RADIO REBELDE: Octubre 17 de 1958
LA SITUACIÓN MILITAR
Hemos recibido hoy de la Comandancia General el siguiente parte
de guerra: "La columna Nº 11, al mando del capitán Jaime Vega,
sufrió un serio revés en su zona de operaciones en la provincia de
Camagüey.
Sobre este hecho ocurrido hace más de dos semanas no habíamos
ofrecido información alguna en espera de las investigaciones y los
datos exactos que fueron ordenados al respecto. Un revés táctico
puede ocurrir a cualquier unidad en una guerra, porque el curso de
la misma no tiene que ser necesariamente una cadena ininterrumpida
de victorias contra un enemigo que ha contado siempre con ventajas
de armamentos y recursos bélicos que ha llevado sin embargo la peor
parte en esta contienda.
Consideramos un deber del mando de nuestro ejército informar de
cualquier vicisitud que pueda ocurrir a cualquiera de nuestras
fuerzas en operaciones por cuanto entendemos como norma moral y
militar de nuestro movimiento que no es correcto ocultar los reveses
al pueblo ni a los combatientes.
Los reveses hay que publicarlos también, porque de ellos se
derivan lecciones útiles; para que los errores que cometa una unidad
no los cometan otras, para que el descuido en que pueda incurrir un
oficial revolucionario no se repita en otros oficiales. Porque en la
guerra las deficiencias no se superan ocultándolas y engañando a los
soldados, sino divulgándolas, alertando siempre a todos los mandos,
exigiendo nuevos y redoblados cuidados en el planeamiento y
ejecución de los movimientos y acciones.
Pero en este caso, además, la acción fue caracterizada por hechos
posteriores que el pueblo debe conocer cabalmente que atañen muy
seriamente al destino de las fuerzas armadas de la República y que
de continuarse repitiendo pueden tener consecuencias muy graves para
el futuro de esos institutos.
Nosotros hemos proclamado muchas veces que no estamos en guerra
contra las fuerzas armadas sino contra la tiranía. Pero la actuación
y la corresponsabilización de los oficiales, clases y soldados del
ejército principalmente, con ciertos actos de inaudita barbarie
puede llegar a un grado tal, que ningún militar hoy en activo tenga
justificación para sentirse ajeno de culpa con los hechos que están
ocurriendo desde que la ambición desmedida de un dictadorzuelo sin
escrúpulos y la traición de unos cuantos oficiales el diez de marzo
de mil novecientos cincuenta y dos, condujo al ejército al rol
antidemocrático, inconstitucional e indigno que está desempeñando.
Los hechos a que me refiero ocurrieron así: El Capitán Jaime Vega
descuidando las medidas tácticas de seguridad contenidas en las
instrucciones precisas recibidas y que deben tomarse siempre en
territorios dominados por el enemigo, avanzaban en camiones la noche
del 27 al 28 de Septiembre por un terraplén que conduce del Central
Francisco al Central Macareño al sur de la provincia de Camagüey.
La compañía 97 de las fuerzas de la Dictadura, emboscadas en el
terraplén abrieron fuego por sorpresa sobre la columna a las dos de
la madrugada del día 28 apoyados con barraje de ametralladoras
pesadas. Las descargas cerradas del enemigo contra los vehículos
ocasionaron a la Columna, 18 muertos cayendo prisioneros once de los
heridos que no pudieron ser recuperados en medio de la noche bajo el
fuego de las ametralladoras enemigas emplazadas en posiciones
ventajosas. Los prisioneros heridos rebeldes fueron llevados al
hospital de Macareño, siendo atendidos por el médico de ese lugar y
dos médicos que mandó a buscar a Santa Cruz del Sur el Teniente
Suárez, Jefe de la Compañía 97. Al día siguiente llegó en un avión
el coronel Leopoldo Pérez Coujil y poco después arribaron en un
automóvil el teniente coronel Suárez Souquet, el Comandante Domingo
Piñeiro y el Sargento Lorenzo Otaño de su guardia personal.
El coronel Pérez Coujil, le obsequió a la compañía con $ 1,
000.00, en efectivo que se distribuyeron entre los soldados.
Después lo primero que hizo fue golpear en el rostro a uno de los
prisioneros heridos. Una vez que los hubo interrogado dio
instrucciones al Teniente Coronel Souquet de que había que matar a
todos los heridos. Este último, designó al comandante Piñeiro para
que simulando un combate, al trasladar a los heridos para Santa Cruz
del Sur, los ultimara en el camino.
Prepararon camiones con colchones donde los colocaron y partieron
con ellos. Después de caminar algunos kilómetros empezaron ellos
mismos a tirar mientras el comandante Piñeiro gritaba: "Nos están
atacando los rebeldes", en cuya oportunidad el sargento Otaño lanzó
dos granadas de mano en los camiones donde iban los heridos, los que
a su vez creyendo que realmente eran sus compañeros decían:
"compañeros, somos nosotros que estamos heridos, no disparen". El
sargento Otaño subió a los camiones y con un fusil —ametrallador—
fue ultimando a los que estaban agonizando; algunos habían perdido
los brazos por efecto de las granadas, otros la cabeza y en el
interior del camión no quedó más que un amasijo de carne y sangre
humana. Al sargento Otaño desde entonces, los propios soldados lo
apodan "el carnicero". Después colocaron los restos en un camión y
los llevaron para Santa Cruz del Sur donde abrieron una fosa y los
enterraron.
La narración de estos hechos por sí sola es suficiente para
indignar al más insensible. Pero sobre ningún ciudadano puede
producir los mismos efectos que sobre los médicos rebeldes que
curaron a más de cien soldados prisioneros heridos en los días de la
ofensiva contra la Sierra Maestra, sobre nuestros combatientes que
los transportaron en hombros y camillas, desde los campos de batalla
a los hospitales a muchas millas de distancia. Tal vez entre esos
heridos rebeldes asesinados se encontrasen algunos de los compañeros
que durante la batalla del Jigüe transportaron enemigos heridos
desde la línea de fuego a los sitios donde recibieron la primera
atención en horas de la noche, escarpando las farallas casi
inaccesibles. Esos heridos asesinados en Camagüey, vieron desfilar
ante sus ojos en la Sierra Maestra los 442 soldados de la tiranía
entregados a la Cruz Roja Internacional y Cubana y compartieron con
ellos sus medicinas y alimentos.
La falta de reciprocidad no puede ser más repugnante y cobarde,
no es éste un caso aislado por parte de un oficial o una tropa
determinada, es una costumbre generalizada en todo el ejército hasta
un grado que produce asco.
Cuando el ataque al Moncada, asesinaron a los prisioneros; cuando
el Goicuría, asesinaron a los prisioneros; cuando el desembarco del
Granma, asesinaron a los prisioneros; cuando el asalto a Palacio,
asesinaron a los prisioneros; cuando el desembarco de Calixto
Sánchez, asesinaron a los prisioneros; cuando la sublevación de
Cienfuegos, asesinaron a los prisioneros. Pero en todos aquellos
casos el ejército podía tener todavía alguna esperanza de conservar
el poder, era fuerte, no había sufrido derrotas sustanciales, podía
pensar que sus crímenes iban a permanecer impunes, ante la
impotencia de un pueblo desarmado. Lo sucedido en Camagüey, sin
embargo es doblemente indignante y absurdo, primero porque todavía
está fresca en la memoria de la ciudadanía los cientos de sus
soldados que fueron devueltos a la Cruz Roja por los rebeldes, sanos
y salvos y segundo, porque los soldados de la tiranía están
perdiendo la guerra, han sido vencidos en numerosas batallas,
pierden cada día más terreno, retroceden en todas partes.
Están perdiendo la guerra, y sin embargo, asesinan a los pocos
heridos prisioneros que caen en sus manos del ejército que está
venciendo. Por ese mismo territorio de Camagüey, marcharon
victoriosas e incontenibles las columnas Nº 2 y Nº 8 de los
Comandantes Camilo Cienfuegos y Ernesto Guevara, sin que pudieran
detener su paso las numerosas fuerzas que lanzó contra ellos la
dictadura. La vanguardia invasora ha penetrado ya más de cincuenta
kilómetros en el territorio de Las Villas.
¿Qué sentido político o militar puede tener ese alevoso asesinato
de los rebeldes heridos, sino lanzar sobre las fuerzas armadas,
harto desprestigiadas ya, una mancha de sangre que muchas veces
recordará la Historia como una vergüenza infinita para cualquier
soldado que hoy viste el uniforme infame y deshonrado del que no
puede volver a llamarse jamás "Ejército de la República". Este hecho
será denunciado ante la Cruz Roja Internacional y demandaremos el
envío de delegados de la misma para investigar lo sucedido y será
dirigida también una carta abierta a las fuerzas armadas,
haciéndoles ver la responsabilidad que están echando sobre sus
hombros. En poder nuestro están, además, numerosos soldados
prisioneros, un Teniente Coronel, para mayor paradoja herido y
siendo atendido en un hospital nuestro, un comandante y dos
capitanes.
Constituye una cobardía infinita y una ausencia total de
compañerismo, la conducta del coronel Leopoldo Pérez Coujil, el
Teniente Coronel Suárez Souquet, el Comandante Triana y demás
miserables asesinos, olvidarse de esos compañeros suyos que están
aquí, prisioneros de nosotros, sin otras garantías para sus vidas
que la calma y la serenidad que hay que tener frente a estos hechos
vandálicos, el sentido humano y justiciero de la guerra que estamos
librando, el ideal de lucha que nos inspira y el concepto verdadero
que tenemos del Honor Militar. No crean ninguno de los responsables
de tales actos que tendrán escapatoria. No los salvará siquiera un
viraje del ejército a última hora, porque una de las condiciones que
hemos puesto y mantendremos firmemente ante cualquier golpe de
Estado es la entrega inmediata de los criminales de guerra y de
todos los militares y políticos que se hayan enriquecido con la
sangre y el dolor del Pueblo, desde Batista hasta el último
torturador.
De lo contrario tendrán que seguir afrontando la guerra hasta su
total destrucción, porque la Revolución no podrán obstruccionarla lo
más mínimo ni la asquerosa farsa que se prepara para el próximo 3 de
Noviembre, ni el golpe de Estado que no venga precedido por las
condiciones que establece el Movimiento "26 de Julio" y mediante
acuerdo previo.
Los que han sembrado vientos recogerán tempestades. Nadie duda ya
que las decadentes y desmoralizadas fuerzas de la tiranía no podrán
contener el empuje victorioso del pueblo.
Para eso tendrían que vencer primero a cada una de las columnas
que ya están operando sólidamente en cuatro provincias y después
tomar en la Sierra Maestra hasta la última trinchera en la cúspide
del Pico Turquino defendida por el último soldado rebelde y el
ejército de Batista ha demostrado ya suficientemente que es incapaz
de hacerlo.
A la Comandancia General ha llegado un informe extenso de la
Columna Invasora Nº2 Antonio Maceo, que después de atravesar
victoriosamente la provincia de Camagüey ha penetrado en el
territorio de Las Villas. Dicho informe, que contiene la narración
detallada de una extraordinaria proeza militar, será leída, por
Radio Rebelde y el pueblo tendrá oportunidad de conocer uno de los
episodios más emocionantes con los que se está escribiendo la
historia viva de la Patria.
Fidel Castro
Comandante Jefe