Enrique Varona González

Ejemplo para los ferroviarios

Larry Morales y Raquel Marrero

Al líder obrero Enrique Varona González el tiempo no ha podido propinarle la muerte definitiva, la del olvido, porque ahí están los legendarios talleres ferroviarios, donde su voz llamando a la huelga aún resuena, donde los hierros conservan las huellas de sus manos y sus pasos están marcados en cada rincón.

Ahí está la terminal ferroviaria, dispuesta a no renunciar a sus ancestros que la llenaron de gloria, cuando el pitazo estridente de la locomotora anunciaba en sus andenes que el tren iba a salir porque la huelga había sido ganada por los obreros.

Ahí están esos ancianos que con manos temblorosas relatan historias y dicen con orgullo: "¡yo fui compañero de lucha de Varona!"; ahí están las calles por donde anduvo Varona, el caserón donde vivió humildemente con su esposa y sus dos hijas, la esquina penumbrosa donde un asesino le disparó.

Enrique Varona era natural de Consolación del Sur, Pinar del Río, luego radicó en Santa Clara, y en 1917 llegó a Morón, Ciego de Ávila con su familia, lugar que escogió como punto de partida de su largo viaje hacia la Historia. Fue campesino, obrero y mecánico de la casa ingenio en el central Patria, primero, y después en los talleres del ferrocarril del norte de Cuba, donde se hizo maquinista.

Comenzó a participar en las huelgas y protestas. Su nombre se mencionaba entre los obreros, su valentía era objeto de comentarios; así llegó a ser elegido Presidente del Gremio LA UNIóN. Corrían los años inciertos de la década del veinte, cuando ya Varona era un líder obrero con ideales precisos y metas concretas. Se fue tornando leyenda; su nombre rebasó los confines regionales para ocupar un espacio en la nación y traspasar las fronteras de esta.

Fue así como los explotadores se dieron cuenta de que había que neutralizar a Varona. Apelaron al soborno, luego a la intimidación, las amenazas, las calumnias y hasta las cárceles.

La orden de asesinarlo estaba dada por el gobierno de Gerardo Machado. La noche del 19 de septiembre de 1925, el asesino se dispuso a realizar su crimen en una penumbrosa esquina de Morón.

Cuando Varona se dirigía con su familia hacia el teatro Niza, sonó un disparo, mientras un cobarde corría, un hombre ya moribundo se abrazaba a su esposa sin saber que iba a vivir eternamente.

Así cayó quien había orientado al proletariado a mantenerse firme en la consecución de sus justas demandas y en lucha del movimiento obrero, mientras Machado cumplía la promesa hecha a los imperialistas que en Cuba ninguna huelga duraría más de 24 horas.

Luego de su muerte, la cual conmovió a la opinión pública nacional y mundial, estremeciéndola de indignación y horror, se supo que la misma suerte corrieron otros obreros, trabajadores agrícolas y campesinos, ultimados por esbirros machadistas.

Pero pasaron los años, y el primero de enero de 1959, las tiranías fueron derrotadas y Varona se tornó un precursor. Hoy a 85 años de su muerte el mejor homenaje a ese obrero de prestigio entre los ferroviarios cubanos son las labores de recuperación del ferrocarril que desarrollan los trabajadores del sector con el propósito de mover por ese medio mayor cantidad de cargas y pasajeros, y aportar eficiencia a la economía del país.

 

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