Domingo Aragú, leyenda de la percusión de Cuba

DOCTOR LINO ARTURO NEIRA BETANCOURT (*)

La Universidad de las Artes se honra en celebrar los 100 años del nacimiento de uno de sus maestros fundadores, el Profesor de Mérito, Domingo Faustino Aragú Rodríguez, quien arriba a su centenario pleno de lucidez.

Domingo Aragú nació en San Juan de los Yeras, antigua provincia de Las Villas, el 4 de agosto de 1910. Desde su niñez se inició en la música tocando tambor en la banda del pueblo, y luego, percusión en la Banda Municipal de Cienfuegos. En 1933, tras la caída de Machado, vino a La Habana y se alistó como percusionista en la Banda del Estado Mayor del Ejército, labor desarrollada por él en una institución militar que jamás le permitió ascender a oficial o a director debido a su condición de mulato; no obstante, gracias al salario básico que percibía pudo sostener a su familia por 28 años.

Sus especiales dotes le permitieron demostrar que era uno de los pocos percusionistas de Cuba que por entonces podía ejecutar los numerosos instrumentos de su especialidad en los más diversos géneros musicales. Esto le facilitó el contrato en agrupaciones de máximo nivel como la Orquesta Filarmónica Nacional, dirigida por Amadeo Roldán; la Banda Nacional de Conciertos, dirigida por Gonzalo Roig; las orquestas de ópera, zarzuela y ballet; la Orquesta de la Emisora Mil Diez de radio, y la Orquesta de la Radio-TV, CMQ, ambas dirigidas por Enrique González Mántici. En ellas se destacó y deslumbró como intérprete, por lo que en l939 alcanzó la plaza más importante para un percusionista sinfónico: timpani solista de la Filarmónica, puesto que le otorgó el privilegio de trabajar con artistas de renombre mundial.

Aragú aprendió y aprehendió la percusión como autodidacta. Se preparó individualmente con cuanto libro y método de percusión llegó a sus manos y, también, por medio del contacto directo con otros percusionistas. Mientras se instruía, enseñaba a sus más antiguos alumnos, a quienes transmitió sus secretos y mostró su experiencia.

Sus ideales políticos le hicieron integrar por muchos años el sindicato de los músicos (Solidaridad Musical) y, más tarde, hacerse miembro de una célula secreta de apoyo al Partido Socialista Popular, activa hasta l959 dentro de la misma Banda del Estado Mayor del régimen.

Al triunfo de la Revolución, Aragú era, por derecho propio, el músico de más nivel y prestigio de su especialidad en el país. Honra señalar cómo desde los primeros instantes asumió todas las responsabilidades artísticas y pedagógicas que le encomendaron las autoridades culturales y educacionales del Gobierno Revolucionario. Una de ellas fue organizar la sección de percusión de la Orquesta Sinfónica Nacional en 1960 —heredera de la Orquesta Filarmónica donde laborara antes—, en la cual nuevamente ocupó la plaza de timpani solista. Con esta orquesta participó en numerosas giras nacionales e internacionales hasta su jubilación en 1984.

En 1959 organizó e impartió el primer curso de percusión cubana para la Escuela de Instructores de Arte del Hotel Habana Libre, y en 1960 fue nombrado profesor de percusión del Conservatorio Amadeo Roldán —el primer docente de esta especialidad en la Historia de la Música Cubana.

Poco después, labora paralelamente en la escuela Alejandro García Caturla, y en 1968 dirige la Cátedra de Percusión en la Escuela Nacional de Arte. Desde entonces, funge como asesor nacional para la Enseñanza de Percusión, y en 1976 funda el Departamento de Percusión del recién creado Instituto Superior de Arte, donde permanece como jefe y profesor hasta 1981, cuando gradúa a los primeros Licenciados de Percusión del país.

Como autor, su texto más relevante es Los instrumentos de percusión (1995), en el cual recoge su experiencia y conocimientos en las principales disciplinas docentes de la percusión.

La Sociedad de Percusionistas de Cuba (PERCUBA) lo reconoció como Miembro Efectivo Fundador número 001/92 desde su creación, y lo seleccionó como el primer miembro de su Salón de la Fama de la Percusión de Cuba.

La intensa labor artística y pedagógica de esta figura, mito y leyenda viva de nuestra música, le ha hecho merecedor de las más altas condecoraciones, entre las que se encuentran: el Premio Nacional de la Enseñanza Artística (1999); la Orden Félix Varela del Consejo de Estado (1999) y el Premio Nacional de la Música (2003).

(*) Profesor del Instituto Superior de Arte.

 

| Portada  | Nacionales | Internacionales | Cultura | Deportes | Cuba en el mundo |
| Comentarios | Opinión Gráfica | Ciencia y Tecnología | Consulta Médica | Cartas| Especiales |

SubirSubir