La labor mucho más acertada este año en los viveros, permitió
romper el viejo dilema que solía afectar al territorio, cuando al
llegar las lluvias se tornaba insuficiente la existencia de posturas
o viceversa: había disponibilidad de estas y ausencia total de
precipitaciones.
Según afirma Pablo César Ávila, director del Servicio Estatal
Forestal, esa incongruencia ha sido superada ahora sobre la base de
una mejor organización y comportamiento del calendario silvícola, al
disponerse de más posturas a tiempo, con una calidad superior y
sobre todo mayor variedad.
Viveros como el del Cerro de Caisimú, con 27 especies, confirman
que si hay empeño se pueden asegurar el ácana, sabicú, cedro, caoba
y otras variedades signadas también por un alto valor económico, así
como frutales prácticamente en extinción, y poner fin a los tiempos
en que el grueso de las siembras correspondía a plantas como las
casuarina o el algarrobo de la india.
Especialistas en la actividad consideran que todas esas
condiciones, incluida la humedad de los suelos donde se está
sembrando, deben tener una repercusión directa en la supervivencia
de lo plantado.
Precisamente ese es uno de los mayores inconvenientes de esta
provincia donde apenas ha sobrevivido entre un 30% y un 40% de lo
sembrado, entre otras razones por la incidencia de largos periodos
de sequía, fuertes vientos, altas temperaturas, pobre calidad de los
suelos y otras causas de índole subjetiva.
Actualmente Las Tunas es uno de los territorios cubanos que más
requiere de una acción forestal efectiva y renovadora si se tiene en
cuenta que el área boscosa solo cubre el 14,35% de la región.