Un
libro puede iluminarte el camino, hacerte crecer, ser la ventana que
te ponga definitivamente de cara a tu horizonte, cambiarte la vida¼
siempre que te caiga en las manos o vayas en su búsqueda. Pero el
mágico encuentro no le debe todo al azar, porque existe alguien que
trabaja para propiciarlo: el bibliotecario, ese orientador y
promotor cultural por excelencia que hoy, 7 de junio, está
celebrando merecidamente su día.
La fecha quedó instituida oficialmente en 1950 como homenaje al
nacimiento, en 1812, del insigne profesor e investigador Antonio
Bachiller y Morales, considerado el padre de la Bibliografía cubana.
Pero más que para el recuento histórico, es ocasión propicia para
destacar la labor de esos profesionales de la información,
verdaderos alimentadores del espíritu y duendes imprescindibles del
lugar donde la realizan, las bibliotecas.
Incontables servicios brindan estas instituciones donde el lector
o el estudiante no solo hallan el sosiego y el conocimiento que
necesitan. Mucho más que poner al alcance de los usuarios los libros
que poseen, las bibliotecas son una fuente inagotable e
ininterrumpida de cultura y del incentivo de la lectura.
El país cuenta hoy con 407 bibliotecas públicas que, además del
trabajo que desempeñan en sus inmuebles, se trasladan a otras zonas
apartadas de la comunidad que no cuentan con un espacio de este
tipo. Estas modalidades de extensión, como se les llama a las
variantes creadas para impedir que el servicio y el libro se
detengan, suman actualmente 6 958 y gracias a ellas las zonas de
silencio disfrutan también de estos beneficios.
A pesar de los escasos recursos económicos del país, la
biblioteca cubana en el siglo XXI no puede, ni está, de espaldas a
las nuevas tecnologías de la información. Ya comienzan a
instaurarse, por ejemplo, en las bibliotecas provinciales las
mediatecas, mediante las cuales los usuarios podrán encontrar
bibliografía sobre música, cine, literatura y arte en un nuevo
soporte que permite acceder con rapidez a la información y
apreciarla en toda su dimensión.
Pero ninguna de esas tecnologías, por asombrosas y dinámicas que
sean, ni por lo sustancioso del conocimiento que ofrecen, pueden
sustituir el calor de un ser humano que escuchó, observó y salió en
busca de tu duda o tu solicitud, llega a tu mesa y te entrega como
una ofrenda el libro demandado.
Desde la celosa exigencia por mantener el silencio del lugar, los
buenos modales y la disciplina como garantes para favorecer el
encuentro del lector con el saber, hay mucha de la generosidad y el
magisterio que el oficio entraña.
Tienen junto a maestros, educadores y promotores culturales una
gran batalla que librar: colocar a salvo, no en los anaqueles, sino
en el corazón de la gente el libro hoy, cuando los medios de
comunicación e internet pugnan por ganar el espacio que otrora tuvo
el manual; el despertar la curiosidad y ayudar a descubrir el
misterio único que ellos entrañan.
Muchos premios y distinciones otorga la Asociación Cubana de
Bibliotecarios (ASCUBI). Desde 1995 esta organización, en
coordinación con la Sociedad Cubana de Ciencias de la Información,
confiere el sello conmemorativo Antonio Bachiller y Morales a
profesionales e instituciones bibliotecarias que hayan mantenido un
desempeño sobresaliente. Sin embargo, no hay laurel comparable a
quedar en el recuerdo eterno de los agradecidos. Quienes han acudido
al crecimiento espiritual de que son testigos las bibliotecas saben
que los bibliotecarios —como también lo hacen, según Martí, los
primeros libros— ponen al ser humano pies, brazos, alas¼
Los que hemos echado raíces, alcanzado sueños y volado por el
fantástico remanso que nos ofrece la lectura, premiamos, sin
diplomas ni flores, pero con la gratitud eterna, el noble legado que
nos deja su profesión.