Recordar Potsdam

Elson Concepción Pérez
elson.cp@granma.cip.cu

La ciudad alemana de Potsdam, capital del estado federado de Brandeburgo, fue escenario entre los días 17 de julio y 2 de agosto de 1945, de una Conferencia internacional de las potencias vencedoras en el enfrentamiento al nazifascismo durante la II Guerra Mundial.

El primer ministro británico Winston Churchill, el presidente Truman y el secretario general del Partido Comunista de la Unión Soviética Iósif Stalin, los líderes de los países vencedores en la II Guerra Mundial en la Conferencia de Potsdam.

De ella se desprendieron, entre otras, la existencia de una Alemania dividida en esferas de influencias, a la vez que se pasaba, de la era de la confrontación bélica, a la llamada época de la Guerra Fría, que para muchos concluyó con la caída del Muro de Berlín y la desintegración de la Unión Soviética.

Pero hay un aspecto de lo ocurrido en aquella reunión de hace 65 años que es digno de un recordatorio especial: el entonces presidente norteamericano Harry Truman —presente en la cita— recibió un mensaje de sus asesores militares en Washington en el cual se le informaba que la bomba atómica estaba lista; y por esa misma vía dio la orden de lanzarla contra las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki.

El hecho puede ser más que una referencia, una advertencia para la actualidad, cuando un Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas —organización nacida al concluir la II Guerra Mundial—, decidió sancionar a Irán por su desarrollo nuclear pacífico, a la vez que permite que Estados Unidos enrumbe submarinos y portaaviones atómicos hacia el Golfo Pérsico. La memoria histórica nos conduce, inevitablemente, a aquel hecho, porque Potsdam no es más que un punto de referencia en el desenlace posterior de la geopolítica internacional.

Se trata ahora de peligros mayores, en un mundo en el que Estados Unidos y otras potencias se han fortalecido militarmente, y donde las armas nucleares cuentan por miles.

Por ello, no debe olvidarse que el ultimátum dado a Japón entonces, cuando ya la conflagración mundial llegaba a su fin y la capitulación era un hecho, no era más que una cortina de humo empleada por Truman, de cara a la opinión pública internacional, pues en realidad ya había decidido lanzar el ataque nuclear.

 

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