De la prensa extranjera

Despiertan los nazis

La semana pasada se señaló un aniversario más de cuando Jackie Robinson se convirtió en el primer jugador negro en un equipo de las Grandes Ligas de béisbol. Sí, porque hasta entonces los partidos estaban segregados, a pesar de que en el papel afroamericanos y blancos tenían iguales derechos en la mayor parte del país.

Jackie Robinson fue el rookie de ese año; en 1949, el Jugador Más Valioso. Se convirtió en un héroe nacional.

"Muchos jugadores se rehusaban a jugar con él", dijo ayer su antiguo compañero en los Dodgers (entonces en Brooklyn, ahora en Los Ángeles), Tommy Lasorda. "Le insultaban y arrojaban objetos cuando entraba al estadio".

Eso fue en 1947. No hace mucho. En términos históricos, unos minutos.

Los mismos sentimientos racistas, xenófobos, intolerantes, siguen existiendo hoy en Estados Unidos, debajo de la corriente mayoritaria.

El sábado, un puñado de vándalos —70, según la reportera Lucero Amador— del Movimiento Nacional Socialista (NSM), marchó frente al edificio de la Alcaldía de Los Ángeles. Llevaban uniformes militares, cascos, svásticas y demás pertrechos nazis. Y la bandera de Estados Unidos.

Su portavoz, William Jennings, dijo allí que el propósito de la marcha de provocación era protestar contra "los ilegales". "¡Mexicans go home!", repetía. Otros gritaban "Heil Hitler".

En sus publicaciones, NSM arengó a los suyos a participar para "recuperar el Suroeste del país".

Este grupo calificado como neonazi por el Southern Poverty Law Center, acepta solamente miembros blancos, no judíos y heterosexuales.

El puñado de nazis se encontró con unos mil contrarios enfurecidos. La policía de Los Ángeles a las órdenes del comandante David Doan, estuvo presente, e hizo un cordón de escudos alrededor de la marcha, impidiendo que la gente los agreda, con dos excepciones no relacionadas al NSM. Al final del evento, cuando se retiraban, les arrojaron piedras, botellas con agua y otros objetos.

De esta manera, los nacionalsocialistas fueron protegidos por la libertad de expresión, que sería lo primero que anularían si pudiesen. Lo mismo hizo este grupo recientemente en San Diego.

Grupos como este crecen en el país. Los nazis se despertaron, animados por la creciente división política, y especialmente, la fiebre antiinmigrante y generalmente antilatina. Encuentran de pronto aliados más allá de los pequeños grupúsculos donde pululan.

Protegidos por la policía, estos hooligans rompieron y pisaron dos banderas. Una, de México. La otra, de Israel, portada por un grupo de judíos decididos a confrontar a quienes se basan en el antisemitismo.

Lo que llama a plantearse la necesidad de unirse para prevenir que grupos así, extremistas y violentos, crezcan. (La Opinión, de Los Ángeles)

 

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