Casi desapareció a inicios de la primera década del siglo XXI. En
agosto del 2007 comienza el proceso de reordenamiento de las
plantaciones de café en el país. En el Escambray, estas tenían más
de 25 años y una buena parte se encontraba inundada de malezas
debido a la poca atención al cultivo, la falta de fertilizantes,
herramientas y brazos que les proveyeran energías.
Como el grano nace en ramas jóvenes, hubo que rehabilitar las
plantas y podarlas a una altura de cincuenta centímetros. "Es cierto
que esta no es la solución definitiva, es un aliciente, porque
significa cortar una plantación vieja y que en sus retoños nazcan
frutos durante seis o siete años, con un mayor rendimiento", explica
el mayor Blas Ramón Díaz Martínez, quien dirige la jefatura
territorial del EJT del Escambray.
"Otro elemento importante es la renovación de las áreas. Donde
había cultivos se siembran plantas jóvenes. También se utilizan
áreas nuevas, cuyos suelos tengan las condiciones propicias, la
sombra necesaria. Esta actividad está respaldada por la producción
de posturas de café. Hace más de tres años, el EJT en las montañas
comenzó a rehabilitar los viveros", amplía el mayor.
Hasta la fecha, ha logrado más de un millón y medio de posturas y
prevé una recuperación gradual de la producción, pues el café demora
entre tres y cuatro años para alcanzar los rendimientos deseados.
Indicios alentadores se aprecian en el estado vegetativo de las
plantas, su follaje y la parición de las rehabilitadas.
Igual reconforta la dedicación de los oficiales, soldados y
trabajadores civiles del EJT, así como el apoyo financiero del
Estado en aras de recuperar el café. Por otra parte, resulta
esencial la diversificación de las producciones, con el fin de
obtener alimentos y beneficios económicos que contribuyan a mejorar
las plantaciones y la calidad de vida de las personas.
Los datos ofrecidos por el mayor Blas evidencian el progreso de
la reanimación cafetalera en el Escambray. En el 2009 se recogieron
cuarenta toneladas, cifra superior en un 12% a lo recogido en el
2008. Para el 2010 el plan es de cuarenta y cinco toneladas. Se
colectarán unas 15 000 latas.
Luego de tres años de batalla productiva y con el propósito de
incrementar las producciones del aromático grano, sobresale la
Granja Estatal Aguacate entre otras áreas con buenas condiciones
como las de Cuatro Vientos y El Naranjo.
Sus cafetales ahora parecen jardines trazados con gran esmero
estético. Las plantas están repartidas por doquier, en las
pendientes y los llanos, separadas de uno a dos metros. Entre ellas
median porciones de tierra límpida. Las higueretas, malangas, matas
de plátano y los árboles brindan a los cafetos la sombra
imprescindible que les permite crecer vigorosos y fecundar muchos
granos.
Sobre la transformación del entorno en la granja de Aguacate,
significa su jefe, el mayor José Rodríguez Cubas: "La gente se queda
asombrada por que recibimos matas secas, llenas de bejuco,
desatendidas. Estaba el café perdido dentro del monte".
Al emprender el reordenamiento, se seleccionaron los mejores
suelos. Y en esas áreas se concentró el paquete tecnológico
disponible: machetes, limas, fertilizantes¼
También se construyeron viveros de calidad para producir
posturas. A ello coadyuvó la fabricación de compost a partir de
desechos naturales: cepas de plátano, hojas secas, guano y trozos de
pinos en descomposición. Abonar el suelo con este producto
posibilita recuperar la capa vegetal y propicia mejor adaptación de
la postura al campo.
"Nos propusimos humanizar las distancias", acota el mayor
Rodríguez Cubas. "A veces los trabajadores realizaban largas marchas
y llegaban agotados al cafetal", aduce. Localizar las mejores áreas
en lugares cercanos adonde se halla el personal, evita fatigosas
caminatas.
José Luis González Pacheco, jefe de producción, argumenta que
desde el 2008 los rendimientos de la Granja Estatal Aguacate se
deben, esencialmente, a la calidad y constancia en la
especialización de cada trabajador y soldado en las diferentes
actividades culturales del café.
En tal sentido destaca: "La vinculación entre soldados y civiles
es muy estrecha. Los trabajadores de más experiencia enseñan a los
jóvenes las diferentes tareas. Esta es una de las razones por las
cuales nos consideran hoy una de las mejores granjas cafetaleras del
EJT".
Refiriéndose a la organización del trabajo plantea González
Pacheco: "En el plan de producción anual se reflejan las actividades
culturales que deben realizarse al café cada mes. Por ejemplo: la
limpia de calle, la limpia al hilo, la regulación de sombra ligera,
la regulación de sombra profunda, el riego de fertilizantes, la
siembra de posturas, el llenado de bolsas en el vivero¼
".
En reunión con los trabajadores y los soldados se les explica la
planificación para quince días de trabajo. En dependencia del
cumplimiento se paga. "Cada actividad tiene su tasa de pago. Cada
uno sabe qué ganará según los resultados", afirma el jefe de
producción.
Entre los civiles que hoy integran la granja se encuentran
sobrinos, nietos e hijos de esos campesinos. Tal es el caso de
Argelia Vera Curbelo, cuyas manos parecen acariciar los bisoños
cafetos en el vivero.
Junto a cuatro compañeros, esta serrana atiende 220 000 posturas
de café en un área de entre quince y dieciocho cordeles cuadrados.
Comienza la faena a las 7:00 a.m., después de caminar un kilómetro
desde la comunidad de Aguacate. Remontan esa distancia por las
tardes, de regreso a la casa.
Por lo general, descansa los sábados por la tarde y los domingos.
Sin embargo, si el viento sopla muy fuerte, sacrifica el descanso
para quitar las hojas de las higueretas que caen sobre las posturas
y pueden dañarlas. "El vivero es como la casa. Hay que atenderlo
constantemente", comenta Argelia, madre de cuatro y abuela de tres
pequeños.
El soldado Roberto Jinoria Rojas por primera vez se enfrenta a
estas labores. Después de conocer desde cómo plantar hasta cómo
recoger el café, fijándose en los trabajadores y escuchando al jefe
de granja, considera: "Es un trabajo más de responsabilidad que de
desgaste, porque para mantener en buen estado las plantas hay que
ser constante, saber cómo hacer las cosas, trabajar con cuidado,
prestar atención si vamos a pasar por dentro de ellas".
Habla de la planta como si fuera una amiga, puesto que pasa doce
días cerca de "ella" y tres en su casa.
De vuelta en el campamento, con sus "hermanos" de faena disfruta
los juegos de mesa, el fútbol, el voleibol o viendo videos, porque
hasta allí no llega la señal de la televisión cubana, lo cual
lamenta Roberto.
Todavía le cuesta subir las lomas: "Uno se acostumbra aunque no
del todo. Agota la caminata pero en el campo me distraigo observando
el fruto de mi trabajo. Mientras se cultive como se hace aquí, el
café siempre va a estar bien".