Muy
poco o nada les valen las tizas a ellos; su mejor argumento es el
manejo diestro de un juego de llaves, de un nivel y una cuchara de
albañil, un azadón, herramientas de todo tipo, o la maña de los años
haciendo rendir la tierra. La Enseñanza Técnica Profesional (ETP)
requiere profesores como esos.
Su encomienda consiste en completar la preparación de los futuros
técnicos y obreros calificados en algo tan trascendental como la
práctica, la habilidad para dilucidar en instantes qué hierros de
una industria reclaman atención, o cómo tornar más eficiente un
proceso. Esos muchachos necesitan ingenieros, técnicos u operarios
que logren explicarles a dónde conducen las fórmulas aprendidas de
los libros.
La fuerza calificada en formación precisa que hombres y mujeres
inmersos en la producción y los servicios consigan hacerles amar una
urdimbre de tubos y máquinas, un campo delineado de plantas bajo el
Sol, una obra que no puede nacer mientras el sudor de los
constructores no la lleve a levantarse.
Hoy la cifra de especialistas de que dispone esta enseñanza no
resulta suficiente. Al momento de redactar estas líneas, contaba con
902 y aguardaba por la incorporación de más de 2 200 de diversos
organismos, pues la cantidad de centros que los acogerán y las
matrículas para septiembre crecieron considerablemente.
En la Industria Básica, por ejemplo, 94 técnicos de la producción
ofrecieron compartir sus conocimientos y habilidades. Pero el
próximo curso demanda el compromiso de otros 191 de estos
profesores. De modo que la captación de especialistas continúa.
No han puesto reparos a impartir clases en las aulas anexas
creadas en plantas y fábricas; sin embargo, persuadirlos de ir al
politécnico ha sido más difícil. De cualquier modo, los dirigentes
principales del Ministerio de la Industria Básica confían en cubrir
las necesidades, pues existen suficientes profesionales en el
sector.
Comprenden que no se trata de robar tiempo al director de una
empresa, ni de pedir horas adicionales frente a un aula al
responsable de capacitación, sino de aprovechar la experiencia y la
destreza del obrero al que le corre por las venas su labor.
Si es el mejor tornero o el mejor operario de una fábrica quien
prepara a los futuros técnicos, estos recibirán una enseñanza de
primera, la de un profesor que los prueba durante un ejercicio real.
Por eso, los especialistas son insustituibles, y recurrir a ellos se
revela como una solución acertada para el presente e incluso el
mañana.
De la misma manera sucede con otros organismos, y con la
organización de las aulas anexas: un análisis exhaustivo expresa que
se requieren unas 1 500. La agricultura debe triplicar el número
actual; llevar a los jóvenes a las fincas, vegas de tabaco,
escogidas, a donde están emplazados los nuevos tractores.
Mientras, cada politécnico habrá de convertirse en referente por
el desarrollo práctico de sus especialidades. Si su propósito
consiste en enseñar a cultivar la tierra, habrá de ser como el
Tranquilino Sandalio de Noda, Centro de Referencia Nacional, una
unidad productora adscrita a la Empresa Tabacalera de Pinar del Río
y, por si no bastara, con una finca de frutales que posee 146
especies.
Tendrá que probar lo aprendido, como el Instituto Politécnico
Agropecuario (IPA) Orlando Pantoja, del municipio Jesús Menéndez, en
Las Tunas, que renunció a la asignación de granos del próximo curso,
pues logró cosecharlos en sus propias áreas.
En lugar de excepciones, tales resultados han de multiplicarse.
Los planteles intercambiarán experiencias. Procurarán seguir la
senda del capitalino Villena Revolución, que produjo 395 000 litros
de leche en el 2009, con los cuales aporta al país y satisface sus
propias necesidades. El referido centro docente también evitó
importaciones por casi 95 000 dólares, con la leche y con no pocas
toneladas de carne vacuna obtenidas por estudiantes y profesores.
El empeño conjunto —la asesoría científica de instituciones y
especialistas y la disposición de la escuela—, ha de propiciar que
los politécnicos se tornen imprescindibles a las empresas, que estas
los tomen en cuenta como una instalación suya.
Corren tiempos decisivos para nuestra Educación en el inicio de
la segunda década del siglo XXI. No cabe conformarnos, sino con
elevar el rigor y dedicar el máximo de tiempo posible al desarrollo
de habilidades relacionadas con la especialidad. No es posible
graduar técnicos y obreros calificados sin la calidad requerida, ni
en discordancia con las cifras que demanda la economía.
Serán los lazos entre politécnicos y empresas, principalmente,
quienes permitan cumplir estos propósitos, a fin de prestigiar la
formación de técnicos y obreros calificados, en aulas compuestas por
máquinas y tuberías, por cultivos a merced de los rayos del Sol, y
con profesores que no suelen usar tizas sino llaves o azadones.