Ayana
se levanta antes que salga el sol. Se baña, se viste y sale de su
casa cuando sus hijas todavía duermen. Toma un autobús, luego un
tren y un taxi. Una hora después, llega a un lujoso apartamento,
donde se ocupa de una familia ajena a cambio de un sueldo miserable.
En su lugar de trabajo prepara el desayuno para los niños, empaca
sus almuerzos, los despide cuando se van a la escuela, limpia el
apartamento, lava la ropa, recoge a los niños, los lleva a clases de
piano y de fútbol, vuelve al apartamento, los baña y los viste, les
prepara la cena, controla las tareas domiciliarias que les enviaron
los maestros y lava los platos.
El cielo vuelve a oscurecerse 12 horas después, cuando Ayana
aborda su tren de regreso. Cuando llega a su hogar, sus hijas ya
están en la cama. Les da el beso de las buenas noches y apaga las
luces.
La semana siguiente, Ayana pasa más de 50 horas ocupándose de una
casa y unos niños que no son suyos. Por su esfuerzo gana un salario
bajo, que ronda la línea de pobreza establecida federalmente.
No le pagan horas extra, ni le corresponde tiempo libre, ni un
seguro de salud. No tiene un contrato de trabajo. Probablemente no
cobra su sueldo en fecha.
Con sus míseros ingresos debe mantener un hogar de cuatro
personas y enviar una parte a su familia original, que vive en
Trinidad y Tobago. Y otra vez volverá a atrasarse en el pago del
alquiler.
La situación de Ayana no es la excepción de la regla. Su vida
resume las de muchas trabajadoras domésticas en Estados Unidos, la
mayoría de las cuales son mujeres inmigrantes, de piel más oscura,
explotadas a cambio de salarios escasos.
Ella es la trabajadora doméstica promedio, una de las
aproximadamente 2,5 millones que viven y trabajan en Estados Unidos.
Ayana es representativa de la fuerza laboral doméstica urbana,
definida como cualquier persona empleada para trabajar en una casa
particular por parte del jefe o los jefes de hogar. Entre ellas
figuran niñeras, mucamas, acompañantes de ancianos, limpiadoras y
cocineras.
Las estimaciones sobre la cantidad de trabajadoras domésticas en
la ciudad de Nueva York van de 200 000 a 600 000, especulándose con
que incluso supere esa cifra.
Jill Shenker, principal organizadora de la Alianza Nacional de
Trabajadoras Domésticas, dijo a IPS/TerraViva que "una de las
realidades de esta fuerza laboral en todo el mundo es que no es muy
bien comprendida o investigada".
Actualmente no hay disponibles datos exhaustivos sobre la
situación en el ámbito nacional, aunque la Alianza planea lanzar en
el 2011 una investigación en todo el país, a fin de recabar
estadísticas al respecto.
Lo que se sabe sobre las trabajadoras domésticas es que se les
hace trabajar de más y se les paga de menos. Un informe del 2006 de
la organización Trabajadoras de Casa Unidas, y que aportó los datos
más concluyentes sobre esta fuerza laboral, entrevistó a 547
empleadas en hogares de Nueva York, procedentes de 42 países.
El estudio reveló que 99 % de las personas que realizan estos
trabajos son extranjeras, 95 % son mestizas y 93 % mujeres. La
mayoría son de América Latina, el Caribe y Filipinas.
No sorprende que la industria del trabajo doméstico en Estados
Unidos tenga sus raíces en la esclavitud. Tras la abolición, esta
ocupación fue desempeñada predominantemente por féminas de origen
africano.
Luego que en los años 70 el movimiento por los derechos civiles
expandió las opciones laborales para las mujeres negras, estas
comenzaron a sumarse a las filas del trabajo doméstico, buscando
escapar de la pobreza reinante en sus lugares de origen.
A causa de su tensa historia, el trabajo doméstico —igual que el
rural, otra ocupación típica de esclavos en Estados Unidos— nunca
estuvo sujeto a ninguna protección legal.
Estas empleadas han sido excluidas de la Ley Nacional de
Relaciones Laborales, la Ley de Estándares Laborales Justos, la Ley
de Seguridad y Salud Ocupacional, la Ley de Derechos Civiles, la Ley
de Estadounidenses con Discapacidades y la Ley de Discriminación por
Edad en el Empleo.
Organizaciones como Trabajadoras de Casa Unidas y la red que la
contiene, la Alianza Nacional de Trabajadoras Domésticas, vienen
luchando por un cambio.