Ni derechos humanos ni leyes internacionales se anteponen a los
intereses de Israel. Para "refrescar" memorias, en la madrugada del
lunes lanzó un recordatorio doloroso, que implicó no solo a
palestinos, sino a más de medio centenar de países, al secuestrar
violentamente la Flota de la Libertad, confirmó el canal qatarí Al
Jazeera.
En una injustificada y brutal intervención comando, su armada
impidió que seis barcos, con 750 tripulantes, arribaran a la
bloqueada y ocupada Franja de Gaza con 10 000 toneladas de artículos
de ayuda humanitaria.
Como para enfatizar su posición de nación por encima de la ley,
ajena a todo empeño de orden terrenal, las aguas neutrales del
Mediterráneo fueron el escenario de la nueva agresión sionista,
cuyas víctimas fatales son al menos 19, y los heridos superan la
treintena.
Con el cinismo acostumbrado, el primer ministro israelí, Benjamín
Netanyahu, expresó que el ejército había actuado en defensa propia,
"para proteger sus vidas", de acuerdo con una información de EFE.
A pesar de las contundentes pruebas reflejadas por la prensa
mundial, el presidente Barack Obama no condenó estos asesinatos,
solo lamentó la pérdida de vidas humanas y pidió conocer todos los
hechos y las circunstancias que rodearon el ataque antes de emitir
un juicio reprobatorio hacia su fiel y estrecho aliado.
La mayoría de los miembros del Consejo de Seguridad, reunido en
sesión urgente este lunes, condenaron el crimen, pero una vez más no
se aprobó ningún documento contra el agresor.
El riesgo de un pronunciamiento por parte de Naciones Unidas no
le quita el sueño a Tel Aviv, que desde 1947 tiene una larga
historia de resoluciones por acatar sobre el cruento conflicto.
El mensaje es claro: Israel es un peligro para la paz mundial,
pues cuando se tienen amigos tan poderosos como Washington, poco
importa la casi unánime posición de rechazo de la comunidad
internacional.