Gracias
a un correo electrónico del amigo trovador santaclareño Raúl
Marchena supe con antelación del concierto que ofrecerían Yaima
Orozco e Irina González en la capital cubana. Su mensaje anunciaba
la presentación de sus coterráneas en Casa de las Américas, y
concluía afirmando que la marcha no se detiene. Y tenía razón.
Con
las guitarras al hombro, este dúo de juglares que desborda
sensualidad y talento salió recientemente de su hábitat natural en
El Mejunje villaclareño para representar al proyecto la
Trovuntivitis, apenas unos días después de que el poeta-trovador
Leonardo García lo hiciera en el Museo Nacional de Bellas Artes.
Ellas defendieron el rol de las nuevas generaciones de
cantautoras dentro de la música cubana, con un concierto que fue una
bocanada de aire fresco para todos los espectadores. Ambas juntaron
sus repertorios y cantaron sentimientos, alegrías, esperanzas y
nostalgias, respaldadas por un estimulante desenvolvimiento
escénico. De ahí que parecían sumergidas en la calidez de una de
esas noches en que conquistan el centro cultural de su ciudad en
nombre de la belleza y la poesía.
Al menos así lo percibió buena parte del público presente en
Casa. Allí no les tembló el pulso en el momento de contar sus vidas
a través de textos de primera calidad que sedujeron al auditorio
gracias a su convincente manera de interpretarlos. Sus canciones
caminaron con la húmeda frescura de la juventud y dieron testimonio
de la renovada capacidad de vivir y sentir la música que convive en
los cimientos del mundo de estas cantantes, compositoras e
instrumentistas.
En la piel de sus canciones se descubren las marcas del amor y el
desamor, de las tristes penas de las ausencias, de la lógica
fidelidad a su origen y de una sensibilidad y pureza lírica que
remueven por dentro. De su inspiración escogieron, entre otros,
El río de tu amor, Despe-dida, Llegarás, Donde
nunca volverán y la acertada versión del Poema 41, del
bardo español Miguel Hernández, títulos que cumplieron con un amplio
diapasón de ritmos, desde el bolero y la guajira, pasando por el
jazz, hasta la bossa nova.
Yaima, licenciada en Educación Musical y ganadora de la beca de
creación Sindo Garay, del Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau,
cantó con la misma pasión de siempre y le imprimió la vitalidad de
su carácter escénico al instrumento de las seis cuerdas, cualidades
que le permitieron cautivar al público con el poder de la música y
la palabra. En tanto, Irina, arropada por un sugerente manto de
introversión, descifró con lucidez los misterios de la guitarra y el
piano a partir de su aprendizaje como estudiante de composición en
el Instituto Superior de Arte. Las dos se transformaron en un
binomio dueño de una proyección creativa que mantiene viva la
historia de las cantautoras insulares, y cuyos temas albergan
suficientes méritos para ser grabados por los sellos discográficos
cubanos.