El intento de enumerar las vivencias de un hombre que vivió más
de un siglo, es casi imposible, pero si se trata de Juan Fajardo
Vega, testigo de la Guerra de Independencia, basta con decir que
supo de la guerra y de la muerte antes de conocer la felicidad para
captar la trascendencia de quien pasó a la historia como El último
mambí.
Juan Fajardo Vega nació el 15 de agosto de 1882, en un lugar
cercano al poblado de Contramaestre, actual provincia de Santiago de
Cuba, donde aún se transpiran sus recuerdos como si estuviera allí.
En 1897 se incorpora a las filas del Ejército Libertador; luego
colabora con el Ejército Rebelde en el Tercer Frente Mario Muñoz, y
al triunfo de la Revolución no descansó, se mantuvo activo en la
construcción de un nuevo país, ese con el que soñó desde que se
enroló con tantos buenos cubanos en la manigua.
Su gran don era el de ser un cubano dispuesto a luchar por
nuestra libertad, sin pedir nada a cambio. Pese a las penurias
económicas de la época, rehusó a cobrar pensión alguna por su
participación en la guerra.
Quienes lo conocieron tuvieron el privilegio de estar ante un
hombre comprometido con el deber, con su país. Entre las
condecoraciones que recibió sobresale la medalla por Servicios
Distinguidos de las Fuerzas Armadas Revolucionarias.
La vida de este insigne patriota no concluyó con su muerte, el 2
de agosto de 1990 a los 108 años, sino que continuó viaje en la
Historia con el calificativo de El último mambí, por haber sido en
aquel entonces el único sobreviviente de la Guerra de Independencia.
En el complejo monumental de El Cacahual, en Ciudad de La Habana,
junto a los restos del Mayor General Antonio Maceo y de su ayudante,
el Capitán Francisco Gómez Toro (Panchito), y del líder comunista
Blas Roca Calderío, fue erigido un monumento donde reposan sus
restos.
Hoy, a 20 años de su deceso, las nuevas generaciones de cubanos
recordamos a Juan Fajardo Vega, como un luchador de todos los
tiempos.