Quienes llegan por primera vez, no imaginan que un restaurante
perteneciente al sector del Comercio y la Gastronomía sea tan
exclusivo, incluso, cuando se le compara con los más encumbrados
pertenecientes a la red de divisas, esos que casi siempre tienen
opciones más variadas. La Atarraya exhala un servicio exquisito, de
calidad y variedad en la oferta. El trato amable, la identidad
propia a base de pescados y mariscos, sin echar a un lado otros
platos apetecidos en la dieta del cubano, distinguen también a este
sitio.
Lina Leiva Méndez, escritora y asidua visitante, argumenta que es
un sitio para el disfrute: "Muy acogedor, con ofertas bien
elaboradas. Solo sentarse a la mesa y sentir la brisa marina, invita
a la creación".
El lugar convida, tanto que Elaina Elliot, de Gran Bretaña, dejó
por unas horas el polo turístico Jardines del Rey para darse una
vuelta por el restaurante, del que ya tenía referencia: "No me
defraudó. Buena oferta y trato amable". Mientras, la camagüeyana
Carmelita Torres opina: "la Gastronomía cubana necesita de muchos
lugares como este. Hoy tienen cincuenta y seis platos. Es una
muestra de que se puede, pero una golondrina no hace verano".
No basta una sola visita. Allí siempre tienen algo nuevo que
mostrar: ¡62! platos fueron la carta de presentación el día que
llegamos por segunda vez.
Entre anécdotas hilvanadas en los siete años que lleva de
administrador, José Antonio Echemendía Juliá expone las razones del
éxito y habla de su negativa inicial cuando vio aquella oferta:
Steak de jamón vicking y arroz blanco. "Ni agua había. Esa noche
sufrí la indigestión del desencanto. No pude dormir y me propuse
cambiar la imagen, con la ayuda de todos los trabajadores, quienes
estuvieron de acuerdo y colaboraron.
"Ahora tenemos un colectivo muy unido, con una amplia
representación de jóvenes, en su mayoría formados en el propio
municipio, con gran preparación y deseos de que La Atarraya mantenga
el fijador exclusivo que la distingue en Cuba", asegura José
Antonio, quien comenta además que el Consejo de la Administración
Provincial los ayuda mucho, "pero no basta. Estamos obligados a
hacer gestiones propias, incluso fuera del territorio para
garantizar nuestra oferta".
"El deseo y el amor deben ir unidos a la responsabilidad
cotidiana, al sentido de pertenencia de los trabajadores que, pese a
recibir el mismo salario de los que laboran en otras unidades
similares, sienten el orgullo de pertenecer a La Atarraya. Es algo
que le inculcamos desde el primer momento. Esa es la fórmula. No hay
que cambiar la forma de propiedad para que los servicios
gastronómicos sean de excelencia. Ese es mi criterio y lo defiendo."
A nuestro juicio, este centro prueba que todo puede ser mejor,
aunque sería más justo si les pagaran el salario con arreglo a los
resultados, pues está siempre repleto de público.
José Antonio habla de las 120 capacidades disponibles en cada uno
de los cuatro turnos, a partir de las 12:30 del día y hasta las 7:00
de la noche; del medio millón de pesos que recaudan cada mes; de los
53 centavos en el costo por peso en los comestibles¼
Y yo observo la profesionalidad del capitán de salón Reydis Mazorra
Aguilar, quien siempre tiene la respuesta oportuna; el
desenvolvimiento de Dayani Herrera Cueli, la muchacha que en tiempo
breve es capaz de atender a 20 comensales; la pericia de Mailyn
Veiga Hernández; la exquisitez de Eyen Brito Díaz, y los deseos de
superación de Diellys Hernández Martínez, estudiante del cuarto año
de Servicio Gastronómico del politécnico Félix Varela.
Todo ello se une a la magia de quienes elaboran los alimentos
bajo la mirada atenta del joven de 23 años Heiker Marrero García,
jefe de cocina, quien exhibe otro aliño muy especial: el de la
exigencia, la consagración y el amor cotidianos.
Un viento fuerte comienza a encrespar el tranquilo espejo de agua
y José Antonio anuncia que a las 2:00 de la tarde llegará un ómnibus
procedente de Trinidad; y otro, de Camagüey. "Alguien reservó por
teléfono (505351), y aquí esperamos". Así son las horas de La
Atarraya, lugar que no empezó por la publicidad, sino por los
hechos.