La mentira antes del desembarco

ROLANDO PÉREZ BETANCOURT

La historia de las guerras permite afirmar que la mentira como pretexto ha sido muchas veces el primer paso de un desembarco.

Durante la programación de verano la televisión exhibirá un filme que es un buen ejemplo de lo anterior y que al finalizar nos dejará pensando seguramente en alguien que todavía no ha pagado.

Distrito protegido (Green Zone) es el título de ese thriller bélico con mucha acción realizado este mismo año por Paul Greengrass y que tiene en el papel principal a Matt Damon, como un subteniente de inteligencia encargado de encontrar "armas de destrucción masiva" en el Iraq recién invadido por una coalición militar, dirigida por los Estados Unidos.

Hoy se sabe (aunque no son pocos los que comienzan a olvidarlo) que aquel término, "Weapons of Mass Destruction" ––el más utilizado por la prensa norteamericana en el año 2003–– fue una soberana mentira esgrimida para propiciar el ataque y ello hace que, siete años después, algunos, luego de aplaudir la realización, le reprochen a Distrito protegido el llegar demasiado tarde con su denuncia.

Pero se equivocan, porque en un mundo balanceándose en columpios de frivolidad y con una tendencia preocupante a limpiarse de la mente "lo que no le toca", subrayados de este tipo en un filme de ficción basado en hechos reales resultan imprescindibles, y más aún si se tiene en cuenta que la mentira sigue prevaleciendo en los menesteres bélicos de los eternos invasores.

Así pues, el soldado modelo que interpreta Matt Damon busca y rebusca por ciudades y desiertos las pretendidas armas de exterminio sin encontrar un solo tirapiedras, y se angustia y se pregunta qué está pasando, por qué no se topa con nada si tan buena información le pone en las manos la inteligencia norteamericana, apoyada esta a su vez en informaciones que le llegan de la cúpula del poder.

¿En qué maraña me encuentro?, se empina el perspicaz soldado y empieza a comprender que lo envuelve una urdimbre de conspiraciones y mentiras provenientes de la Casa Blanca y que apisona a buena parte de la prensa norteamericana (que no por gusto aparece en el filme el personaje de una veterana periodista, encargada de transmitir ––sin verificar–– lo que le dicen que informe desde el escenario bélico, representante ella, con pelos y señales, del Wall Street Journal, un periódico sustentador del neoliberalismo más agresivo y que fue uno de los principales medios en difundir el mito de las armas de destrucción masiva).

Distrito protegido sustenta su conflicto político en un libro escrito por un periodista tras una seria investigación, pero al ser un thriller bélico crea una contundente trama de acción amparada en personajes de diversas dimensiones: así vemos al iraquí "bueno" y colaboracionista, al funcionario de información que quiere dominarlo todo y que recaba "algo" interesante para que Bush se lo pueda dar a la CNN, y vemos también a un lúcido y buena gente oficial de la CIA que entra en contradicción con el alto mando porque sabe que el "cocinado" proveniente de la Casa será al final del banquete una soberana indigestión para los intereses de la nación que, a su manera, él defiende.

Película para ver y analizar, mientras uno se pregunta cómo el responsable del engaño de turno que le costó la vida a cientos de miles de personas (y sigue costando), gana dinero en conferencias académicas en las que, se supone, debiera prevalecer cualquier cosa que no fuera la mentira.

 

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