Quién sabe cuántas veces ha abierto y cerrado las manos para que
el líquido fluya con rapidez y llene el pomo o la bolsa utilizada
para la ocasión.
Acumula 105 donaciones y, según dice, tuviera casi 200 si no
hubiera dejado de hacerlas durante algún tiempo, cuando era soldador
en la granja cañera Sofía, en el norteño municipio avileño de
Bolivia, territorio destacado en la provincia por el número de
donaciones.
"La primera vez fue por problemas familiares y desde entonces lo
seguí haciendo para quien le hiciera falta. Lo hago cada tres meses,
como debe de ser. Ese ciclo lo mantendré hasta que la salud me lo
permita.
"Fíjese si lo del plazo que dan los médicos está bien estudiado
que cuando se acerca la fecha me entra un calor, un fogaje y me
pongo colora’o. Enseguida me digo: ‘Vicente, ya tienes que donar’."
Por esa razón, no hace mucho dejó la tarjeta de control guardada
en su casa y cuando le preguntaron desde cuándo no ofrecía el
líquido, la respuesta fue segura y tajante: "Hace tres meses
exactos", y, sin embargo, le faltaban 14 días para la fecha.
"Se que no debía adelantarme pero la salud me lo pedía y seguro
alguien necesitaba de mí". Cada nueva donación, comenta con
jocosidad, es una vida que ayudo a salvar, no importa dónde, ni qué
tipo de persona es." En una ocasión viajó desde su municipio hasta
la ciudad de Ciego de Ávila, distante más de 80 kilómetros, a
ofrecérsela a una mujer que lo necesitaba.
Vicente no solo es Vanguardia Nacional en las donaciones; es,
además, cederista y revolucionario a carta cabal; fundador de la
Asociación de Jóvenes Rebeldes y ha ocupado cargos en la más
numerosa organización de masas del país, desde presidente hasta
coordinador de zona.
Su grupo sanguíneo es A positivo y sabe que ese tipo tiene gran
importancia, pues solo pueden recibirla los que posean la misma
sangre, pero asevera que hubiera querido ser O negativo, que es el
del donante universal "para dársela a todo el mundo".
Tan sencilla como humana es la historia de Vicente.