"Nelson Mandela, en su 70 Aniversario, a pesar de más de un
cuarto de siglo de prisión, es más libre que nunca, su nombre, su
figura gigantesca, una de las figuras más grandes de este siglo. Es
conocido en todos los rincones del mundo. Ya no es un prisionero.
Los prisioneros son los otros, son aquellos que sustentan y
sostienen el régimen del Apartheid, prisioneros de sus prejuicios,
prisioneros de su incomprensión de la historia, prisioneros de su
ceguera política, condenados por la historia misma a que su régimen
brutal desaparezca".
No quise extenderme, solo expresar finalmente que: "Nuestro
pueblo cubano, con sangre africana y europea, un pueblo
multirracial, también ha sabido derramar esta sangre en la lucha por
la libertad de los pueblos del Cono Sur africano en el combate
contra las tropas del Apartheid".
Las Negociaciones Cuatripartitas en curso (CUBA-ANGOLA-SUDÁFRICA
y EE.UU. como "mediador"), habían comenzado en mayo y proseguido en
junio y julio, mientras la ofensiva de las tropas cubanas junto a
las angolanas y a los guerrilleros de la SWAPO obligaron a los
invasores de Pretoria a retirarse de Angola en agosto y a firmar los
Acuerdos de Paz en la ONU suscritos por los tres países, a finales
de ese año 1988.
La aplicación de la Resolución 435 de la ONU condujo a la
independencia de Namibia y al triunfo de la SWAPO en las elecciones.
El 21 de marzo de 1990 una delegación cubana asistió a la
histórica ceremonia. Presidida por el Comandante de la Revolución
Juan Almeida Bosque, tuve el privilegio de integrarla junto al
General Leopoldo Cintra Frías, quien dirigió la ofensiva final
contra las tropas del Apartheid en el sur de Angola.
Pocas veces en mi vida he sentido tanta emoción como aquel día de
marzo en Windhoek, jubilosa jornada del acceso de Namibia a la
independencia con Sam Nujoma al frente, y en que abracé a Nelson
Mandela, libre ya para siempre desde el mes anterior y al frente de
su pueblo, cuya lucha heroica y creciente resultaría incontenible
hasta lograr la victoria sobre el repugnante régimen racista.
El símbolo más alto de esta victoria del heroico pueblo
sudafricano es Nelson Mandela.
Rolinlala Dalibhuna Mandela había nacido el 18 de julio de 1918
en una pequeña aldea de Umtata, en el Transkei. Huérfano de padre al
igual que sus catorce hermanos, su tutor lo envió a la escuela
metodista, donde una profesora, el primer día de clases, le puso el
nombre anglófono de Nelson.
Hasta el nombre le era impuesto al negro sudafricano en aquella
colonia anglo-boer en que Mandela vino al mundo.
El traje no hace al monje, ni el nombre hace al hombre.
Este Nelson xhosa sería 1 000 veces más conocido que el Almirante
inglés Nelson, que ganó en 1805 la batalla de Trafalgar sobre las
flotas de Francia y España, mas perdió la vida en la contienda.
Nelson Mandela es conocido y además admirado y querido por
incontables millones de personas en todo el mundo.
Como expuso Fidel en el acto del 26 de Julio de 1991, en su
presencia:
"Si se quiere tener un ejemplo de un hombre absolutamente
íntegro, ese hombre, ese ejemplo es Mandela. Si se quiere tener un
ejemplo de un hombre inconmoviblemente firme, valiente, heroico,
sereno, inteligente, capaz, ese ejemplo y ese hombre es Mandela.
"Y no lo pienso —añade el Comandante en Jefe— después de haberlo
conocido, después de haber tenido el privilegio de conversar con él,
después de haber tenido el gran honor de recibirlo en nuestro país,
lo pienso desde hace muchos años, y lo identifico como uno de los
más extraordinarios símbolos de esta era".
Hay tres grandes hechos históricos en el siglo XX en que los
acusados han ejercido su propia defensa y han devenido acusadores
implacables de los regímenes opresores que los juzgaron y los
condenaron: el búlgaro Jorge Dimitrov en la Alemania nazi, en
Leipzig, 1933; Fidel Castro en Santiago de Cuba, en 1953 y Nelson
Mandela en dos ocasiones, la primera, en 1962, sentenciado a cinco
años de cárcel, y la segunda, en 1964, condenado a cadena perpetua.
En el alegato que pronunció frente a la Corte Suprema de
Pretoria, Mandela expresó:
"He dedicado toda mi vida a esta lucha del pueblo sudafricano. He
luchado contra la dominación blanca y he luchado contra la
dominación negra. He alimentado el ideal de una sociedad libre y
democrática en la cual todas las personas vivan juntas en armonía y
con iguales posibilidades. Es un ideal por el cual puedo vivir. Pero
si es necesario, es un ideal por el cual estoy dispuesto a morir".
Estas palabras de fuego de Nelson Mandela, culminación de su
argumentación en el juicio de Rivonia, ante el tribunal racista que
lo condenó a cadena perpetua, me emocionan siempre al leerlas, como
si las estuviera oyendo en ese instante, como si yo, mestizo,
estuviera también allí, en el banquillo de los acusados, junto a él,
Sisulu, M¢ beki, Mhlaba, Motsoaledi,
Mlangni, todos africanos negros, Kathrada, indio y Goldberg, blanco.
Mandela, que igualmente había actuado como su propio abogado
defensor en 1962 ante el Tribunal de Old Sinagogue que lo condenó a
cinco años de prisión, pronunció ante la Corte su extenso y profundo
alegato conocido como Estoy dispuesto a morir.
Mandela clavó en la picota al régimen abominable del Apartheid,
declaró ilegítimo a un gobierno electo por el voto exclusivo de los
blancos para regir una sociedad donde de cada 100 personas 73 eran
negros, diez mestizos, tres indios, es decir, 86 no blancos y solo
14 blancos.
Describió con datos irrefutables las condiciones de vida
infrahumana en que vivía la población negra, arrinconada en las
llamadas reservas nativas rurales, en los guetos urbanos y en las
villas-miseria; la brutal injusticia económica y social y la
negación absoluta de derechos políticos de que era objeto.
Expuso con razonamientos convincentes la línea política
consecuente del Congreso Nacional Africano (ANC) desde su fundación
en 1912, basada en la lucha pacífica para la conquista de sus
legítimos derechos. Demostró que frente a este modo de actuar del
ANC, el gobierno blanco había respondido, una y otra vez, a las
protestas cívicas de los negros con horrendas masacres, señalando
las más sangrientas con fecha, lugar y número de víctimas, hasta la
más reciente en Sharpeville en 1960, donde murieron 69 sudafricanos
desarmados.
Los asesinatos aislados de negros acaecidos cotidianamente en
toda la geografía del país, conformaban cifras tan incontables como
monstruosas.
Explicó la decisión de crear el Umkhonto we Siziwe (Lanza de la
Nación) que él encabezaba, como un instrumento aparte del ANC, para
aplicar una forma de lucha violenta, las acciones de sabotaje
económico y efecto político sin víctimas humanas. Esta presión se
sumaría a las acciones pacíficas de masas del ANC, y a la vez
tratarían de evitar que los partidarios de la violencia cayeran en
acciones terroristas desesperadas contra la población blanca, lo
cual profundizaría tan hondo la división que haría imposible la
convivencia pacífica de todas la razas en una futura Sudáfrica
democrática y no racista.
Con el aplomo de quien está narrando un acto absolutamente justo,
legítimo y honroso y la valentía de arrostrar la pena capital como
castigo, expuso que si la lucha pacífica del ANC, incluyendo formas
declaradas ilegales como las huelgas obreras y las acciones de
violencia debidamente controladas de Umkhonto, no lograban un cambio
en la intolerable situación en que vivía el pueblo negro, el camino
más apropiado sería la guerra de guerrillas.
Para estar preparado, si el desarrollo de los acontecimientos
conducía a ello, Mandela expresó con plena sinceridad:
"Intenté examinar todos los tipos de autoridad al respecto, de
Oriente y de Occidente, partiendo de la obra clásica de Clausewitz y
abarcando hasta Mao Ze Dong y Che Guevara, por una parte, y los
escritos sobre la guerra de los boers, por otra".
Es decir, estudió todas las experiencias, incluyendo la más
reciente, la de la Revolución Cubana descrita por la candente pluma
del Guerrillero Heroico.
A la noche siguiente de dictar la sentencia a cadena perpetua, el
líder africano era conducido junto a sus compañeros de lucha y de
condena a Ciudad de El Cabo y de allí, en bote, a Robben Island, la
pequeña isla penal de máxima seguridad y crueldad para los
prisioneros políticos sudafricanos: ¡27 años de sádico e implacable
encierro! Hasta el 11 de febrero de 1990.
Mandela nos expresó en Windhoek que visitar Cuba y abrazar a
Fidel estaba en su preferencia tan pronto le fuera posible emprender
el largo viaje. Así lo hizo en julio de 1991.
Todo nuestro pueblo recuerda su visita, su participación en el
acto nacional del 26 de Julio en la ciudad de Matanzas, sus cálidas
y definitorias palabras.
He aquí algunos párrafos:
"¿Qué otro país puede mostrar una historia mayor de desinterés
que la que Cuba ha demostrado en sus relaciones con África?
"Hoy esta es la Cuba Revolucionaria, la Cuba Internacionalista,
el país que tanto ha hecho por los pueblos de África.
"El pueblo cubano ocupa un lugar especial en el corazón de los
pueblos de África. La contribución de los internacionalistas cubanos
a la independencia, libertad y justicia en África no tiene paralelo
por su naturaleza de principio y desinterés.
"La aplastante derrota del ejército racista en Cuito Cuanavale
constituyó una victoria de toda África.
"La derrota del ejército racista permitió al pueblo combatiente
de Namibia alcanzar finalmente su independencia.
"La decisiva derrota de las fuerzas agresoras del Apartheid
destruyó el mito de la invencibilidad del opresor blanco.
"La derrota del ejército del Apartheid sirvió de inspiración al
pueblo combatiente de Sudáfrica".
Y sus vibrantes palabras finales:
"¡Viva la Revolución Cubana! ¡Viva el compañero Fidel Castro!".
A finales de abril de 1994, tras la aplastante victoria electoral
del ANC en alianza con el Partido Comunista y la Central Sindical
COSATU, Nelson Mandela asumió la presidencia de la República
Sudafricana.
La delegación cubana al histórico evento estuvo presidida por el
Comandante en Jefe. Se encontraron nuevamente los dos gigantes
combatientes de la libertad de los pueblos.
Fidel estuvo en Sudáfrica en una segunda ocasión en septiembre de
1998 en la Cumbre del Movimiento de Países No Alineados.
Y por tercera vez en septiembre del 2001 en la Conferencia
Mundial contra el Racismo, efectuada en Durban. En todas las
ocasiones volvieron a encontrarse en un clima de excepcional
hermandad y mutua admiración.
La fecha más reciente en que conversé nuevamente con Mandela fue
en Maputo, a mediados de abril del 2005.
En visita oficial en Mozambique, nuestro embajador me comentó la
misma mañana de mi llegada que Mandela estaba pasando unos días de
reposo en unión de su esposa Graca, mozambicana. Se me ocurrió
pedirles una entrevista para saludarlos y esa misma tarde me la
concedieron.
Por suerte, en la biblioteca de nuestra embajada había un
ejemplar en idioma inglés del libro de poemas de Antonio Guerrero,
uno de nuestros Cinco Héroes injustamente prisioneros en cárceles de
Estados Unidos por combatir el terrorismo contra Cuba.
Después de los saludos cariñosos y para nosotros emocionante, le
hablé al prisionero político más famoso del siglo de nuestros cinco
compañeros y le entregué el libro de Tony.
Empezó a leer los poemas. Todos quedamos en silencio. Pasó más de
un cuarto de hora. Me decidí a levantarme del sofá que compartíamos,
pues no quería abusar de su generosidad e interrumpir por más tiempo
su descanso.
Me hizo portador de sus saludos para Fidel, Raúl y sus hermanos
cubanos, especialmente para los Héroes, el poeta y sus cuatro
compañeros de cautiverio.
"¡Saldrán de Robben Island!", sentenció.