Ceba estabulada de carneros

Una experiencia que llegó para quedarse

MIGUEL FEBLES HERNÁNDEZ

CAMAGÕEY.— Aunque se suceden con bastante frecuencia, cada parto de carnera es atendido por Adelaida Armenteros como si fuera el primero en su extensa hoja de servicios dentro de la Unidad Económica de Base (UEB) La Luz, perteneciente a la Empresa Ganadera de Camagüey.

En las tarimas se evitan enfermedades y los animales se alimentan mejor.

"Al amanecer parió esta. Mire qué crío más lindo nos ha regalado. Tengo que alimentarla bien para que se recupere rápido y pueda cuidar de su hijito", comenta sonriente, mientras alista el establo del centro multiplicador ovino, donde yace el pequeño sin fuerzas aún para valerse por sí mismo.

Este es el segundo año de la puesta en práctica en dicho lugar de una experiencia que ya rinde los primeros frutos, relacionada con la creación de un pie de cría de la raza Rojo Cerezo, con alto valor genético, para mejorar gradualmente el rebaño con animales más fuertes y saludables.

Alexis María González Sánchez, la jefa del colectivo de tres trabajadores, lleva bien claras las cuentas de cuanto se ha hecho o dejado de hacer, con el propósito de demostrar a especialistas y visitantes la valía de la inversión ejecutada:

"Comenzamos con 120 reproductoras y seis sementales. Ya hoy estamos en el segundo año de actividad productiva y los resultados son positivos: logramos 1,2 crías por parto como promedio y casi 1,2 partos por reproductora. A finales de abril procederemos al destete de 73 crías listas para entrar al cebadero."

CARNEROS EN TARIMAS

El centro de ceba estabulada, un local construido por los propios trabajadores de la UEB, se destaca por la higiene y el excelente porte de los 33 animales "hospedados" en el lugar desde el 30 de diciembre pasado, cuyo muestreo sistemático confirma que ganan en peso, como promedio, entre 80 y 90 gramos diarios.

En la instalación los carneros se ubican en tarimas de piso de madera a un metro de altura del suelo, donde son atendidos con especial esmero por el joven Marcelo Mercado Estrada.

"Aquí es muy difícil que los animales enfermen. Al subirlos a las tarimas, se evita la frialdad de los pisos y la contaminación de parásitos, que constituye una de las causas de muerte más comunes entre los ovinos y también de pérdida de peso", afirma.

"Lo otro, agrega, es que no salen a buscar comida, no tienen que recorrer grandes extensiones para alimentarse. Aquí se les ofrece, de manera controlada, forraje, mucha cachaza, norgol¼ Todo lo que ingieren es para engordar y crecer, y no se malgasta. Se logra una conversión perfecta."

Si de beneficios se habla, el separar los machos del rebaño a los cuatro meses permite también preservar la raza, pues elimina la consanguinidad, uno de los problemas que afecta hoy al ganado ovino.

"Aquí era muy difícil conseguir un carnero entre seis y ocho meses con 30 kilogramos de peso, porque andaban por los potreros llenos de parásitos, feos, sin una adecuada alimentación", explica Camilo Echemendía Yánez, quien, como jefe de producción de la entidad agropecuaria, ha seguido paso a paso la experiencia.

"Ahora, en cambio, en apenas cuatro meses alcanzan el peso óptimo de venta establecido, que oscila entre 30 y 33 kilogramos. Ya el año pasado vendimos cerca de 100 animales, entre estos los mejores sementales y alrededor de 50 hembras, a otras unidades para multiplicar la especie."

El objetivo, a todas luces, está logrado. Con pocos recursos, en un ambiente sano y confortable, los trabajadores de la UEB La Luz ratifican que la raza Rojo Cerezo llegó a la zona para quedarse como símbolo de los nuevos tiempos que corren, en que eficiencia, conversión y calidad racial dejan de ser meros conceptos teóricos.

Queda, pues, que la experiencia gane nuevos adeptos entre los criadores de ganado menor del país.

 

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