suministraba, forma parte de la estrategia que regirá el futuro cafetalero.

De la misma manera se pretende crear un movimiento capaz de generalizar el fomento del café tipo Robusta, que resulta uno de los acuerdos del Congreso campesino que mayor interés despierta, sobre todo en zonas urbanas, las cuales en tiempos no lejanos lo cultivaron. De cristalizar este llamado, siempre con la debida asesoria técnica, pudiera constituir una contribución extra sin costosas inversiones.

Hay también el empeño de rescatar por vía de una agrotecnia consecuente las plantaciones de bajo rendimiento, y sustituir de forma gradual las que no puedan salvarse. Si eso se logra, habría estabilidad en el ascenso productivo y en los rendimientos.

Por directiva del Estado, los organismos correspondientes crean condiciones para con estos cambios alcanzar una producción que oscile, al igual que en la década del 70, entre las 28 000 y 30 000 toneladas de café anuales. Lo cual todavía estaría lejos de lo que alcanzó la Revolución en sus primeros años, sobre todo la campaña 1961-62, cuando se llegó a 60 330 toneladas en 167 631 hectáreas.

La crisis cafetalera tiene muchas justificaciones y en parte es verdad que la producción se ha visto dañada unas veces por el azote de los ciclones, otras por la sequía, en los últimos años ha estado muy presente el déficit de insumos básicos y la falta de motivación por los bajos precios, pero no nos llamemos a engaño, el principal problema consiste en la falta de control: la poca atención a los productores, la ineficiente aplicación de la tecnología al cultivo, la escasa siembra, resiembra y poda y la casi olvidada renovación de las viejas plantaciones.

Si eso lo resolvemos, no habrá que esperar a que llueva café; lo tendremos en las matas.

 

| Portada  | Nacionales | Internacionales | Cultura | Deportes | Cuba en el mundo |
| Comentarios | Opinión Gráfica | Ciencia y Tecnología | Consulta Médica | Cartas| Especiales |

SubirSubir