Quien duerme, muere

Carlos Díaz, director de Teatro El Público, veinte años después del punto de partida, alista dos nuevos espectáculos

AMELIA DUARTE DE LA ROSA

A estas alturas Teatro El Público tiene acostumbrados a los espectadores a una absorbente aventura cuando les convoca a una nueva puesta. Osado y controvertido para unos, espectacular y desmesurado para otros, el trabajo de la compañía ha sabido mantener, durante veinte años, un espacio privilegiado para la confrontación de lenguajes estéticos, opciones artísticas y éticas que ha formulado en cada una de sus producciones.

En busca de una mejor comunicación con el público, de perfeccionamiento con el equilibrio que siempre persigue la belleza, se encuentran la virtud y el talento de su director Carlos Díaz. Su instinto teatral, su pasión por romper los convencionalismos, la meticulosa preparación del escenario y la utilización de las técnicas siempre subordinadas al impulso de la creación hacen de este profesor y asesor dramático, diplomado en la primera graduación del Instituto Superior de Arte, uno de los directores más inquietantes de la escena nacional.

Con dos décadas de trabajo, cualquiera que repase la práctica del grupo en sus múltiples producciones en el Cine Teatro Trianón en la calle Línea, del Vedado, advertirá una organización comprometida con la realidad cubana, ambiciosa y madura en su proyección.

Justo en el lugar donde germinó El Público, Díaz, en medio del montaje de uno de sus próximos estrenos, habló de los comienzos: "En el año 1989, en la Sala Covarrubias, presentamos una trilogía de teatro norteamericano que contenía dos obras de Tennessee Williams, Zoológico de cristal y Un tranvía llamado deseo; y Té y simpatía, de Robert Anderson. En ese momento no era fácil establecer una estructura teatral sino con la ayuda del Teatro Nacional.

Ese primer proyecto —que involucró a pintores, diseñadores, escenógrafos y actores— marcó el inicio del grupo que se oficializó tres años más tarde como Teatro El Público, en referencia a la obra de García Lorca. "Queríamos seguir haciendo teatro" —explica Díaz, quien anteriormente había fungido como director artístico del Ballet-Teatro de La Habana—; recuerdo que Vicente Revuelta confió mucho en lo que estábamos haciendo, en una entrevista dijo: ‘Eso hay que apoyarlo porque está vivo’".

El maestro estaba en lo cierto. Montajes de altos quilates como Las criadas, de Genet; La niña querida, de Virgilio Piñera; Calígula, de Camus; de gran convocatoria como La Celestina, de Fernando de Rojas; y más recientes como Josefina la viajera, de Abilio Estévez; y Las amargas lágrimas de Petra von Kant, de Fassbinder, constituyen espectáculos que no solo han legitimado a la compañía dentro y fuera de la Isla, sino que han delineado la poética transgresora, ligada a disímiles tópicos de la vida cotidiana, por la que siempre apuesta El Público.

Con más de 35 actores graduados de las escuelas de arte, Díaz monta ahora dos obras paralelas. "Para la Semana del Teatro Alemán trabajo con Ana y Marta, una de las últimas obras de la dramaturga Dea Loher que se va a presentar en la galería Haydée Santamaría de la Casa de las Américas a partir del 5 de octubre; y Tango, del polaco Slawomir Mrozek, que se va a estrenar el 2 de octubre en la Covarrubias".

Actualmente el repertorio del grupo, que cuenta con textos clásicos y contemporáneos, se amplía. Su director afirma que las obras aparecen casi solas: "Cada momento que va viviendo la compañía te impone decir algo diferente. Tango, por ejemplo, es una comedia de humor negro. Mientras, la otra es sobre la situación que tienen muchas personas en edad de retiro. Es la queja de las generaciones que han perdido su valor laboral y prácticamente están perdiendo su valor humano".

A la temporada por la celebración de las dos décadas se suma un evento teórico, que tendrá lugar en octubre, y luego, en noviembre, una muestra de vestuarios, bocetos, elementos escenográficos y fotos de gran parte de sus puestas en escena a lo largo de estos años de trabajo, los cuales Carlos resume como "la rabieta de haber aparecido, no por querer cambiar, sino por querer hacer"

"Han sido años de mucho placer al trabajar. No hemos transado con las dificultades, aunque borrascas siempre hemos tenido. El grupo tiene la pinta de la palma real, derecha y preparada para desafiar cualquier rayo. La gente de teatro tiene que entregar mucho y enfrentar los problemas con humildad, como dice un texto de Petra von Kant. El teatro, si se duerme, muere."

 

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