Paraíso del buen hacer

Miguel Febles Hernández

Nunca un nombre fue escogido con tanto acierto. Basta traspasar la portada que anuncia la llegada del visitante a la Finca El Paraíso, en el municipio camagüeyano de Florida, para confirmar que, en efecto, el ambiente de organización, la cultura del detalle y la laboriosidad de los hombres señorean por doquier.

Fotos del autorEn las fincas del complejo arrocero camagüeyano comienza a fomentarse el carnero Rojo Cerezo.

"Esto no siempre fue así", aclara Idelino Álvarez Folgoso, director del Complejo Agroindustrial Arrocero Ruta Invasora, quien recuerda cómo, cuando surge la unidad en 1996 con el propósito de producir alimentos para los trabajadores y sus familias, apenas contaba con dos naves, un comedor rústico y 51 hectáreas de tierra perdidas en marabú.

Mucho hubo que trabajar desde entonces para transformar el entorno y crear una sólida infraestructura que diera respuesta al ambicioso programa en marcha, dirigido no solo a satisfacer las necesidades de la empresa, sino también a promover las ventas en divisas e incrementar la presencia en los mercados agropecuarios estatales.

Héctor Hernández Limia: “El colectivo se siente atendido y estimulado, y eso se revierte en resultados concretos”.

La Finca El Paraíso dispone hoy de 225 hectáreas con once naves avícolas, una para ovinos, una caballeriza, un ranchón multipropósito y otras edificaciones que conforman un bello paisaje campestre, donde los viales interiores, las cercas, los postes vivos y los frutales dan al lugar el toque de distinción definitivo.

SU MAYOR ORGULLO

Sin embargo, lo que realmente enaltece y constituye el mayor orgullo para el colectivo de 40 trabajadores son los animales: divididos en corrales por especies, la vista se pierde y disfruta ante las manadas de guineos, pollos camperos, pavos y carneros, a los que se unen ahora los rebaños de toros en ceba.

Fundador de la unidad y su jefe desde hace más de diez años, Pedro Martín Navarro tiene las cuentas bien claras: en el caso de los guineos, solo tenían 1 500 cuando comenzaron y hoy rebasan los 46 000, con serias pretensiones de crecer mucho más a partir del excelente trabajo en la reproducción.

"Los animales, dice, se alimentan básicamente con subproductos del arroz. De dos meses en adelante, por ejemplo, los guineos se pueden comercializar: están plumados, sanos..."

Se dice fácil, pero tanto los guineos como el resto de las especies —hay pavos reales, faisanes y codornices en menor cuantía— exigen de una esmerada atención por parte de los trabajadores, quienes devengan un salario de acuerdo con los kilogramos de carne vendidos al final de cada ciclo de ceba.

LA DÉCADA NO QUEDA ATRÁS

Vecina de El Paraíso, la Finca La Década muestra también credenciales de buen hacer tras convertir un espeso marabuzal en tierras aptas para el pastoreo y avanzar en la construcción de los corrales y demás instalaciones imprescindibles para el desarrollo perspectivo de la unidad.

"Hubo que trabajar muy duro para poner a punto los potreros", comenta el jefe de la finca Jorge Luis Galindo Ruiz, luego de relatar las labores de buldoceo, pase de gradas y siembra de pangola que hubo que ejecutar en tiempo récord para iniciar el fomento del carnero Rojo Cerezo e incursionar en la ceba de toros.

"Sobre todo con los carneros, explica Jorge Luis, los trabajadores son muy rigurosos en su atención. Aquí entran chiquitos y feos, y a los pocos días ya no se conocen. Aumentan alrededor de medio kilogramo diario como promedio. Este año debemos cerrar con más de ocho toneladas de carne ovina producidas".

Como si fuera poco tanto esfuerzo, el colectivo de La Década se apresta a enfrentar a partir de octubre, con buenos augurios, la campaña reproductiva del carnero, alista un lote de 80 toros para su venta en diciembre y demuestra cómo desarrollar en condiciones rústicas un excelente coto de cerdos criollos.

EL SECRETO ESTÁ EN LOS HOMBRES

Ambas fincas forman parte de la Unidad Empresarial de Base Producciones Agropecuarias, un verdadero emporio dentro del Complejo Ruta Invasora que posee, además, planta de procesamiento de carnes, unidad genética, granja avícola, fábrica de pienso y dos clasificadoras de arroz.

Su director, Héctor Hernández Limia, confiesa no sentirse abrumado por tan diverso nivel de actividad pues, como afirma, cuenta con un colectivo muy unido de más de 500 trabajadores, que labora duro de sol a sol y cuida lo que tiene, porque se siente atendido y estimulado.

"Para ilustrarlo de alguna manera, aquí duele que se parta el gajo de una mata. Los propios obreros cuidan a los animales, se ve una producción en franco crecimiento y el robo se ha reducido prácticamente a cero".

Ello ha incidido en el peso creciente de la Unidad Empresarial en la producción mercantil del complejo arrocero camagüeyano, al exhibir hoy una buena salud económico-financiera, con una correlación salario medio-productividad favorable y ganancias netas que ascienden a 1 409 000 pesos.

"Trabajamos fuerte sobre los costos, para que no se nos vaya por ahí la eficiencia, aunque esta es una actividad que exige de no pocos insumos".

 

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