Oficio por herencia

La mejor boyera de la provincia de Ciego de Ávila asegura que en los campos de Cuba debe utilizarse más la tracción animal

Ortelio González Martínez

Es de las mujeres que no descansa. Hacer su retrato resulta difícil. Su forma escapa a cualquier encasillamiento posible. Muestra una timidez que se transforma cuando habla del trabajo de campo, al que le ha dedicado casi toda la vida.

Fotos del autorAntonio la ayuda solo en los primeros días de la doma.

Lucía López Santoya (o Lucía, la de Colorado, como suelen llamarle en la zona), alcanzó renombre cuando en febrero del 2004, en el Encuentro Nacional de Tracción Animal, celebrado en el municipio habanero de Quivicán, dejó atónitos a 78 hombres que no creían en sus habilidades.

Allá llegó como lo que es hoy: la mejor boyera de la provincia de Ciego de Ávila, respetada por quienes desempeñan ese oficio, no solo en la UBPC 13 de Octubre, perteneciente a la empresa agroindustrial azucarera Ecuador, Baraguá, donde ha laborado 23 de sus 46 años de edad.

—¿No sintió miedo "escénico" aquella vez en Quivicán ante tantos observadores?

"Qué miedo voy a sentir. Solamente expliqué cómo hacía el trabajo, mis métodos, mis mañas y¼ hombres al fin, enseguida me propusieron que hiciera una demostración. Yo andaba con zapatos blancos y así mismo me metí pa’l surco con una yunta que acababa de conocer. Me querían poner un narigonero y yo le dije que el verdadero bueyero, que es como yo digo, no necesitaba nada de eso.

Con este arado no hay tierra que se me resista.

"Solo pregunté el nombre de los animales, agarré el arado y, cuando iba por la mitad del campo, ya me entendía con la yunta como si la hubiera conocido de toda la vida. Al regreso me aplaudieron, y yo contenta, pero con los zapatos blancos pintados de tierra colorá.

"Aquello fue bonito porque todos aprendimos y aportamos alguna experiencia. En el encuentro había varias comisiones, como las de los bueyeros, la de fabricación de implementos agrícolas, de útiles y accesorios, herrería y doma y atención a los animales. Es bueno que se repita."

—¿Usted doma los bueyes con que trabaja?

"¡Ufffffffff! Claro.

"Para seguir con el hilo de la conversación. El encuentro fue muy bueno, pero pasados seis años siento que en muchos lugares la tracción animal no se emplea bien. Todavía la gente piensa mucho en los tractores. No ven la utilidad del buey, o no quieren verla.

"El bueyero que no sepa domar está perdido, porque tiene que trabajar con lo que otro hizo. A mí me gusta que los animales se adapten a mi forma. A los 15 días los tengo trabajando, por bravos que sean. Coliblanco, uno que era muy rebelde, se quiso hacer el listo y a la semana lo metí en el surco. Por cierto, Antonio, mi esposo, solo me ayuda a enyugar en los dos o tres primeros días de formación de la yunta, porque sola es casi imposible hacerlo. ¡Y mire que lo he intentado!"

—¿Es autoritaria?

"Con los bueyes, no. En mi vida personal¼ (Antonio, quien siempre la acompaña porque también es boyero en la misma unidad, abre los ojos).

"Salí a mi padre, Rigo López, un isleño sin horas de descanso y de armas tomar; muy exigente. Él siempre andaba con animales y yo lo ayudaba. Desde pequeñita iba en la grupa de su caballo. También le servía de narigonera. El bichito se me fue metiendo en la sangre hasta hoy."

—¿Qué es lo más importante a la hora de formar una yunta?

"Hacer una correcta selección de los animales antes de iniciar el proceso de doma, que tengan buenas características: salud, cuernos fuertes, patas gordas, que estén bien alimentados y tengan más de dos años de edad. Eso casi nunca se cumple. También se debe capacitar al bueyero, para que pueda darle la correcta atención y cuidado. A veces forman bien a los animales y quien los guía es más bruto que ellos. Los pinchan, les dan palazos y aguijonazos.

"Pero lo más importante es tratarlos con cariño. Yo siempre uso una vara o un gajo, pero les doy suave y ellos responden. Es como si me entendieran. El buey es bueno, porque no daña el medio ambiente, no compacta la tierra, no echa humo ni gases a la atmósfera. No acabamos de entender las bondades que brinda.

"Conozco gente que tienen dos o tres implementos por yuntas. Yo tengo como 15, no los he contado bien. Puedo mencionar el multicultor, la grada de púas, el multiarado, el llamado arado americano de distintos números, la araña. Hasta un limpiador para combatir las malezas inventamos mi esposo y yo".

Con Lucía conversé durante más de dos horas y, terminada la entrevista, solo me sugirió que anotara el nombre de su yunta: "Azabache y Caoba. Son muy buenos, pero los mejores han sido Cartagena y Lucero, con los que estuve 11 años. Todavía se me hace un nudo en la garganta de pensar que me los robaron del patio de la casa."

 

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