Dibujar
la memoria histórica de la ciudad, conservarla en la línea y el
color, salpicada siempre de nuestro humor y algo más, para grabar un
tiempo, es la intención principal del creador René de la Nuez, ese
imprescindible editorialista satírico cubano, en su actual
exposición Almendrones de Nuez, inaugurada en la sala
Majadahonda, del Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau, en
Muralla 63, La Habana Vieja.
Un
total de 25 dibujos, realizados en tinta y acrílico sobre
cartulina/tela, cuelgan de las paredes, animados, todos, con esa
carga-comunión de imágenes y metáforas gráficas en confrontación
lúcida con la realidad, capaces siempre de grabarse en nuestra
conciencia. Matizados, además, con esa manera suya de crear: una
línea expresionista que subraya una interpretación de situaciones
surrealistas insinuadas ya, en anteriores trabajos del artista. Aquí
enfocan esos viejos carros americanos que desandan nuestras calles y
carreteras "con sus injertos e inventos, resistiendo el tiempo para
vivir y triunfar", como señaló De la Nuez (Premio Nacional de Artes
Plásticas 2007), al dejar abierta la muestra.
Los almendrones constituyen, pues, un pretexto para contar de la
gente, esa que tiene que "inventarse la vida diaria para subsistir,
pero con un afán extraordinario de pertenencia a esta ciudad", al
decir del autor. Deambulan, por La Habana con su carga de cubanía e
identidad, como el alma de la ciudad en perenne movimiento. Ante
cada obra, cual mágico espejo, muchos podrán encontrarse. Es la
manera en que Nuez ha descubierto, en su tiempo, las formas y claves
de lo cubano, como antes hizo con las raíces africanas de nuestra
nacionalidad que, en un tiempo pasado, también germinaron sobre las
superficies de sus obras.
Reflexión, inteligencia, alegría, humor,... emergen del diálogo
con estos dibujos satíricos, originales y pintorescos —armados a
veces con gruesas líneas y otras más tenues, con manchas y trazos
gestuales—, que muchos recordarán con una sonrisa en los labios,
porque así somos los cubanos. Nuez —dijo certeramente el poeta
Víctor Casaus, director del Centro anfitrión— ha construido la
memoria de nuestro país, a partir de su talento. Su obra es
importante porque reivindica el género de la caricatura, que él ha
llevado mucho más lejos, en dibujo, pintura. Es un arte agudo,
inteligente, analítico que busca las raíces a través de las claves
de nuestro modo de ser.