Clases entre talleres

JOEL MAYOR LORÁN
Joel@granma.cip.cu  

Impartir clases sobre una locomotora resulta atinado y a la vez retador. Otros prefieren el desafío de elegir como escenario un edificio que nace entre sus manos, o un taller de máquinas, incluso una refinería. Lo importante es que los profesores estén preparados para aprovechar las ventajas de aulas tan singulares. Por estos días, diversos especialistas de las empresas de todo el país recibieron ese entrenamiento.

TÉCNICAS Y TEODOLITOS

La primera vez que Reinaldo Suárez tuvo que enseñar a sus propios colegas, en el lugar donde mezclaban cemento y arena, sintió la timidez de parecer un académico en aquel ambiente de sudor y carretillas que iban y venían. No obstante, esa experiencia le sirvió para ir tomando confianza y convertir sus lecciones en una especie de conversación.

Foto del autor ¿Dónde mejor que entre las máquinas puede formarse un mecánico? El profesor Carlos Enrique Núñez ya no volverá a estar solo en el taller cuando comience el nuevo curso.

"Con los muchachos del politécnico es otra cosa. Pero hemos recibido una preparación metodológica muy buena: los objetivos, la dosificación, la didáctica, cómo se elabora una carta de instrucción. Y el dominio del contenido te ayuda a transmitir tus conocimientos".

Reinaldo imparte la asignatura Materiales y Productos de la Construcción a futuros obreros calificados de Cienfuegos. Las suyas son clases peculiares: con hormigón, áridos, baldosas, azulejos...

Y a Juan Miguel Gómez le sucede algo similar. A partir de septiembre impartirá Topografía en el politécnico José Gregorio Martínez, de nuevo dedicado a formar constructores (principalmente) en la Perla del Sur. Así que ya se arma con un trípode y un teodolito, para revelarles cómo medir ángulos horizontales y verticales.

"En el curso aprendimos sobre los niveles de asimilación de los estudiantes y, entre otros aspectos, el modo de atender las diferencias individuales, una labor bien difícil. En el trabajo con jóvenes tienes que ser como un pintor y volcar toda tu imaginación sobre ellos para motivarlos. Ahora conocemos técnicas participativas que, unidas a los medios reales, facilitan la comprensión de la materia".

QUÍMICOS Y MECÁNICOS

"Si tienes la teoría y no te ‘fajas’ con los tubos, de nada te sirve. Esa es la base fundamental del aprendizaje", asegura el ingeniero químico Alexei Capote, de la Refinería Camilo Cienfuegos.

"Aquí les mostramos la instrumentación de la planta, las posibles fallas de los equipos, el tratamiento al crudo... y los familiarizamos con la planta", explica la también ingeniera química Yalaina Lajos.

Ambos soñaron siempre con este universo de tuberías que transportan y confieren nuevas cualidades al petróleo. No renunciarían a su profesión, porque les hace feliz. Sin embargo, la han enriquecido desde que decidieron ser, además, profesores.

Carlos Enrique Núñez, mecánico A de la Empresa Oleohidráulica del territorio, ni siquiera quería atreverse. "No me gustaba. Comencé por compromiso. Me dije: ‘Vamos a ver cómo encaminamos esta misión. Yo había sido alumno en ese mismo politécnico, el 5 de Septiembre; también tuve esa edad, y era indisciplinado.

"La primera clase fue pésima. Pero tuve ayuda. Con autoridad, fui ganando respeto. Ya llevo seis años. Con la experiencia y los libros he podido lograrlo. Algunos colegas me preguntan: ‘¿ese es el hijo tuyo?’, pues los ven que andan conmigo todo el tiempo por el taller".

UNA VOCACIÓN

"Para mí no fue una tarea, sino vocación", expresa Omar Acea, ingeniero en transporte automotor y jefe del Departamento Técnico de la Unidad Básica de Ferrocarriles, quien de 1988 a 1993 colaboró como profesor adjunto en la Universidad de Cienfuegos.

"Me agrada la docencia. Todo lo que a uno le gusta le sale bien. Yo soy de origen obrero; en otros tiempos no hubiera tenido acceso a la Educación Superior. Por tanto, es también un compromiso moral".

Omar sabe muchas cosas que pueden conquistar a los muchachos. Se formó en la antigua Unión Soviética y lleva 31 años entre trenes: le basta con ver los dígitos estampados en una locomotora para discernir el tipo de transmisión, la potencia o el número de orden del ferrocarril. Habla de los países que marcan la avanzada en este medio masivo, y alude al 85% de disponibilidad técnica logrado en su taller.

Desde luego, no consigue enamorar del oficio a todos. Las condiciones materiales y salariales suelen pesar más que los argumentos sobre la necesidad del relevo y la importancia de esta provincia cual punto importante para el traslado de cargas. Pero algunos quedan tentados.

El abuelo de Aliesky Vargas era maquinista y fogonero. Lo dejaba subirse al tren. Aunque pasaron los años, el idilio del niño se transformó en un sueño realizable para este jovencito que quiere ser técnico. Y ninguna influencia ha podido más que las clases sobre una locomotora impartidas por su profesor Omar y otros especialistas.

Por eso Aliesky sube una y otra vez, porque estas lecciones lo conducen a poner en marcha el futuro.

 

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