Ya antes de ser firmada, la reforma financiera de Obama ha tenido
su primera consecuencia: ha dejado sin habla a Wall Street. No se ha
oído una sola voz de protesta, ni un banquero, ni una agencia
bursátil, ni un broker que levante la voz contra algo que va
dirigido a ellos. O la reforma es tan contundente que deja sin
palabras a los tiburones, o no están demasiado preocupados por los
cambios que se avecinan.
Y es que, como ya ocurrió con la reforma sanitaria, la financiera
se ha ido descafeinando según se negociaban apoyos entre
congresistas y senadores, y bajo la presión del poderoso lobby de
Wall Street. La que se presentaba como la mayor transformación desde
la Gran Depresión se ha quedado en reformita, y muchas de las
medidas más esperadas se han caído o suavizado mucho. Así ha
sucedido con la llamada "regla Volcker", destinada a prohibir a los
bancos comerciales invertir en fondos especulativos, y que se ha
quedado en una limitación al volumen de esas inversiones, lo que no
deja de ser una ayuda a los grandes bancos para que no se suiciden
otra vez.
Pero es que además todos los analistas coinciden en que su
aprobación es solo el principio, pues para que la ley sea efectiva
habrá que desarrollar más de 500 nuevos reglamentos. Un proceso
largo, técnico y alejado de los focos, donde se hará notar más la
presión de Wall Street.
Se atribuye a Romanones aquella frase cínica de "que los
diputados hagan la ley, y me dejen a mí los reglamentos". Pues ése
es el lema hoy en Wall Street ante la reforma financiera. Déjennos a
nosotros los reglamentos, que ya verán qué apañadita queda la
reforma.
Nota: Político y abogado español Álvaro de Figueroa, conde de
Romanones (1863-1950).
(Tomado del diario Público de España)