La
historia de las guerras permite afirmar que la mentira como pretexto
ha sido muchas veces el primer paso de un desembarco.
Durante la programación de verano la televisión exhibirá un filme
que es un buen ejemplo de lo anterior y que al finalizar nos dejará
pensando seguramente en alguien que todavía no ha pagado.
Distrito protegido (Green Zone) es el título de ese
thriller bélico con mucha acción realizado este mismo año por
Paul Greengrass y que tiene en el papel principal a Matt Damon, como
un subteniente de inteligencia encargado de encontrar "armas de
destrucción masiva" en el Iraq recién invadido por una coalición
militar, dirigida por los Estados Unidos.
Hoy se sabe (aunque no son pocos los que comienzan a olvidarlo)
que aquel término, "Weapons of Mass Destruction" ––el más utilizado
por la prensa norteamericana en el año 2003–– fue una soberana
mentira esgrimida para propiciar el ataque y ello hace que, siete
años después, algunos, luego de aplaudir la realización, le
reprochen a Distrito protegido el llegar demasiado tarde con
su denuncia.
Pero se equivocan, porque en un mundo balanceándose en columpios
de frivolidad y con una tendencia preocupante a limpiarse de la
mente "lo que no le toca", subrayados de este tipo en un filme de
ficción basado en hechos reales resultan imprescindibles, y más aún
si se tiene en cuenta que la mentira sigue prevaleciendo en los
menesteres bélicos de los eternos invasores.
Así pues, el soldado modelo que interpreta Matt Damon busca y
rebusca por ciudades y desiertos las pretendidas armas de exterminio
sin encontrar un solo tirapiedras, y se angustia y se pregunta qué
está pasando, por qué no se topa con nada si tan buena información
le pone en las manos la inteligencia norteamericana, apoyada esta a
su vez en informaciones que le llegan de la cúpula del poder.
¿En qué maraña me encuentro?, se empina el perspicaz soldado y
empieza a comprender que lo envuelve una urdimbre de conspiraciones
y mentiras provenientes de la Casa Blanca y que apisona a buena
parte de la prensa norteamericana (que no por gusto aparece en el
filme el personaje de una veterana periodista, encargada de
transmitir ––sin verificar–– lo que le dicen que informe desde el
escenario bélico, representante ella, con pelos y señales, del Wall
Street Journal, un periódico sustentador del neoliberalismo más
agresivo y que fue uno de los principales medios en difundir el mito
de las armas de destrucción masiva).
Distrito protegido sustenta su conflicto político en un libro
escrito por un periodista tras una seria investigación, pero al ser
un thriller bélico crea una contundente trama de acción
amparada en personajes de diversas dimensiones: así vemos al iraquí
"bueno" y colaboracionista, al funcionario de información que quiere
dominarlo todo y que recaba "algo" interesante para que Bush se lo
pueda dar a la CNN, y vemos también a un lúcido y buena gente
oficial de la CIA que entra en contradicción con el alto mando
porque sabe que el "cocinado" proveniente de la Casa será al final
del banquete una soberana indigestión para los intereses de la
nación que, a su manera, él defiende.
Película para ver y analizar, mientras uno se pregunta cómo el
responsable del engaño de turno que le costó la vida a cientos de
miles de personas (y sigue costando), gana dinero en conferencias
académicas en las que, se supone, debiera prevalecer cualquier cosa
que no fuera la mentira.