Martí y la igualdad de derecho de negros y blancos

Rubén Vera Cruz nos pide que aclaremos el concepto que quiso expresar Martí cuando dijo: "No hay igualdad social posible sin igualdad de cultura" ; pues, según escribe, un compañero le había dicho que el sentido de esa frase de nuestro más grande héroe nacional era que "mientras el negro no tuviera la misma cultura que el blanco no podría disfrutar de los mismos derechos".

Creemos, realmente, que el que dio tal interpretación de esa frase, no leyó bien a Martí.

Martí defendió apasionadamente la igualdad de derechos de negros y blancos, tanto con el argumento universal de que no hay causa de desigualdad en el color o la raza, como con el argumento particular y específico de que la revolución contra el yugo colonial español fundió a negros y a blancos en un solo pueblo: en el pueblo cubano, y tuvo, y no podía tener otra consecuencia, que establecer la igualdad de derechos entre cubanos negros y cubanos blancos.

El artículo donde aparece la frase citada en la carta (El Plato de Lentejas, Patria, Nueva York, 6 de enero 1894); Martí desenmascara la maniobra del Gobierno de España en Cuba que pretendía reconocer la igualdad de derechos de negros y blancos "veinticinco años después de que la revolución cubana abolió la esclavitud y suprimió en su primera constitución y en la práctica de sus leyes toda distinción entre negros y blancos".

En ese artículo Martí demuestra que fue la Revolución del 68, aunque no triunfara en su objetivo político esencial —la independencia de Cuba—, la que abolió la esclavitud.

La revolución fue la que devolvió a la humanidad la raza negra, fue la que hizo desaparecer el hecho tremendo.

Demuestra también que la guerra fundió en un solo haz a los cubanos blancos y negros.

En la guerra, ante la muerte, descalzos todos y desnudos todos, se igualaron los negros y los blancos: se abrazaron y no se han vuelto a separar.

Y en otro pasaje expresa:

Allá, veinticinco años hace, es donde se concedió la equidad social...

Allá, veinticinco años hace, fue donde los negros sirvieron, por el mérito, a las órdenes del blanco, y los blancos, por el mérito, sirvieron a las órdenes del negro. Allá veinticinco años hace, concedió la revolución cubana al negro al paseo igual, el saludo igual, la escuela igual.

En 1892, la Unión Constitucional —partido contra la Independencia—se oponía a la implantación del "sufragio universal" con el argumento, entre otros, que eso daría a los negros el derecho al voto. Ante esto escribió Martí: "en la curiosa duda de aquellos políticos entretenidos sobre el derecho del negro al voto, los que bebimos de los padres de la patria el romance augusto, los que conocemos el alma verdadera del país, decimos que quien fue bueno para morir, es bastante bueno para votar".

En el artículo Mi Raza, Martí se manifiesta categóricamente contra el racismo, contra toda idea de que unos hombres sean superiores o inferiores a otros hombres por la "raza" a que pertenezcan o por el color que tengan.

El hombre no tiene ningún derecho especial porque pertenezca a una raza u otra: dígase hombre, y ya se dicen todos los derechos. El negro, por negro, no es inferior ni superior a ningún otro hombre... Todo lo que divide a los hombres, todo lo que los especifica, aparta o acorrala, es un pecado contra la humanidad.

"La paz —agrega adelante—, pide los derechos comunes de la naturaleza; los derechos diferenciales contrarios a la naturaleza, son enemigos de la paz".

Partiendo de la comprensión de esos conceptos básicos sostenidos por Martí, puede interpretarse, en su verdadero alcance, la frase citada en la carta.

En esa frase, Martí no dice, en modo alguno, ni tampoco se puede deducir del párrafo que la antecede, que el negro no podría tener los mismos derechos que el blanco, hasta que no tuviera la misma cultura que éste.

Al contrario, todo cuanto dice Martí, es a favor del reconocimiento de iguales derechos a negros y a blancos, independientemente del color, por el solo hecho de ser hombres, seres humanos, intrínsecamente iguales.

La frase es un llamado a darle igual cultura a unos y a otros, a sentarlos en los mismos bancos del mismo colegio, a infundirles un concepto igual acerca de los hombres.

El blanco en general no tiene más o menos cultura que el negro en general. El analfabetismo lo mismo alcanzaba al negro que al blanco, aunque, como consecuencia de las condiciones sociales, abundara más entre los más pobres y explotados, esto es, entre la parte negra de la población.

Por eso Martí pide la escuela igual.

Y no se trata sólo del alfabeto; se trata de la cultura que elimina los falsos conceptos de superioridad o inferioridad de unos u otros hombres.

Martí no era socialista, no porque, como dice el compañero con quien discutió Rubén Vera, el socialismo no fuera conocido entonces, sino porque la realidad histórica de entonces en nuestro país y en el mundo, tenían que destacar y destacaron al líder de la independencia de la soberanía y del antiimperialismo que fue Martí.

Pero Martí se inclinaba al socialismo, lo veía con simpatía, cuando se acercó a los medios obreros.

Por eso dijo: "Marx ha muerto. Como se puso del lado de los débiles, merece honor".

Por eso proclamó: "con los pobres de la tierra quiero yo mi suerte echar".

Por eso alentaba a su amigo íntimo, Fermín Valdés Domínguez , en su interés por los trabajadores y por el socialismo.

Por eso tantas y tantas de sus enseñanzas conservan validez hasta el día de hoy.

La Habana, 26 de septiembre de 1962

 

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