En
la memoria aún el amargo sabor de aquel 8 de mayo de 1980. Nadie
escapa a lo ocurrido. Los ojos se empañan y el corazón galopa,
desesperado, ante viejas imágenes de horror.
Allí, entre la muchedumbre, desde el primer momento, orientando,
precisando detalles, alentando, el Comandante en Jefe Fidel Castro,
quien vivió, junto a su pueblo, hasta el último instante, la
horrible jornada.
Treinta años han pasado desde el macabro intento de incinerar
vivos a casi 570 niños del entonces círculo infantil Le Van Tam,
ubicado en el capitalino municipio de Marianao.
La CIA y el imperio se habían propuesto una vez más golpearnos
duro, muy duro. Porque algo así solo puede ser obra de cobardes,
declararon entonces testigos de aquel abominable hecho.
Pero tan malvada misión no llegó a consumarse, porque supimos
vencer de nuevo a los mercenarios a sueldo del imperio. La prensa de
la época destacó que en las labores de rescate se sumaron
combatientes del Cuerpo de Bomberos y de la Policía Nacional
Revolucionaria, vecinos de la zona, trabajadores y estudiantes, los
cuales evitaron con su acción lo que pudo haber sido una dolorosa
tragedia.
La historia demuestra que actos como este, lejos de amedrentarnos
nos fortalecen porque demuestran la unidad del pueblo y su espíritu
solidario.
En tiempos como estos es obligado recordar aquel 8 de mayo de
1980 y jamás olvidar que el enemigo no perdona tener una Revolución
socialista a 90 millas de sus costas. Muchos de los niños alojados
en el Le Van Tan forman hoy parte de la nueva generación de
combatientes.