Nelson Mandela

Extraordinario símbolo de esta era

JORGE RISQUET VALDÉS

El 18 de julio ha sido instituido por la Organización de Naciones Unidas como el Día de Mandela.

Viene a mi mente el recuerdo de aquel día de mediados de julio de 1988, antevíspera del Aniversario 70 de Mandela y más de un cuarto de siglo en cruel prisión en las cárceles del Apartheid.

Mi visita oficial en Zimbabwe coincidió con la de un huésped ilustre, el secretario general del Partido Laborista Británico, Neil Kinnock, quien había defendido ardientemente la causa del Frente Patriótico (ZAPU-ZANU) frente al gobierno conservador de Margaret Tatcher.

Esa noche fui invitado a participar en la sesión solemne del Parlamento de Zimbabwe, en honor a Kinnock, quien pronunció un magnífico y aplaudido discurso.

Quedé sorprendido cuando se anunció que habría de pronunciar las palabras finales, decisión que los organizadores no me habían informado por anticipado.

Ante el inesperado hecho, el embajador de Estados Unidos fue el único miembro del cuerpo diplomático acreditado en Harare que se levantó de su silla y se marchó de la sala.

Desde luego, fui muy breve y aprovechando que el acto se estaba trasmitiendo por la radio nacional que se escuchaba en la vecina África del Sur, envié este mensaje al más ilustre de los prisioneros políticos del mundo:

"Lo mismo que los barrotes que encerraron a Mugabe, a N¢ Komo y a otros muchos patriotas de Zimbabwe no pudieron ahogar la lucha por la libertad, tampoco los barrotes que encierran a Nelson Mandela y a sus compañeros podrán apagar la lucha por la libertad del pueblo sudafricano.

Leyendo un libro de poemas de Antonio Guerrero.

"Nelson Mandela, en su 70 Aniversario, a pesar de más de un cuarto de siglo de prisión, es más libre que nunca, su nombre, su figura gigantesca, una de las figuras más grandes de este siglo. Es conocido en todos los rincones del mundo. Ya no es un prisionero. Los prisioneros son los otros, son aquellos que sustentan y sostienen el régimen del Apartheid, prisioneros de sus prejuicios, prisioneros de su incomprensión de la historia, prisioneros de su ceguera política, condenados por la historia misma a que su régimen brutal desaparezca".

No quise extenderme, solo expresar finalmente que: "Nuestro pueblo cubano, con sangre africana y europea, un pueblo multirracial, también ha sabido derramar esta sangre en la lucha por la libertad de los pueblos del Cono Sur africano en el combate contra las tropas del Apartheid".

Las Negociaciones Cuatripartitas en curso (CUBA-ANGOLA-SUDÁFRICA y EE.UU. como "mediador"), habían comenzado en mayo y proseguido en junio y julio, mientras la ofensiva de las tropas cubanas junto a las angolanas y a los guerrilleros de la SWAPO obligaron a los invasores de Pretoria a retirarse de Angola en agosto y a firmar los Acuerdos de Paz en la ONU suscritos por los tres países, a finales de ese año 1988.

La aplicación de la Resolución 435 de la ONU condujo a la independencia de Namibia y al triunfo de la SWAPO en las elecciones.

El 21 de marzo de 1990 una delegación cubana asistió a la histórica ceremonia. Presidida por el Comandante de la Revolución Juan Almeida Bosque, tuve el privilegio de integrarla junto al General Leopoldo Cintra Frías, quien dirigió la ofensiva final contra las tropas del Apartheid en el sur de Angola.

Pocas veces en mi vida he sentido tanta emoción como aquel día de marzo en Windhoek, jubilosa jornada del acceso de Namibia a la independencia con Sam Nujoma al frente, y en que abracé a Nelson Mandela, libre ya para siempre desde el mes anterior y al frente de su pueblo, cuya lucha heroica y creciente resultaría incontenible hasta lograr la victoria sobre el repugnante régimen racista.

El símbolo más alto de esta victoria del heroico pueblo sudafricano es Nelson Mandela.

Rolinlala Dalibhuna Mandela había nacido el 18 de julio de 1918 en una pequeña aldea de Umtata, en el Transkei. Huérfano de padre al igual que sus catorce hermanos, su tutor lo envió a la escuela metodista, donde una profesora, el primer día de clases, le puso el nombre anglófono de Nelson.

Hasta el nombre le era impuesto al negro sudafricano en aquella colonia anglo-boer en que Mandela vino al mundo.

El traje no hace al monje, ni el nombre hace al hombre.

Este Nelson xhosa sería 1 000 veces más conocido que el Almirante inglés Nelson, que ganó en 1805 la batalla de Trafalgar sobre las flotas de Francia y España, mas perdió la vida en la contienda.

Nelson Mandela es conocido y además admirado y querido por incontables millones de personas en todo el mundo.

Como expuso Fidel en el acto del 26 de Julio de 1991, en su presencia:

"Si se quiere tener un ejemplo de un hombre absolutamente íntegro, ese hombre, ese ejemplo es Mandela. Si se quiere tener un ejemplo de un hombre inconmoviblemente firme, valiente, heroico, sereno, inteligente, capaz, ese ejemplo y ese hombre es Mandela.

"Y no lo pienso —añade el Comandante en Jefe— después de haberlo conocido, después de haber tenido el privilegio de conversar con él, después de haber tenido el gran honor de recibirlo en nuestro país, lo pienso desde hace muchos años, y lo identifico como uno de los más extraordinarios símbolos de esta era".

Hay tres grandes hechos históricos en el siglo XX en que los acusados han ejercido su propia defensa y han devenido acusadores implacables de los regímenes opresores que los juzgaron y los condenaron: el búlgaro Jorge Dimitrov en la Alemania nazi, en Leipzig, 1933; Fidel Castro en Santiago de Cuba, en 1953 y Nelson Mandela en dos ocasiones, la primera, en 1962, sentenciado a cinco años de cárcel, y la segunda, en 1964, condenado a cadena perpetua.

En el alegato que pronunció frente a la Corte Suprema de Pretoria, Mandela expresó:

"He dedicado toda mi vida a esta lucha del pueblo sudafricano. He luchado contra la dominación blanca y he luchado contra la dominación negra. He alimentado el ideal de una sociedad libre y democrática en la cual todas las personas vivan juntas en armonía y con iguales posibilidades. Es un ideal por el cual puedo vivir. Pero si es necesario, es un ideal por el cual estoy dispuesto a morir".

Estas palabras de fuego de Nelson Mandela, culminación de su argumentación en el juicio de Rivonia, ante el tribunal racista que lo condenó a cadena perpetua, me emocionan siempre al leerlas, como si las estuviera oyendo en ese instante, como si yo, mestizo, estuviera también allí, en el banquillo de los acusados, junto a él, Sisulu, M¢ beki, Mhlaba, Motsoaledi, Mlangni, todos africanos negros, Kathrada, indio y Goldberg, blanco.

Mandela, que igualmente había actuado como su propio abogado defensor en 1962 ante el Tribunal de Old Sinagogue que lo condenó a cinco años de prisión, pronunció ante la Corte su extenso y profundo alegato conocido como Estoy dispuesto a morir.

Mandela clavó en la picota al régimen abominable del Apartheid, declaró ilegítimo a un gobierno electo por el voto exclusivo de los blancos para regir una sociedad donde de cada 100 personas 73 eran negros, diez mestizos, tres indios, es decir, 86 no blancos y solo 14 blancos.

Describió con datos irrefutables las condiciones de vida infrahumana en que vivía la población negra, arrinconada en las llamadas reservas nativas rurales, en los guetos urbanos y en las villas-miseria; la brutal injusticia económica y social y la negación absoluta de derechos políticos de que era objeto.

Expuso con razonamientos convincentes la línea política consecuente del Congreso Nacional Africano (ANC) desde su fundación en 1912, basada en la lucha pacífica para la conquista de sus legítimos derechos. Demostró que frente a este modo de actuar del ANC, el gobierno blanco había respondido, una y otra vez, a las protestas cívicas de los negros con horrendas masacres, señalando las más sangrientas con fecha, lugar y número de víctimas, hasta la más reciente en Sharpeville en 1960, donde murieron 69 sudafricanos desarmados.

Los asesinatos aislados de negros acaecidos cotidianamente en toda la geografía del país, conformaban cifras tan incontables como monstruosas.

Explicó la decisión de crear el Umkhonto we Siziwe (Lanza de la Nación) que él encabezaba, como un instrumento aparte del ANC, para aplicar una forma de lucha violenta, las acciones de sabotaje económico y efecto político sin víctimas humanas. Esta presión se sumaría a las acciones pacíficas de masas del ANC, y a la vez tratarían de evitar que los partidarios de la violencia cayeran en acciones terroristas desesperadas contra la población blanca, lo cual profundizaría tan hondo la división que haría imposible la convivencia pacífica de todas la razas en una futura Sudáfrica democrática y no racista.

Con el aplomo de quien está narrando un acto absolutamente justo, legítimo y honroso y la valentía de arrostrar la pena capital como castigo, expuso que si la lucha pacífica del ANC, incluyendo formas declaradas ilegales como las huelgas obreras y las acciones de violencia debidamente controladas de Umkhonto, no lograban un cambio en la intolerable situación en que vivía el pueblo negro, el camino más apropiado sería la guerra de guerrillas.

Para estar preparado, si el desarrollo de los acontecimientos conducía a ello, Mandela expresó con plena sinceridad:

"Intenté examinar todos los tipos de autoridad al respecto, de Oriente y de Occidente, partiendo de la obra clásica de Clausewitz y abarcando hasta Mao Ze Dong y Che Guevara, por una parte, y los escritos sobre la guerra de los boers, por otra".

Es decir, estudió todas las experiencias, incluyendo la más reciente, la de la Revolución Cubana descrita por la candente pluma del Guerrillero Heroico.

A la noche siguiente de dictar la sentencia a cadena perpetua, el líder africano era conducido junto a sus compañeros de lucha y de condena a Ciudad de El Cabo y de allí, en bote, a Robben Island, la pequeña isla penal de máxima seguridad y crueldad para los prisioneros políticos sudafricanos: ¡27 años de sádico e implacable encierro! Hasta el 11 de febrero de 1990.

Mandela nos expresó en Windhoek que visitar Cuba y abrazar a Fidel estaba en su preferencia tan pronto le fuera posible emprender el largo viaje. Así lo hizo en julio de 1991.

Todo nuestro pueblo recuerda su visita, su participación en el acto nacional del 26 de Julio en la ciudad de Matanzas, sus cálidas y definitorias palabras.

He aquí algunos párrafos:

"¿Qué otro país puede mostrar una historia mayor de desinterés que la que Cuba ha demostrado en sus relaciones con África?

"Hoy esta es la Cuba Revolucionaria, la Cuba Internacionalista, el país que tanto ha hecho por los pueblos de África.

"El pueblo cubano ocupa un lugar especial en el corazón de los pueblos de África. La contribución de los internacionalistas cubanos a la independencia, libertad y justicia en África no tiene paralelo por su naturaleza de principio y desinterés.

"La aplastante derrota del ejército racista en Cuito Cuanavale constituyó una victoria de toda África.

"La derrota del ejército racista permitió al pueblo combatiente de Namibia alcanzar finalmente su independencia.

"La decisiva derrota de las fuerzas agresoras del Apartheid destruyó el mito de la invencibilidad del opresor blanco.

"La derrota del ejército del Apartheid sirvió de inspiración al pueblo combatiente de Sudáfrica".

Y sus vibrantes palabras finales:

"¡Viva la Revolución Cubana! ¡Viva el compañero Fidel Castro!".

A finales de abril de 1994, tras la aplastante victoria electoral del ANC en alianza con el Partido Comunista y la Central Sindical COSATU, Nelson Mandela asumió la presidencia de la República Sudafricana.

La delegación cubana al histórico evento estuvo presidida por el Comandante en Jefe. Se encontraron nuevamente los dos gigantes combatientes de la libertad de los pueblos.

Fidel estuvo en Sudáfrica en una segunda ocasión en septiembre de 1998 en la Cumbre del Movimiento de Países No Alineados.

Y por tercera vez en septiembre del 2001 en la Conferencia Mundial contra el Racismo, efectuada en Durban. En todas las ocasiones volvieron a encontrarse en un clima de excepcional hermandad y mutua admiración.

La fecha más reciente en que conversé nuevamente con Mandela fue en Maputo, a mediados de abril del 2005.

En visita oficial en Mozambique, nuestro embajador me comentó la misma mañana de mi llegada que Mandela estaba pasando unos días de reposo en unión de su esposa Graca, mozambicana. Se me ocurrió pedirles una entrevista para saludarlos y esa misma tarde me la concedieron.

Por suerte, en la biblioteca de nuestra embajada había un ejemplar en idioma inglés del libro de poemas de Antonio Guerrero, uno de nuestros Cinco Héroes injustamente prisioneros en cárceles de Estados Unidos por combatir el terrorismo contra Cuba.

Después de los saludos cariñosos y para nosotros emocionante, le hablé al prisionero político más famoso del siglo de nuestros cinco compañeros y le entregué el libro de Tony.

Empezó a leer los poemas. Todos quedamos en silencio. Pasó más de un cuarto de hora. Me decidí a levantarme del sofá que compartíamos, pues no quería abusar de su generosidad e interrumpir por más tiempo su descanso.

Me hizo portador de sus saludos para Fidel, Raúl y sus hermanos cubanos, especialmente para los Héroes, el poeta y sus cuatro compañeros de cautiverio.

"¡Saldrán de Robben Island!", sentenció.

 

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