En su Aniversario 85

Vigencia del Trío Matamoros

Omar Vázquez
omar.vc@granma.cip.cu

El timbre del Trío Matamoros es inconfundible. La agrupación, que se caracterizó por la innovación como fue aquella en la que Miguel hiciera la primera voz y guitarra (lo que no era usual para la época), tiene otro mérito definitorio: su acendrada cubanía y apego a su país, valores que mantienen permanente vigencia.

Lo anterior es bueno resaltarlo en este 8 de mayo, aniversario 85 de la creación del célebre trío. Fecha que coincide con la del natalicio de Miguel, también notable compositor ( 8 de mayo de 1894 –15 de abril de 1975), en cuya celebración se gestó la agrupación.

Los estudiosos y admiradores del trío, que son muchos dentro y fuera de la Isla, han subrayado que su quehacer guitarrístico se caracteriza por un rayado sumamente expresivo y el tumba’o que realizaba Rafael Cueto (guitarra, segunda y tercera voz) en el acompañamiento consiguiendo de este modo una polirritmia.

A lo anterior habría que agregar los pasacalles que creaba Miguel de un estilo particularísimo y un exuberante sabor criollo, sin olvidar el desempeño de Siro Rodríguez (segunda voz y maraca); y no se puede soslayar su vasto repertorio, la mayoría de la autoría de Matamoros, quien también nos legó obras trascendentes. Y aunque el son oriental y el bolero son su puntal principal, él incursionó con igual acierto en la guaracha, la habanera y otros géneros nuestros.

La génesis del grupo se encuentra en el Trío Oriental integrado por Miguel Bisbé, Alfonso del Río y Salvador Adams, quien hizo algunas suplencias en el mismo. En 1924 ellos tenían un contrato en La Habana y Del Río no pudo viajar. Lo sustituyó Rafael Cueto, que fue el que llevó a la fiesta por el onomástico de Matamoros a Siro Rodríguez. Entonces él alternaba el oficio de herrero con su afición por la trova.

En 1928 un cazatalento de la disquera R.C.A. Víctor, llegó a Santiago de Cuba y se acercó al polifacético escritor radial y compositor Félix B. Caignet, que a la sazón administraba el Teatro Oriente, quien lo conduce a una tanda de trovadores. Escucha al trío, le interesa y surge la proposición para grabar en los estudios CAMDEM, en Nueva York. Así son llevadas al acetato, inicialmente en disco sencillo, sus primeras interpretaciones.

Entre sus primeros éxitos estuvieron: Mamá son de la loma, Olvido y El que siembra su maíz. Uno de ellos alcanzó una cifra récord de venta para la época: 64 000 ejemplares. Hoy hubieran recibido el Disco de Platino. El Matamoros viajó por el resto de América, España, Francia y otros países. Y se retiró profesionalmente en 1969.

A Matamoros y su trío lo recuerdo en sus actuaciones, en su sencillez en las entrevistas. Y los que no tuvieron la suerte de conocerlos personalmente, lo recordarán también mediante sus numerosas grabaciones, porque lo que ellos hacían es eterno y por su fidelidad a nuestro pueblo, quien lo supo reconocer en vida.

 

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