Un golpe de indolencia a la economía cubana

YAIMA PUIG MENESES Y LÁZARO BARREDO MEDINA
yaima@granma.cip.cu

El ferrocarril constituye en nuestro país una de las columnas vertebrales del desarrollo económico. Tal realidad exige del sector ferroviario estricta disciplina laboral y una conducta técnica de alto nivel, elementos que, desgraciadamente, se han debilitado de manera notable en los últimos años.

No es exagerado afirmar que las graves indisciplinas técnicas de la tripulación y del personal de operaciones unido a las deficiencias de dirección persistentes, contribuyeron a fomentar el caos. La inexplicable falta de orden que impera en el sector así como la indiferencia en el cuidado de los costosos equipos, ha provocado el desaprovechamiento de las capacidades, el incremento de los accidentes, el robo y el descontrol sobre elementos como rieles, traviesas, piedra, sistemas de señalización, etcétera.

Los desperfectos que ocasiona en la vía la falta de alguno de sus elementos pueden provocar lamentables accidentes. En la fotografía se muestra el descarrilamiento de un tanque de combustible.

La ocurrencia de estos hechos demuestra que cuando se es débil, tolerante, y se obra con desidia, se abre el camino al bandidaje.

Resulta inconcebible que el país invierta cientos de millones de dólares en la compra de elementos o equipos ferroviarios y que tanto administradores como colectivos de trabajo no siempre protejan esos recursos que la Revolución pone en sus manos.

El deficiente chequeo de las vías por parte de los propios responsables, ha posibilitado el robo de sus elementos, lo mismo de ciudadanos que de empresas estatales.

Aun cuando el llamado camino de hierro está considerado como el medio de transporte terrestre más barato y funcional —si se cuida y se cumplen las normas técnicas de mantenimiento—, la inversión que es necesario realizar en la actualidad, lo encarece en gran medida: una traviesa de hormigón cuesta unos 20 pesos y cerca de 26 dólares; una tonelada de rieles, que alcanza para unos 12,5 metros de vía férrea, vale 1 200 dólares; una locomotora tiene un precio de poco más de un millón y medio de dólares y un coche de viajeros, un millón.

Súmese a lo anteriormente expuesto, el daño que ocasionan ciudadanos inescrupulosos que cometen delitos de robo y receptación con total impunidad. Increíblemente, a través de los años han sustraído fundamentalmente rieles que se emplean en los más diversos fines, lo mismo para construir corraletas de animales, que cercas, vigas o pilotes. De igual forma, las vías han sido despojadas de gran cantidad de traviesas de hormigón que emplean íntegramente en la confección de cercas y pisos o para despojarlas de los alambrones interiores y realizar las más diversas fabricaciones caseras.

Lo inconcebible es que directivos justifiquen el robo de traviesas...

Sin embargo, lo más grave es que tales acciones ponen en riesgo, además, la seguridad de las personas que utilizan este medio de transporte y también pueden deteriorarse las cargas que se trasladan.

Así pues el deficiente trabajo de revisión y supervisión de los tramos de las vías ha facilitado que en el transcurso de los años se acumularan en diversos barrios del país, enormes pilas de traviesas sin que nadie se extrañe de su existencia y mucho menos se interese por conocer su lugar de origen, los daños que su ausencia puede ocasionar a la circulación del transporte ferroviario, o el costo económico que tales actos vandálicos representan para el país.

Irónicamente esta situación que para algunos pudiera parecer algo normal, no tiene ni un ápice de legalidad ni es solo responsabilidad ciudadana. ¿Por qué se ha vuelto cotidiana, entonces, a lo largo y ancho del territorio cubano? ¿Tienen conocimiento de estos hechos delictivos funcionarios del sector? ¿En alguna ocasión se han tomado medidas con las personas que incurren en estos hechos? ¿Qué papel desempeñan las administraciones e inspectores? ¿Cuál es el desempeño de las instituciones locales? ¿Qué hacen los jefes a todos los niveles para impedirlo?

En el transcurso de los años en numerosas regiones del país, se han construido gran cantidad de corraletas para animales a partir de rieles procedentes de las vías, y a nadie parece importarle su lugar de procedencia.

LA VÍA EXIGE RESPETO

Las acciones emprendidas en la actualidad para revitalizar las vías férreas en el territorio nacional, procuran el máximo de racionalidad, previsión, organización y disciplina; sin embargo, la puesta en marcha de este costoso proceso inversionista ha encontrado un gran obstáculo para su desarrollo.

Ahora no solo es necesario sustituir componentes deteriorados —que en muchos casos, incluso, pueden reutilizarse al ser recuperados como materias primas—, sino que en diferentes lugares, tendrán que reponerse completamente traviesas, tornillos y porciones de rieles.

Sustraer a la vía férrea cualquiera de sus elementos no es un acto que pueda realizarse con facilidad y mucho menos en cuestión de horas, de modo que la elevada presencia de estas acciones, denota despreocupación y desprotección.

Según confirman documentos oficiales de la Fiscalía General de la República, en la provincia de Villa Clara, por ejemplo, fue detectada la ausencia de 26 traviesas en una porción de vía. El esfuerzo físico que es necesario realizar para llevar a cabo esta fechoría, imposibilita que en un solo día pueda desmantelarse semejante número de traviesas.

¿Quién debía revisar ese trayecto y no lo hizo? Son algunos operarios quienes en primer lugar propician la ocurrencia de tales hechos, pues no cumplen con sus funciones y muestran indolencia al no chequear las vías por largos periodos.

"Tal realidad provoca, por ejemplo, que directores como el de la Unidad Empresarial de Base (UEB) Vías y Puentes de la provincia de Cienfuegos, justifiquen el robo de traviesas aisladas aduciendo que al faltar aleatoriamente, no dañan la circulación", argumenta un funcionario de la dirección de Procesos Penales de la Fiscalía General.

Si los principales afectados alegan que el hecho no constituye daño alguno ¿qué podremos esperar de los otros sectores?

¿Cómo puede este directivo ser responsable de los recursos del Estado? ¿Cómo puede decidir sobre el futuro económico de una entidad?

Otros, incluso, son dadivosos, muy desenvueltos para dar lo que no les pertenece, y fomentan el "cubaneo", para ayudar a "resolver" supuestas necesidades, autorizando entregas de traviesas a particulares.

Una vez más estamos en presencia de la grave violación de un principio de nuestra sociedad: los recursos que la Revolución pone en manos de un administrador son para que este los utilice eficazmente en la actividad hacia la que fueron destinados no para que él determine por su cuenta cómo emplearlos, aunque le sobren o considere que están defectuosos.

Que los directivos no se consideren obligados a cumplir estrictamente con lo legislado y entren en rejuegos facilistas, lamentablemente termina convirtiéndose en fuente de corrupción, deformación del trabajo de dirección o incorrecta aplicación de la política económica. En una reciente discusión política, un compañero definió en buen lenguaje criollo a este tipo de directivos —que quieren hacer lo que les da la gana y no respetan a la Ley ni a las instituciones—, como "torones".

A tal punto hemos llegado, que a muchos niveles suele verse como un hecho común el "obsequio" a la población, por parte de directivos, de cualquiera de estos elementos. El abandono y la poca exigencia por parte de las instituciones correspondientes también erosionan la disciplina y el orden a todos los niveles.

Recientemente, un funcionario del sector le entregó 60 traviesas a un trabajador que decía necesitarlas para resolver un problema personal; sin embargo, al tenerlas en su poder, este trabajador las vendió por un precio de 80 pesos cada una.

¿Quién podría asegurar que detrás de esta acción no hubo algún cambalache o acción turbia?

RESPONSABILIDAD DE LAS ESTRUCTURAS ESTATALES

Los 15 procesos penales iniciados en los primeros meses de este año demuestran que el robo de traviesas y elementos de sujeción en las vías implica directamente a los trabajadores del sector ferroviario, aunque también numerosas entidades estatales se involucran en estos hechos delictivos, para resolver la reparación de muchos de sus equipamientos.

Llama la atención que las diferentes organizaciones políticas y de masas existentes en estos centros laborales y en el barrio, no participan activamente en el combate de estos delitos, contribuyendo a crear a través de los años una gran cadena de personas que en distintos niveles ignoran estas realidades o peor aún: han dejado de hacerles frente.

La indolencia llega a tal punto que, meses atrás, en la provincia de Villa Clara, por ejemplo, se comprobó que trabajadores del sector ferroviario le cedieron a una empresa perteneciente al Ministerio del Azúcar un buen número de tornillos ociosos de las vías cercanas para que repararan sus instrumentos de trabajo, confirman funcionarios de la Fiscalía General.

¿Acaso no eran necesarios en las vías estos elementos? ¿Cómo puede un funcionario arrogarse el derecho de tomar decisiones que perjudican a su propia empresa aun cuando beneficien a otra entidad estatal? ¿Quién y cómo penaliza estos desmanes administrativos?

Resulta increíble la naturalidad conque es vista la ocurrencia de estos hechos por los propios implicados. La presencia de estas acciones en los más disímiles poblados y regiones del país, obliga a tomar medidas mucho más severas con los infractores, pues hacerse "los de la vista gorda" ante las ilegalidades no es la solución. ¿Dónde quedarían el respeto y la credibilidad de nuestras instituciones estatales?

Si inescrupuloso resulta el ciudadano común cuando sustrae ilegalmente los recursos del Estado, más vergonzoso es que un organismo o institución estatal se apropie de los recursos que no le pertenecen para emplearlos en su propio beneficio. Qué decir, entonces, de la empresa ferroviaria que regala o permite que la despojen de sus pertenencias en las vías.

Sobre todos ellos debía caer con mucha más fuerza el peso de la Ley. Existen razones suficientes para penalizarlos.

Nunca el Estado ha autorizado la venta de ninguno de esos materiales, por lo cual su tenencia es producto del robo o la receptación.

Actualmente se ha detectado que numerosos tramos de las vías han sido levantados completamente y son miles las toneladas de acero que se han desviado para usos indebidos. Exigir su devolución, podría ahorrarle grandes sumas de dinero a la nación, que no tendría que comprar muchos de estos elementos en el mercado exterior.

Y junto a ello urge también depurar a los que han manchado el honor ferroviario y reforzar el trabajo para apoyar la rehabilitación de los ferrocarriles, la cual no podrá desarrollarse si continúan las graves indisciplinas técnicas que hoy subsisten tanto en las tripulaciones como en el personal de operaciones.

Si la indolencia es un golpe bajo a la economía nacional, en este sector es un ultraje.

 

| Portada  | Nacionales | Internacionales | Cultura | Deportes | Cuba en el mundo |
| Comentarios | Opinión Gráfica | Ciencia y Tecnología | Consulta Médica | Cartas| Especiales |

SubirSubir