Las experiencias que desde finales del pasado año aplica la
familia Hernández Chieng, en la oriental provincia de Las Tunas, son
una clara evidencia de lo que modestamente se puede hacer en
cualquier (y todo) hogar.
Empiezo a tomar nota y¼ primer dato
curioso: quienes hoy llevan "la voz cantante" en pos del ahorro
eléctrico dentro del núcleo familiar ya no son Melán Chieng y el
esposo, sino sus hijos Jaime (16 años de edad) y la pequeña Suislang
(sexto grado de escolaridad).
"La situación ha cambiado mucho desde que mis padres empezaron a
hacer cosas para ahorrar energía —explica Jaime. Lo primero fue leer
el metro contador para tener control del consumo. Yo aprendí
rápidamente y esa tarea es mía. Aquí, en este gráfico, anoto cada
día la lectura, el gasto y el acumulado.
"Recuerdo que una de las primeras medidas fue desconectar el
refrigerador por las noches. Eso siempre lo hacía el último en
acostarse. Ahora lo estamos haciendo por la tardecita, sobre todo de
lunes a viernes: el primero que llega a la casa, de la escuela o del
trabajo, desconecta el equipo de 5:00 a 9:00 de la noche, que es
cuando más se dispara el consumo.
"De todos modos con los meses de más calor volveremos a apagar el
refrigerador antes de acostarnos para compensar un poco el gasto que
provocan los ventiladores en las habitaciones donde dormimos."
Con notable dominio de esos temas, el joven estudiante de
preuniversitario también refiere el uso mucho más adecuado que hoy
se le da a la turbina eléctrica. Antes la empleaban casi
diariamente. Ya no. Cuando entra "agua de la calle" llenan el tanque
desde el mismo fregadero, mediante una pequeña manguera que enlaza
la llave por donde llega el preciado líquido con otra conectada al
referido depósito.
Tal vez vecinos y visitantes ignoren que si en diez ocasiones
alguien desea tomar agua, no es necesario abrir tantas veces el
refrigerador, gracias a que fuera de él, sobre una bandeja, suele
haber un pomo a punto de congelación, listo para saciar la sed.
Ambos hijos coinciden en que son varias las ideas que se aplican
en el hogar gracias a la iniciativa de sus padres. Hoy, por ejemplo
—relata Jaime— solo empleamos una lámpara en la sala, y no dos como
antes. En la cocina sustituimos una por un bombillo ahorrador: más
económico. Cuando vamos a comer apagamos el televisor. Nunca vas a
encontrar un ventilador funcionando solo en el cuarto, mi mamá usa
la lavadora y la plancha una vez a la semana¼
"Como resultado de todo eso el consumo ha disminuido muchísimo en
nuestra casa. Por estos mismos días del pasado año empleamos 210 kw
h y mi papá pagó 81 pesos. Sin embargo, el cobro de corriente ahora
estuvo sobre los 10 pesos."
Dos poderosas y muy prácticas razones han motivado al matrimonio
Hernández-Chieng para ceñirse el cinturón en torno a la red
eléctrica hogareña. Primero: tienen conciencia de que "solo atajando
el derroche se puede ayudar de verdad a la economía nacional y
evitar el apagón. Segundo: vivimos de nuestro salario y, como ha
dicho Raúl, no podemos darnos el lujo de gastar más dinero del que
ingresamos.
"Y no es que nos limitemos. Aquí hacemos lo mismo que cualquier
otra familia cubana: vemos televisión, escuchamos música, usamos los
ventiladores, el refrigerador, nos iluminamos bien, utilizamos el
módulo de cocción de alimentos, la turbina, otros equipos¼
pero hemos comprendido que si de verdad queremos ahorrar, hay que
convertir ese propósito en acciones concretas y en un hábito de
todos los días."