Ahorro

Mucho más que bajar el consumo de energía

Oscar Sánchez Serra
oscar.ss@granma.cip.cu

En el tema de la electricidad hemos vuelto a tropezar con la misma piedra.

El 16 de mayo del 2009 nuestro diario encabezaba así una nota sobre el consumo de energía en el país: El primer cuatrimestre del año arroja un sobreconsumo no planificado de 40 000 toneladas de combustible en función de la energía eléctrica, informó ante medios nacionales de prensa Julio Vázquez, viceministro de Economía y Planificación.

Foto: Yander ZamoraEs absurdo que con nuestras organizaciones, lo mismo en la comunidad que en los centros laborales, tengamos que importar papel y cartón para reciclarlo. 

Justamente un año, un mes y dos días después, el 18 de junio del 2010, comenzaba otra información de esta manera: Ante el sobreconsumo de energía ocurrido desde el 15 de mayo hasta la fecha, la Unión Eléctrica ha concebido nuevamente un plan de medidas para revertir la situación, tanto en el sector residencial como en el estatal. El consumo de energía excede en estos momentos lo previsto en 47,6 GWh, lo cual equivale a un incumplimiento del plan de un 7% y a 4 871 toneladas de combustible gastadas de más durante las dos últimas semanas de mayo y lo que va de junio, afirmó a Granma Tatiana Amarán, directora de Uso Racional de la Energía.

Entre una nota y otra, exactamente el 1 de agosto del 2009, el compañero Raúl, al clausurar el Tercer Periodo Ordinario de Sesiones de la VII Legislatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular, expresó: "¼ hacemos un llamado a nuestro pueblo para ahorrar todo lo posible. A las organizaciones de masas en las cuadras corresponde jugar un mayor papel en este sentido bajo la dirección del Partido con acciones racionales y adecuadamente coordinadas convenciendo al pueblo".

¿Por qué ha pasado esto? Sencillamente nos faltó sistematicidad, la única herramienta que nos puede salvar en momentos de crisis global como el que vivimos, en momentos tan persistentes como los casi 50 años de bloqueo que hemos sufrido o la que nos va salvar de no ser pobres con mentalidad de ricos.

El ahorro no puede verse como una campaña ni como una consigna, porque no se comprendería su importancia de cara a la economía. Ponerlo en un plan y no tomarlo como una filosofía de trabajo es encerrarlo a una fecha de cumplimiento o a un periodo equis, lo cual le daría un golpe a esa sistematicidad, el mismo que ha hecho que en casi un año, dos notas con similar objetivo se publiquen en Granma, pese al llamado del General de Ejército.

Cuando se habla de ahorro nadie puede estar exonerado, ni en la casa, ni en la oficina, la escuela, el barrio, el hospital o la fábrica. Si no logramos que sea una manera de conducirnos en la sociedad, no conseguiremos un pensamiento racional al plantearnos cualquier objetivo, ya sea de carácter productivo o social.

Tampoco puede ceñirse solo al tema energético, aun cuando este resulta estratégico. El agua, los materiales gastables, materias primas y otros recursos son igualmente necesarios de ahorrarse. Cualquier proceso que no sea eficiente es una puerta abierta al derroche de recursos.

Algo vital para nuestro desarrollo es el reciclaje del material aprovechable. Es absurdo que con nuestras organizaciones, lo mismo en la comunidad que en los centros laborales, tengamos que importar papel y cartón para reciclarlo. La recogida de materia prima no lleva el vocablo ahorro en la tarea, pero ¿qué si no es tener que dejar de comprar aprovechando lo que ya usamos?

Optimizar es una manera de ahorrar, porque ahorro es disciplina, lo mismo a la hora de planificar que a la hora de actuar según lo planificado. Plantearse propósitos por encima de las posibilidades o sin un estudio de factibilidad, o sin saber cuánto cuesta o qué reporta una inversión, es una manera de botar los recursos y obligarnos después a planes de medidas para suplir lo que no se hizo bien, provocando con ello un grupo de afectaciones que, por supuesto, no fueron previstas.

Y ya que abordamos la planificación es oportuno consignar que una cosa es medidas de ahorro y otra muy distinta es pensar racionalmente y proponernos cotas de acuerdo con posibilidades y necesidades reales. Para ilustrarlo mejor. ¿Cuántas veces hemos escuchado y repetido que en tal o más cual empresa se sustituyen importaciones sin tener en cuenta que una acción de sustitución de importaciones solo es real si reemplaza una importación planificada? Si ejecutamos la compra de determinada cantidad de productos plasmada en los planes, de nada vale la producción en casa de ese renglón, uno porque compramos y dos porque alguna erogación tuvimos que hacer para lograr producirlo aquí.

Una plantilla inflada, en la cual cuatro trabajadores realizan la labor de uno es el antónimo del ahorro y no solo de recursos humanos. No es lo mismo un equipo consumiendo energía que cuatro, ni cuatro bocas en un comedor obrero que una, como tampoco es igual cuatro salarios que uno, con la consiguiente afectación en la remuneración de esa sola persona que pudiera recibir más por lo que hace y no dividirlo entre cuatro.

Nuestro pueblo ha dado innumerables muestras de disciplina, de entrega sin límite a lo largo de la Revolución, pero en esta tarea quienes dirigen tienen la principal responsabilidad. Un jefe que no sea ejemplo, que no sea capaz de cumplir con lo que exige, que no conozca las potencialidades de sus trabajadores o de los miembros de su organización, que no se prepare para la misión que va a conducir, difícilmente pueda tener éxito en esta o cualquier otra encomienda y mucho menos cumplir con una de las ideas medulares del Comandante en Jefe, expresada en el concepto de Revolución, el 1 de mayo del 2000: "¼ emanciparnos por nosotros mismos y con nuestros propios esfuerzos".

 

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