En una mirada retrospectiva, el mes de agosto del 2002 parece una
fecha lejana en la más reciente historia de guerras, torturas y
demás violaciones cometidas en cualquier parte del mundo por
soldados o agentes pagados por los gobiernos de Estados Unidos.
Fue en ese mes y año cuando el ciudadano mauritano, Mohamedou
Ould Salahi, puso sus pies como reo en la cárcel de la ilegal Base
Naval de Guantánamo. Se le catalogaba entonces como el "detenido de
más alto valor".
Tal calificativo tenía su base en una simple sospecha de
supuestos vínculos con Al Qaeda. Por ello fue arrestado en su país
el 20 de noviembre del 2001, por agentes de Estados Unidos, que
luego lo condujeron ilegalmente a Jordania, donde lo tuvieron ocho
meses sometido a interrogatorios y torturas, hasta ser trasladado a
Bagram, la cárcel militar norteamericana en Afganistán y, finalmente
llevado a la cárcel de Guantánamo, convertida en campo de
concentración por la administración Bush.
Sus captores no necesitaban pruebas y por eso, en su nueva
"morada" el reo sufrió todo tipo de tormentos: aislamiento total por
meses, reclusión en una celda a muy bajas temperaturas, encadenado
al suelo, privado de alimentos, obligado a beber agua con sal, entre
otras.
Además de recibir amenazas de muerte, le advirtieron que
llevarían a su madre hasta esa instalación carcelera para que fuese
violada frente a él por un grupo de soldados, si no testificaba.
Terminada la "pesadilla Bush", el año pasado un Comité de los
Servicios Armados del Senado estadounidense documentó todas esas
torturas. Entre otros elementos se contaba con el informe del
teniente coronel de la Marina, Stuart Couch, fiscal al que
originalmente se le asignó la tarea de acusar a Salahi en las
comisiones especiales militares, que juzgan a los "sospechosos de
terrorismo". Couch concluyó que las confesiones del mauritano
estaban tan influidas por la tortura que no era ético usarlas en su
contra.
El militar dijo a sus supervisores que se "oponía moralmente" al
trato que recibió Salahi y que se negaba a participar de su
procesamiento.
La propia Fiscalía ha reconocido que Salahi había sufrido
torturas físicas y mentales durante sus interrogatorios.
Recientemente, con todos estos elementos, el juez de distrito
James Robertson determinó que el gobierno estadounidense carece de
pruebas válidas para mantenerle preso. Es decir, que debía ser
liberado.
Sin embargo, la posible absolución para el mauritano, todavía es
parte de un destino incierto, y así lo refleja la agencia IPS,
cuando en su reporte, desde Nueva York, dice que "legisladores
republicanos de Estados Unidos instaban al gobierno de Obama a que
apelara la decisión de un juez federal que ordenó la liberación de
ese prisionero".
La arremetida republicana se produce en momentos en que el
magistrado federal de distrito James Robertson concluyó que
Washington no podía seguir manteniendo detenido a Mohamedou Ould
Salahi, y la Unión por las Libertades Civiles Estadounidenses (ACLU,
por sus siglas en inglés) y abogados privados habían cuestionado su
detención, mostrando que el gobierno no contaba con evidencia
confiable que lo inculpara como miembro de Al Qaeda.
"El caso de Salahi es una desgracia nacional: víctima de una
entrega extraordinaria, torturas brutales y ocho años de detenciones
arbitrarias sin acusación ni evidencia confiable ni creíble", dijo a
IPS Jonathan Hafetz, del Proyecto de Seguridad Nacional de la ACLU.
Se conoce como "entrega extraordinaria" al mecanismo empleado por
Washington para capturar a "sospechosos de terrorismo" y sin pasar
por tribunales, transferirlos a terceros países, en los que por lo
general son torturados, según activistas, señala la propia agencia.
Y, mientras el Departamento de Justicia anunció que apelaría la
decisión de Robertson, el mauritano Salahi permanece encerrado en la
cárcel de la ilegal base de Guantánamo.