Dos mundos encontrados

NELSON HERRERA YSLA

El pasado mes de julio se lanzó al espacio de los eventos internacionales una nueva Bienal: la de Portugal, denominada en esta ocasión PortugalArte 2010.

Obra de Roberto Diago.

Esta primera edición estuvo matizada por la participación numerosa de artistas de dos países: Cuba y los Estados Unidos. La primera con cerca de 75 en casi todas las manifestaciones contemporáneas del arte, mientras que la segunda con algo más de 150. Ambas representaciones se vieron acompañadas con artistas de otros países de Europa y Asia pero en proporciones mucho menores, casi imperceptibles.

Su director fue el coleccionista portugués Miguel de Carvalho y contó con la asesoría artística general del curador y productor norteamericano Stefan Symchovitz, radicado en Los ángeles, California, cuyos fundamentos estuvieron basados en la articulación de ocho proyectos expositivos, o "reinas" como les llamó, que respondieran a algunas preocupaciones de los artistas de hoy sin un tema específico integrador o de búsqueda reflexiva.

El evento se desarrolló en cinco ciudades del país, exhibiéndose la mayor parte de las obras en Lisboa, tanto en espacios cerrados como en plazas y parques. En esta ciudad se concentró el 99% de los artistas norteamericanos, compartiendo el enorme espacio central del Pabellón Portugal, obra del renombrado arquitecto Álvaro Siza para la Feria Mundial de 1998, con varios de los artistas cubanos. En las otras ciudades: Grándola, Troya, Portimao y Vila Real de Santo Antonio, la primacía correspondió a los cubanos, quienes ocuparon varios centros de arte, espacios de exhibición en teatros y centros de congresos así como el aire libre en parques, paseos marítimos, plazas. Realmente, a la participación de los artistas cubanos se debió, en lo esencial, la extensión de la Bienal a otras ciudades del país luso. De lo contrario, hubiera estado confinada solo a la capital del país.

Un equipo de curadores cubanos, conformado por Juan Delgado Calzadilla, Elvia Rosa Castro y Nelson Herrera Ysla, tuvo a su cargo la selección de los artistas, de las obras y proyectos a participar y decidir la compleja y dispersa museografía en tantos sitios abiertos y cerrados, lo cual constituía un quebradero de cabeza pues esto último se llevó a cabo en apenas 25 días antes de la inauguración.

Uno de los logros importantes de nuestra participación —la más numerosa de artistas cubanos vivos fuera del país en toda su historia, y que resultaría extensísimo nombrarlos aquí a todos— fue la presencia de varios de los artistas con el fin de montar sus propias obras, la mayoría instalativas.

Fue así que pudieron viajar Luis Gómez, Rodolfo Peraza, Duvier del Dago, Humberto Díaz, Jorge Wellesley, Abel Barreto, Douglas Argüelles, José Emlio Fuentes (JEFF), Antonio Margolles, Lidzie Alvisa, Santiago R. Olazábal, Yoan e Iván Capote, Esterio Segura, Roberto Diago, por invitación expresa de la dirección del evento y de otras personalidades, lo cual contribuyó, sin dudas, a hacer mucho más notoria la visibilidad de la producción simbólica cubana en el evento.

Las más complejas obras instalativas correspondieron, por esta razón, a los artistas cubanos pues en el resto de las obras participantes de otros países fueron mayoritarias la pintura, la escultura, la gráfica, el objeto y el video en tanto soportes y morfologías significativas.

Llamó la atención, desde los días de montaje y preparación de los espacios, la diferencia de las obras de Cuba respecto de las exhibidas de otros países, pues en ellas vibraba una visión muy particular y más profunda de los contextos en que se produjeron, a lo que añadiría las resonancias particulares de cada una.

En muchas de las obras de los artistas norteamericanos actuales primó una tendencia neo pop que reformulaba algunas de las conquistas de aquella corriente importantísima del espectro artístico de los años 60, solo que sin la fuerza y trascendencia de este. Más bien se trataba de, en algunos casos, una suerte de parodia de lo que hoy observamos en la televisión, el video clip, el cine, los conciertos de música, los periódicos, las revistas y, sobre todo, en los artículos de consumo, esta vez de manera chirriante, superficial y pomposa, atrapada en la necesidad de llamar poderosamente la atención, de hacerse notar, muy por encima de cualquier interés reflexivo o crítico.

Colores de alta saturación, brillo excesivo de plateados y dorados, formas "nuevas", ocultaban cualquier intento de discurso racional aunque por debajo de muchas de ellas era notable un glamour de nuevo tipo o, con mayores pretensiones quizás, una estética nueva, al parecer condicionada por lo que circula hoy a través de los diferentes canales masivos de comunicación.

En el lado opuesto, como señalaba arriba, se hallaban las obras de Cuba, directas y claras, transparentes en muchos casos, trasmitiendo el pulso de una cultura viva, en constante proceso de reformulación de sus propios discursos acerca de la sociedad, la política, la economía, la religión, la información, la visualidad.

Pudiera argumentarse, hablando en plata, de dos mundos encontrados de cerca, casi frente a frente, dentro del panorama tan heterogéneo y diverso de las artes visuales contemporáneas y que esta Bienal de Portugal acogió para, en buena lid, ponernos a pensar a todos acerca de caminos y tendencias que proliferan sin intereses de dominación.

No hubo foros de discusión o debates, algo que hubiese sido necesario, creo, para arrojar ideas en torno a tan importantes cuestiones. Tampoco talleres u otras estructuras participativas tanto de expertos como de público. Pero se trató de la primera vez, lo que se considera la "novatada", de ese primer intento de un país apenas nombrado hoy en el mapa mundial del arte y que se propuso empezar a hacerse ver de la mejor manera posible.

Lisboa cuenta con una generosa red de espacios grandes de exhibición, no así de galerías y centros alternativos. Dos de los artistas portugueses notables participan activamente en grandes eventos internacionales: pienso en Cabrita Reis, en Yoana Gonsalves sobre todo. Pero no son suficientes para activar un cierto poder de convocatoria tan necesario en este tipo de eventos.

Aunque varios periodistas norteamericanos, de algunas revistas influyentes en el panorama del arte actual y de periódicos importantes, estuvieron presentes, se sintió la ausencia de otros de diversas partes del mundo así como de sus críticos y curadores que no escatiman tiempo ni dinero para trasladarse allí donde algo "está pasando".

Esperemos que la segunda edición pueda subsanar esto. Y que los objetivos y principios curatoriales, tanto como los museográficos, coloquen a esta nueva Bienal en el lugar que aspira.

 

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