Yaima Orozco e Irina González

La marcha no se detiene

MICHEL HERNÁNDEZ
michelher@granma.cip.cu

Gracias a un correo electrónico del amigo trovador santaclareño Raúl Marchena supe con antelación del concierto que ofrecerían Yaima Orozco e Irina González en la capital cubana. Su mensaje anunciaba la presentación de sus coterráneas en Casa de las Américas, y concluía afirmando que la marcha no se detiene. Y tenía razón.

Foto: Yander ZamoraCon las guitarras al hombro, este dúo de juglares que desborda sensualidad y talento salió recientemente de su hábitat natural en El Mejunje villaclareño para representar al proyecto la Trovuntivitis, apenas unos días después de que el poeta-trovador Leonardo García lo hiciera en el Museo Nacional de Bellas Artes.

Ellas defendieron el rol de las nuevas generaciones de cantautoras dentro de la música cubana, con un concierto que fue una bocanada de aire fresco para todos los espectadores. Ambas juntaron sus repertorios y cantaron sentimientos, alegrías, esperanzas y nostalgias, respaldadas por un estimulante desenvolvimiento escénico. De ahí que parecían sumergidas en la calidez de una de esas noches en que conquistan el centro cultural de su ciudad en nombre de la belleza y la poesía.

Al menos así lo percibió buena parte del público presente en Casa. Allí no les tembló el pulso en el momento de contar sus vidas a través de textos de primera calidad que sedujeron al auditorio gracias a su convincente manera de interpretarlos. Sus canciones caminaron con la húmeda frescura de la juventud y dieron testimonio de la renovada capacidad de vivir y sentir la música que convive en los cimientos del mundo de estas cantantes, compositoras e instrumentistas.

En la piel de sus canciones se descubren las marcas del amor y el desamor, de las tristes penas de las ausencias, de la lógica fidelidad a su origen y de una sensibilidad y pureza lírica que remueven por dentro. De su inspiración escogieron, entre otros, El río de tu amor, Despe-dida, Llegarás, Donde nunca volverán y la acertada versión del Poema 41, del bardo español Miguel Hernández, títulos que cumplieron con un amplio diapasón de ritmos, desde el bolero y la guajira, pasando por el jazz, hasta la bossa nova.

Yaima, licenciada en Educación Musical y ganadora de la beca de creación Sindo Garay, del Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau, cantó con la misma pasión de siempre y le imprimió la vitalidad de su carácter escénico al instrumento de las seis cuerdas, cualidades que le permitieron cautivar al público con el poder de la música y la palabra. En tanto, Irina, arropada por un sugerente manto de introversión, descifró con lucidez los misterios de la guitarra y el piano a partir de su aprendizaje como estudiante de composición en el Instituto Superior de Arte. Las dos se transformaron en un binomio dueño de una proyección creativa que mantiene viva la historia de las cantautoras insulares, y cuyos temas albergan suficientes méritos para ser grabados por los sellos discográficos cubanos.

 

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